Tarrazú
Las mañanas soleadas son un alivio para los vecinos de Canet de San Marcos de Tarrazú, quienes aprovechan esa condición para ir a sus viviendas a traer ropa o simplemente velar por sus pertenencias.
Sin embargo, por las tardes la lluvia se convierte en un dolor de cabeza, por el temor de que un nuevo deslizamiento afecte sus casas o deje el pueblo aislado.
"En los últimos días Canet ha sido como un pueblo fantasma, la gente está reubicada en albergues y, aunque las aguas han bajado mucho, cualquier aguacerito da miedo, ya no tenemos paz", explicó Miguel Hidalgo, uno de los vecinos de la zona.
El sentir de Hidalgo se repite en varias personas de Tarrazú, un cantón que estuvo aislado durante cinco días, debido a los derrumbes que se presentaron en las vías de acceso por las lluvias provocadas por el efecto indirecto de la tormenta tropical Nate.
Actualmente, el ingreso es restringido, pero se puede llegar por León Cortés y El Empalme.
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Los rastros del desastre permanecen en la zona: constantes aludes, laderas lavadas y ríos crecidos reflejan la situación que se vive en la zona.
En el centro de San Marcos un albergue reúne a varios vecinos de Canet, quienes esperan los resultados de los análisis hechos por un geólogo para saber si pueden regresar a sus casas o lo mejor es marcharse del sitio.
"Estamos esperando el informe (geológico), porque en mi casa se reventó el piso y la cocina se inundó", afirmó María Fernanda Ureña, mientras sus hijos, de 2 y 3 años, se divertían en la zona verde del salón parroquial, donde se abrió uno de los dos alojamientos temporales de esa comunidad josefina.
El otro está en el poblado de Guadalupe.
La alcaldesa de Tarrazú, Ana Lorena Rovira, asegura que Canet, donde nunca se había detectado ningún riesgo, es el lugar más afectado por las lluvias de hace una semana.
Incluso, en ese lugar falleció una niña de tres años, luego de que un alud sepultara su cuarto.
"Fue difícil, sepultamos a la niña el lunes y su familia está donde otros parientes", detalló.
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Pilar Fernández, otra de las vecinas de ese poblado tarrazuceño y quien tiene 34 semanas de embarazo, manifestó que ella y su familia no pueden regresar a su hogar, debido al riesgo de un nuevo desprendimiento de tierra.
"Desde que llegamos a la zona, hace nueve años, nunca habíamos pasado algo igual, no podemos volver porque la montaña está partida", destacó.
Entre penurias y albergues
Las carreras y dificultades se han convertido en la constante de la última semana en San Marcos de Tarrazú. Falta de gasolinas, ausencia de transporte público y atención de albergues ocupan la agenda de las autoridades locales.
Rovira dice que lo más difícil es la falta de gasolina para los vehículos de emergencia, ya que aunque el lunes ingresó un cisterna a la zona los suministros están limitados.
"Ha sido duro lo que hemos pasado. En lugares donde antes no pasaba agua, ahora apareció (...), seguimos sin transporte público y a la espera de lo que nos digan las autoridades sobre los informes realizados en el cantón", mencionó la jerarca municipal.
Las visitas que hace a los refugios son constantes. Ahí algunos días encuentra preocupaciones y otros agradecimientos, pero también le ha tocado separar peleas entre niños y dar abrazos de consuelo.
A los albergues, donde la mayoría de personas llegó sin conocerse, quienes se van marchando dejan un vacío en los demás, especialmente en los voluntarios.
Eida Montero, una de las personas que llegó a colaborar con la cocina y logística al centro de San Marcos, soltó algunas lágrimas este jueves por la tarde, cuando se despidió de un par de familias que regresaron a sus hogares.
"El estrés es incontrolable, pero con tantos días acá ya una hace de psicóloga, maestra y hasta doctora", expresó Montero, quien es auxiliada también por Hilda Cordero.
Las personas albergadas están agradecidas con la atención, aunque pronto esperan retornar a sus casas.
"Hemos estado muy bien, cada uno tiene su espacio y alimentación", dijo Joselyn Picado, quien están en el lugar con su madre, Susana Acuña y dos niños de 6 años y 9 meses.