Garabito, Puntarenas
Los pobladores que decidieron quedarse en Playa Azul, cerca del río Tárcoles, a pesar de la tormenta, dicen sentirse como en un pueblo fantasma.
De los 200 habitantes de esta comunidad del cantón de Garabito, en Puntarenas, unos 50 permanecieron, a pesar de que el agua subió un metro y medio en algunas partes y hasta el techo de los ranchos en otras. Los demás se trasladaron a un albergue en Tárcoles.
Tanto el río Tárcoles como el mar se salieron.
Las casas están repletas de barro, los sillones y las camas empapados, pero el principal problema en este momento, para los que se quedaron, es que la comida escasea y no hay agua ni electricidad.
Gilberth Arrieta, vecino y coordinador de la CNE en la zona, afirmó que la última vez que comió fue el miércoles en la noche.
Edgardo Agüero relató que salieron a la playa para ver si encontraban algo de comer, entre las cosas que el río arrastró, como productos de pulperías o animales. Él escuchó que unos conocidos encontraron un venado, lo destazaron y se lo comieron. De hecho, la fuerza del río sacó pequeños peces a la tierra.
En su caso, no topó con algo similar. "Ayer nos regalaron un paquete de macarrones y los hicimos con agua de lluvia", dijo Agüero, quien perdió todos sus electrodomésticos en la llena provocada por la tormenta Nate.
Concepción Perlas Lara, dependiente de la pulpería, confirmó la historia del venado. Dijo que lo encontraron unos amigos suyos.
Ella no puede lavar su pulpería porque no hay agua y no tiene nada para cocinar. "Dormí y me caía agua encima", relató.
Leticia Aguilar, en tanto, sostuvo que no salió del pueblo porque hace siete años pasó lo mismo y no tiene miedo.
Por ahora, tiene olla con frijoles, que cocina con una cocina de leña. "Caliento unos frijoles que es lo único que tengo para todo el día", dijo.
La escuela República de Guyana se inundó por completo, todo el equipo se dañó; los árboles cayeron al frente.
Gerardo Guzmán, dueño de la pulpería, también relató que el agua se llevó los cilindros de gas: "Todo lo que está en el congelador se perdió, las bolsas de arroz se iban con el mar, los congeladores flotaban, están llenos de barro".
Por ahora, se informan con un radio de baterías.
El restaurante Jungle Cocodriles Safari, ubicado cerca del río Tárcoles, también fue arrasado.
Miguel Ramírez, gerente de mercadeo de este centro que ofrece tours para ver cocodrilos, aves e iguanas, afirmó que el río no les dio tiempo de sacar nada.
"Solo encontramos ruinas, el río se llevó todo. Cuando entré y vi cómo habían quedado las cosas, sentí impotencia al ver cómo había quedado todo, pero en tres días tenemos que estar listos para seguir trabajando", afirmó.
'Regresaré y no tendré nada, qué comeremos... no sé'
En el salón comunal de Tárcoles hay 160 personas, entre ellas, 50 niños. Tomasa Téllez, coordinadora del albergue, dijo que las familias provienen principalmente de Playa Azul: "Llegaron muy afligidas y preocupadas".
Shirley Guzmán, madre de tres niños, estaba recostada en una pared del albergue de Tárcoles con la mirada sumergida en sus pensamientos y los ojos rojos e hinchados.
Su hija también relató que, en casa de sus abuelos, debieron subirse a un fogón para sobrevivir y que ella puso los gatos en el techo.
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La madre comentó que lo único que pensaba era en cómo estará su casa cuando regrese. La respuesta ella la sabía pero no la mencionó. Contó que, a pesar de las advertencias de que el río Tárcoles se iba a salir, hizo caso omiso y prefirió quedarse a cuidar sus cosas, las que adquirió con lo que se ganaba limpiando casas.
Sin embargo, el río Tárcoles se las arrebató con una fuerza descomunal la madrugada de este jueves; ella no pudo hacer nada.
"La correntada se llevó ollas, la refri, los colchones, se desarmó la cama. Se llevó los zapatos, el uniforme de la escuela, el bulto de los chiquitos con todo y tareas", contó.
Pese a la situación, ella se rehusaba a irse. Fue a las 10 a. m. de este jueves que la "amenazaron" con llamar al Patronato Nacional de la Infancia si no salía de ahí. En un bote la sacaron a ella y a sus tres hijos para llevarlos al albergue.
"Esa fue la peor parte para mí, lo que antes eran casas y calle ahora era un río, jamás me hubiera imaginado salir así en un bote", explicó.
Llegó llorando al albergue con la presión por las nubes. En el albergue encontró comida y ropa. No quiere regresar a lo que era su casa. "Regresaré y no tendré nada, qué comeremos... no sé", explicó esta madre soltera mientras levantaba sus hombros.