Katherine tiene 19 años, vive en Cartago y estudia en la Universidad de Costa Rica. Hace tres semanas salió de su casa a las 10 a. m. para hacer un mandado. Cuando había caminado 75 metros, un auto Toyota Yaris de color negro desaceleró y se acercó hasta donde ella estaba.
Creyó que le iba a pedir alguna dirección, pero no fue así. La joven se asustó mucho cuando vio que el hombre que conducía se estaba masturbando.
El vehículo no tenía placas y transitaba por una zona escolar. Todavía impactada, logró dirigirse hacia una patrulla que estaba cerca y les contó lo ocurrido a los oficiales de Fuerza Pública. Ellos le dijeron que iban a buscar al hombre.
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Katherine retomó su camino sin que en ese momento se le ocurriera pensar en interponer una denuncia. ¿Cómo, si no tenía un número de placa, nombre ni apellidos del agresor?
Violencia recurrente. “Es muy denigrante para un ser humano que lo traten como objeto. Yo creo que no fui la primera ni la única a quien le ha pasado. A una amiga le tocaron un pecho cuando iba caminando. A otra muchacha, en Heredia, intentaron subirla a un carro parecido al que se me acercó”, comentó Katherine.
Cuando, horas más tarde, decidió presentar la denuncia en la delegación policial, le dijeron que los oficiales a los que había acudido encontraron un automóvil con las mismas características y que ya tenían los datos del conductor: resultó ser un hombre de unos 60 años, que vivía cerca.
En este momento espera la citación para declarar en el juicio, en el Juzgado Contravencional de Cartago.
Al igual que Katherine, cerca de 7.000 personas cada año denuncian alguna forma de acoso sexual callejero.
“Yo no iba a decir nada. Fueron mis familiares los que me dijeron que lo que me pasó era algo muy grave y me motivaron a presentar la denuncia. Uno, como mujer, tiene que hacer algo, es un deber y un derecho que tenemos”, expresó.