José Villalobos Arce, un empresario alajuelense, llegó el miércoles anterior a las 11 a. m. a la oficina de Armas y Explosivos del Ministerio de Seguridad para inscribir un revólver de calibre 38.
“Lo hago porque vivimos en un país donde el Gobierno no quiere invertir en seguridad. La gente dice que es más peligroso andar armado, pero ahora es el único medio que tengo para sobrevivir”, advirtió.
Como ese hombre de 50 años y víctima de tres robos en su vivienda, 16 costarricenses diariamente matriculan un arma de fuego.
Un informe del Departamento de Control de Armas y Explosivos revela que, durante los primeros ocho meses de este año, se inscribieron 3.878 armas.
De aquellas, 1.818 pertenecen a personas físicas, y 2.060 a personas jurídicas (empresas de seguridad). La mayoría (1.879) eran revólveres; 1.176, pistolas; 316, rifles, y 507, escopetas.
Esa dependencia del Ministerio de Seguridad informó de que, en nuestro país, 106.382 personas tienen permiso para portar un arma de fuego.
Auge. William Hidalgo, director de Armamento de Seguridad Pública, expresó que, según las estadísticas, la compra de revólveres, pistolas y algunas escopetas está aumentando.
Atribuyó ese fenómeno a que muchos particulares quieren protegerse, y al auge de empresas de seguridad. Estas usan las armas para prestar servicios.
Otro factor que influye, dijo Hidalgo, es que algunas armas tienen un valor muy bajo.
“No superan el precio de los ¢40.000. Se hizo como un ‘boom’: todo el mundo quería andar armado. Fue algo igual que los teléfonos celulares”, manifestó.
Según Hidalgo, durante los primeros ocho meses de este año se constató que particulares inscribieron 668 revólveres, 698 pistolas, y 219 rifles.
De los rifles, algunos son para actividades deportivas; otros, para cuidado de fincas.
También, gente dedicada al comercio compró 233 escopetas.
El control de las armas se lleva desde el año 1998. A partir de ese momento hasta la actualidad, están legalizadas 89.394 armas.
De esa cifra se desconoce si hay armas destruidas, robadas o ya inútiles por el paso del tiempo.
Importaciones. Datos proporcionados por el Banco Central de Costa Rica señalan que, entre enero del año 2003 y julio del 2006, el país importó $6,2 millones (¢3.255 millones) en armas y municiones.
Al analizar las cifras, se constata que, mientras en el año 2000 ingresó armamento por $700.000, la cifra subió a $2,1 millones en el año 2005.
En tanto, a julio de este año se contabilizaba la importación de $1,2 millones en armas.
Aunque Estados Unidos es el principal proveedor, también se detallan importaciones significativas de armas provenientes de Argentina, Turquía, República Checa y Austria, entre otros países.
Según el informe (In)seguridad ciudadana y desarrollo humano en Costa Rica , del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Costa Rica, en el año 2003, fue el cuarto importador de armas en Centroamérica.
Empero, al dividir el monto importado entre la población, Costa Rica ocupa el primer lugar en el área por persona.
Para el PNUD, esa última característica evidencia que Costa Rica es la principal nación receptora de armas legales en el istmo.
Defensa. El mismo documento del PNUD expresa que la sensación de inseguridad que viven los costarricenses los lleva a adquirir armas como una forma de defensa.
La publicación menciona el peligro de que aquellas compras representa pues, afirma, podrían repercutir en más violencia.
Jorge Rojas Vargas, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), admitió que el hecho de que la gente procure armarse es una situación lamentable pues intenta protegerse del clima de inseguridad del país.
“Esto genera un inconveniente porque los delincuentes se arman más, y se crea un círculo vicioso. La violencia genera más violencia”, concluyó Rojas.
El ministro de Seguridad, Fernando Berrocal, igualmente se manifestó preocupado porque los ticos se armen, aprendan a disparar y saquen permiso para portar armas.
“Es peligroso. La gente en parte tiene razón, pero el Estado está obligado a llenar el vacío de inseguridad”, expresó Berrocal.
Colaboraron: José Enrique Rojas y NicolÁs Aguilar