Bijagua, Upala
Cae la noche en Bijagua de Upala, cerca del límite con Bagaces y aún los vecinos no pierden la esperanza de encontrar a Bianca, la niña de dos años que desapareció la noche de este jueves, agarrada de los brazos de su madre, cuando una cabeza de agua bajó del cerro y trajo muerte y desolación.
Los vecinos coinciden en que no había alertas específicas para esta parte de Upala, o tal vez se confiaron, pero eran pasadas las 6 p. m. del jueves cuando empezó a crecer la quebrada y a formarse los tapones en los cursos normales de riachuelos.
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El cerro que cobija a esta barriada, la calle Pichardo, es parte de la cordillera volcánica Miravalles y aún tiene las marcas de los deslizamientos que nutrieron de barro, grandes troncos y de mucha agua las quebradas.
La casa de Rolando Pichardo y Vanessa Argüello, pareja de 30 años, tenía una bebé de un año y ocho meses, a unos 50 metros de esa quebrada, pero ellos no estaban ni siquiera en el curso del riachuelo.
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La policía llegó, ante alertas de vecinos, a las 8 p. m., explicó uno de ellos que prefirió no identificarse, pero sí vio cómo la fuerte corriente se llevaba la casa de los Argüello y la de Mario Zúñiga e María Isabel Picado, profesora del liceo de Bijagua, quien murió junto con su hijo Israel, de 11 años.
El otro hijo de la profesora, de 13 años, y su esposo se salvaron de la corriente, porque pudieron salir de las ventanas de la casa arrastrada.
Todo perdido
Las casas navegaron con la corriente detrás de otras viviendas de la misma calle, al vaivén de la fuerza del río. Amaneció el viernes y continuaron la búsqueda, pero al mediodía se lanzó una alerta de una cabeza de agua que vendría y entonces todos los que estaban buscando se fueron.
La mamá de Vanessa, Jeannette Castro, de 59 años, lamenta la desgracia y pide que los cuerpos de rescate lleguen al lugar, con personal especializado en búsqueda, porque por ahora solo los vecinos remueven latas, troncos y barro para dar con el cuerpo de la niña.
El terreno está inestable, el barro engaña y se traga las pisadas, hay vidrios rotos, un pick up y un camión totalmente destrozados, pero la gente mantiene la esperanza.
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"Rolando quedó todo golpeado, pero los papás se lo llevaron para la casa de ellos, allá arriba en el cerro", dijo la madre de Vanessa Argüello. La joven trabajaba en un supermercado de Bijagua, él es agricultor.
Uno de los rescatistas del Cuerpo de Bomberos se acercó pasadas las 5 p. m. para analizar la situación en el lugar y dar parte a su comando, localizado en Upala.
Sin embargo, cae la noche y la esperanza tiene que esperar hasta el otro día, porque también empieza a llover un poco en este barrio de Bijagua.
Aunque los temores por nuevas cabezas de agua no cesan, el ministro de la Presidencia, Sergio Alfaro, anunció que están totalmente descartadas.
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Unas cintas amarillas rodean el lugar donde encontraron a Vanessa y es ahí donde los vecinos concentran sus ojos. Marvin, tío de Vanessa, trajo a una pastor alemán, Jackie, para que le ayude a guiarse.
Más atrás, antes del límite entre Upala y Bagaces, Ramón Rojas Jiménez, de 78 años, pasaba sus ojos por la casa que comparte con esposa, hija y nieta, que también se bañó de barro con el agua de la quebrada Los Salazar. Perdió un gallo, las gallinas están completas.
Pasó la noche del jueves con unos vecinos, al otro lado de la calle, casi a resguardo de la corriente.
Cuadrillas de trabajadores del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) trabajan para restituir el fluido eléctrico y limpiar las quebradas, para evitar que nuevas crecidas arrasen otras casas.
El paso hacia Bagaces está regulado.