En cuestión de media hora, el agua subió a las rodillas en unos casos, hasta la cintura en otros. Todo cambió, minutos antes de la 1 a. m. del jueves, para las familias aledañas al río Parrita, en el cantón del mismo nombre.
El dique cedió a la crecida del río y el caudal se abalanzó sobre casas y fincas.
Alejandra Vallecillos relató: "El vecino nos avisó que el río está subido, subimos la lavadora y todo lo que pudimos, pero en cuestión de 30 minutos ya el agua estaba a la altura de las rodillas. Al final salimos de la casa, lo material se repone".
José Villegas y su esposa Hazel viven a unos 500 metros del río. Antes de la 1 a. m. del jueves, les avisaron que el río estaba sobrepasando el dique. Cuando les dijeron, el agua la tenían por los tobillos y, media hora después, por la cintura.
"Cuando eso reventó, el dique, tenía más o menos seis metros de reventado y el nivel del agua del otro lado, donde pasaba la corriente, medía más de un metro. Pudimos levantar la refrigeradora, la cocina, la lavadora, pero la sacamos dentro del agua", afirmó Villegas, quien recordó que, en el 2010, el mismo dique se había reventado pero en otro sector.
"El problema se generó porque el dique se rompió y el río cogió para acá, todo está inundado", dijo José Villegas.
Esta familia procuraba sacar el barro de su casa la mañana del viernes.
Aislados en una planta empacadora
La finca La Ligia, dedicada a la siembra de arroz, melón y sandía, quedó inundada al entrar una cabeza de agua. Los trabajadores y sus familias, que viven en casas en la misma finca, debieron albergarse en la planta empacadora que quedó como una isla en medio del agua. Allí, entre todos se ayudan.
Un camión llegó a dejarles comida poco antes del mediodía, antes de eso no había llegado la asistencia. Ya llegó la electricidad, pero todavía no hay agua.
En la empacadora está Glenda Mora, de 20 años y con seis meses de embarazo. Un vecino le facilitó un colchón y una silla para que esté más cómoda. Los demás duermen en pacas de zacate o en cartones. Hay más de 50 personas.
Glenda está con su padre Maynor Araya y su madrastra Rosa Villalobos.
Araya relató que el guarda de la finca les avisó que venía el agua y no dio chance de nada. Tomaron lo primero que pudieron. De sus dos perros no sabe nada aún.
En el centro de Parrita no hay tanta inundación, como sí en los pueblos aledaños.
Otras tres familias durmieron dentro del contenedor de un furgón que carga arroz.
Egdomilia Velázquez, quien vive con su esposo en la finca, relató: "A nosotros no nos avisaron. Solo dijeron que habían puesto una alarma, pero no escuchamos por el zumbido del agua en los techos. No nos dio chance de sacar casi nada. Todo está embarrealado".
"Como acaba de pasar la quincena, teníamos el paguito y lo que pudimos traer de comida lo trajimos, no pudo ser mucho por la lluvia".