¿Se acuerdan de que, en el 2014, el actual presidente Luis Guillermo Solís se comprometió en transformar a Costa Rica en un Estado laico? ¿Se acuerdan que el proyecto de ley para modificar los artículos 75 y 194 de nuestra Constitución Política dejó de ser una prioridad en abril del 2014, después de que Solís ganara la segunda ronda electoral?
Yo me acuerdo y, ahora, la memoria ha regresado porque, también, vi a Solís en video dándole la espalda a la televisión pública laica (y de paso, a una consternada Ministra de Educación).
Han sido semanas agotadoras para la comunidad cristiana y, de corazón, lamento mucho que este periodo coincida con la celebración del Adviento.
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Es mala época para evaluar el pequeño proyecto de nuestra República democrática pero no por eso lo podemos evadir: estamos a dos meses de renovar al presidente, su gabinete ejecutivo y a los 57 diputados.
Hace poco más de una semana, Canal 13 hizo pública la decisión tomada por su Consejo Ejecutivo de eliminar la Misa dominical y el Rosario de su parrilla de programación del 2018.
La persona que dio la cara por esta decisión fue la recién estrenada defensora de las Audiencias porque los demás funcionarios del canal que fueron consultados por La Nación –el primer medio que preguntó por las razones de fondo de esa decisión– evadieron las preguntas del caso.
En el criterio de la defensora hay abundantes consideraciones sobre la manera en que los profesionales del canal estatal abordan e incorporan la religión en sus programas.
Sin embargo, el párrafo noticioso es el que dice que “no debe ser de transmitir tal cual las ceremonias de diferentes denominaciones (y en particular, de la católica)” y que, en su lugar se deben “plantear alternativas para mostrar las facetas religiosas y espirituales que existen en Costa Rica”,
Y, a partir de ahí, el resto de consideraciones se convirtieron en un teléfono chocho de medios de prensa que el mismo Sinart no ha desmentido.
¿Qué pasará cuando no haya misas en Canal 13? Los cultos de las otras religiones –esas que no forman parte del Estado confesional pero que, aún así, continúan siendo parte del país– se organizan con regularidad aunque no las transmiten en televisión pública.
Asumo que muchos credos tendrán sus problemas para llegar a lugares apartados del país. Son los mismos problemas que enfrentan la educación pública y los servicios básicos de salud. Los aliento a tener perspectiva.
¿Mermará el número de creyentes católicos cuando no tengan la regularidad de sus ritos en un canal de televisión estatal? Distintos instrumentos reportan una baja, pequeña pero constante, del porcentaje de personas que se consideran católicos practicantes. Las mediciones se hicieron con la misa transmitiéndose igual que siempre.
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¿Quién es el culpable de que estos fenómenos ocurran? La secularización no es un interruptor que se prende y se apaga. Mucho menos uno que puede manipular la defensora de Audiencias de un canal estatal del país más pequeño del Istmo.
La actual diversidad religiosa del país es un proceso que se ha acelerado a partir del siglo XIX y es bastante natural: el contagio de cultura, religión e ideas es un proceso inevitable en un mundo globalizado y conectado por rutas internacionales e Internet.
Así que me parece bastante obvio el extremo al que estamos llegando: la única manera de proteger el statu quo –es decir, de congelar la progresión de la historia– es aislando al país, incluso hacia su interior.
Si es eso lo que están pidiendo los sectores que se resisten a la decisión del Consejo Ejecutivo del Sinart no tengo duda de que no tendremos Estado laico ni a corto ni a largo plazo,
Digo, si conseguir que la televisión estatal deje de priorizar los contenidos católicos y se abra a otros credos ha sido tan controversial, ¿cómo podremos hacer lo mismo con la forma en la que hacemos política y construimos Estado? Habrá que dejar la ilusión en el 2014, como lo hizo el presidente Solís.