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Los relatos de los vecinos del bebé de nueve meses, asesinado a golpes el 11 de abril del año pasado, fueron vitales para que sentenciaran a 30 años de cárcel a su mamá y a su padrastro.
Así lo dictó el Tribunal Penal de San José, este lunes.
Los sentenciados son Dayanna Ortega Corrales, de 27 años, y Yensen Alberto Mora García, de 26. El Juzgado, además, ordenó prorrogar por seis meses la prisión preventiva a ambos.
El juez Juan Carlos Pérez manifestó que como los implicados vivían con el bebé en una cuartería en barrio México, San José, los vecinos podían escuchar lo que sucedía en la habitación de ellos.
De hecho, añadió, los lugareños aseguraron en sus declaraciones que el menor lloraba de día y de noche.
“El niño lloraba pidiendo casi auxilio y, en más de una ocasión, (los habitantes) le tocaban la pared a Dayanna (...) para decirle que atendiera al menor, que lo calmara y la respuesta fue ninguna. Ninguna”, puntualizó.
Pérez señaló que el pequeño tenía quemadas las yemas de los dedos y, cuando los vecinos le preguntaban a la madre por qué las tenía así, ella respondía que las cucarachas se lo comían.
“Ante cuestionamientos de otras personas, ella acude a excusarse a una razón ajena. Nunca le imputó ese tipo de lesiones a una persona”, aseveró el juzgador.
Argumentos. En un principio, la defensa alegó que el menor había muerto por una bacteria que tenía alojada en su intestino. El Tribunal descartó eso y aseguró que falleció luego de que la pareja le lesionara el cráneo.
“Que el niño padecía o tenía diarrea y que murió por deshidratación son temas que tenemos por no acreditados. Si se le realizó algún examen de sangre al menor, lo cierto del caso es que se le hizo casi una hora después de que falleció.
”Sin duda alguna, eso genera alteración en aspectos químicos de la sangre y no podemos, entonces, tener un fiel reflejo de las condiciones del menor (...). Además, se demostró que el bebé no presentaba los síntomas relacionados con esta bacteria, como hundimiento de ojos”, detalló Pérez.
De hecho, el juzgador explicó que la pareja lo golpeó tan fuerte en su cráneo, que se lo fracturó.
“Esa fractura hizo que él convulsionara y, como consecuencia, se ahogó con la misma leche que tomó (...) No es una conclusión antojadiza”, argumentó.
Además, reprochó que la mamá y el padrastro aseguraran que no lo agredían.
“Es imposible que un bebé de 9 meses tenga ambas tibias fracturadas, el fémur fracturado, el brazo fracturado, más de veinte excoriaciones en cabeza y hematomas en torso, estómago y tórax”.
Llamada de atención. El juez pidió al Patronato Nacional de la Infancia (PANI) poner más atención a este tipo de casos.
Esto, a raíz de que un taxista había denunciado las agresiones tres días antes de la muerte del pequeño, pero no obtuvo la respuesta oportuna. “Si el PANI hubiera estado atento, el niño estaría vivo hoy”, afirmó.
Se intentó conocer la versión de Ana Teresa León, directora del PANI, pero, al cierre de edición, no fue posible localizarla.