En octubre del 2013, trascendió la noticia de que las autoridades del gobierno habían allanado una finca, en Cutris de San Carlos, en la que encontraron 17 fusiles AK-47, un lanzacohetes RP7, tres pistolas, tres fusiles M-16, varios cargadores y más de 1.000 municiones, y un cuadraciclo, además de altas sumas de dinero. En la finca, además, se ubicó una zona que aparentaba funcionar como helipuerto, así como 20 estañones con combustible.
—Fuimos nosotros –cuenta, disimulando en orgullo, el capitán Gerald Camacho–. Fue nuestro primer gran golpe.
Eran los primeros meses de acción para Fronteras, compuesta entonces por muchachos jóvenes y recién entrenados. La unidad recibió la alerta de que había movimiento de gente sospechosa en la zona. Cuenta Camacho que el avistamiento de helicópteros no era un tema nuevo para ellos. “Se sabía de mucho movimientos de helicópteros, que entraban y salían por la libre. En Los Chiles, en Sarapiquí, en la frontera sur”, relata.
El decomiso del combustible y de las armas aminoró ese tránsito irregular y alivió un poco la zona. “La pegamos de entrada”, recuerda Camacho.
Capi
Camacho acumula 22 años de servicio como policía, pero cuando se le escucha hablar sobre la Policía de Fronteras, queda claro que los últimos cuatro son los que más le llenan de satisfacción.
Es comedido con sus palabras: dice que con la madurez ha aprendido a atesorar distintos momentos de su carrera. Es innegable, empero, que su puesto actual, el de capitán del Departamento de Operaciones de la Dirección de Policía de Fronteras, es un reto que le entusiasma.
“Desde que tengo uso de razón, la policía significó para mí aventura, tomar decisiones, correr riesgos y viajar”, cuenta. Esa ilusión fue la que catapultó su voluntad de convertirse en oficial. “Soy policía de vocación y profesión”, asegura el capitán, quien además es criminólogo, técnico de mantenimiento de equipos de cómputo y estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica.
Camacho cree que un policía preparado en otras áreas es un mejor policía. “Esto te obliga a empaparte, a conocer la realidad nacional e internacional. No es meramente usar una pistola. Es saber entablar y mantener una relación con las comunidades en las que trabajamos”.
Esta visión ha sido particularmente beneficiosa para una unidad policiaca que, aunque ya efectiva y en franco crecimiento, todavía es joven y, por lo mismo, todavía intenta ganarse un lugar –y uno positivo– en el imaginario colectivo.
Poli
La Policía de Fronteras existe en la Ley General de Policía desde la publicación de esta en 1994. Sin embargo, su implementación quedó guardada durante más de una década, hasta que a finales del 2010, junto en el despunte del conflicto con Nicaragua por la Isla Calero, se hizo menester su creación.
—Surgió la necesidad de replantearse si los dispositivos policiacles que existían entonces eran los adecuados –recuerda Camacho–. Las delegaciones que existían tenían pocos recursos, y eran muy estáticos.
Se necesitaba, en cambio, de un grupo dinámico y preparado para enfrentarse a situaciones exigentes y tensas, desde puntos de vista geográficos, climáticos y diplomáticos.
Camacho llama a ese período de Fronteras la prehistoria: el tiempo que pasó entre el 2010 y mediados del 2012, cuando se construyó el Curso de Seguridad Fronteriza (Cusef), que comenzó a capacitar muchachos para llevar a cabo las tareas que el artículo 24 de la Ley General de Policía encomienda a Fronteras: “Vigilar y resguardar las fronteras terrestres, las marítimas y las aéreas, incluidas las edificaciones públicas donde se realizan actividades aduanales y migratorias”.
Aunque Fronteras tiene a su cargo el resguardo de los extremos sur y norte del país, la limitación de los recursos hizo necesario empezar con pequeños pasos. Así, los primeros despliegues de la nueva policía se dieron en ciertos sectores de la zona norte. Los patrullajes fueron tan efectivos que pronto se le inyectó capital a la unidad para que pudiera abarcar la frontera sur también.
Multitasking
Pese a que la ley arroja sobre Fronteras competencia sobre el resguardo de la soberanía, esto no implica que la unidad no tenga las mismas tareas de cualquier otro cuerpo de policía. Esto ha obligado a que Fronteras se mantenga en constante evolución y que sus oficiales estén preparados en muchas áreas distintas.
Por ello, Fronteras no limita su trabajo a tierra. Aunque la vigilancia aérea sigue siendo un punto a trabajar, ya se hacen patrullajes fluviales que han funcionado como un complemento importante para el trabajo de Guardacostas y del Sistema Nacional de Áreas de Conservación, que resguarda los Parques Nacionales, muchos de los cuales colindan con las fronteras del país.
—Parte de la filosofía de Fronteras es la alta movilidad –cuenta Camacho–. Los policías de Fronteras no están fijos en su unidad. Todos están en capacidad de tomar la mochila e irse a cualquier otro puesto, no importa si está a 100 o 200 kilómetros de distancia, y que pueda operar con la misma comodidad y eficiencia.
La constante movilidad de los agentes de Fronteras también ha funcionado para evitar cualquier conato de corrupción: cuando un policía debe moverse constantemente entre comunidades, es más fácil apagar posibles lazos negativos con bandas o criminales de la localidad.
Camacho subraya que el cambio de gobierno no ha afectado el constante crecimiento de Fronteras, más allá de la bandera política de turno.
De igual forma, considera trascendental para la seguridad del país que Fronteras mantengan su crecimiento, el cual depende no solamente de los gobernantes sino, también, de la cantidad de agentes a disposición de la unidad; por ello, insta al reclutamiento de cualquier persona que considere una carrera como policía.
—El fenómeno del crimen transfronterizo es un dominó que afecta a todo el país –asegura–. Armas, defraudación fiscal, deterioro de la ecología. Lo que entra por las fronteras llega, inevitablemente, a las ciudades. Por eso hay que detenerlo.