Los circuitos de cine acomodan sus carteleras para darle la mayor cantidad de salas al filme de moda en estos días, que lo es Star Wars: Los últimos Jedi (2017), dirigido por Rian Johnson. En buen lenguaje, debiera ser “Jedis”, en plural, pero no piensan así quienes titularon la película en español.
También es filme que aprovecha una historia de cuarenta años, desde allá, cuando conocí los primeros pasos de esta larga y exitosa saga, entonces con título en español: La guerra de las galaxias. O sea, ahora que se habla del octavo episodio (sin contar Rogue One, del 2016), este filme lleva ya prerrogativas bien acomodadas a su favor.
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¿Cómo logra una película –como esta– alcanzar tal popularidad? La receta está en cambiar, pero sin modificar lo esencial de la historia, como dijo alguien: “mutando sin mutar”; cada filme es como un cuento infantil contado de distintas maneras, lo que sucede casi siempre.
La clave está en mantener esa constante lucha entre el bien y el mal, como si se tratase de aquellos distintos héroes clásicos que morían en su intento por vencer al minotauro en su laberinto de Creta, lo que logró Teseo gracias al ovillo de Ariadna.
Lo que sucede con esta saga de evidente interés comercial es que siempre habrá algo más, y no es el ovillo de Ariadna. Así, los nuevos personajes aparecen en sucesión tal que siempre se justifica una trilogía nueva: aunque sea debajo de la piedra de la que Moisés sacó agua, de ahí saldrá un nuevo o una nueva Jedi.
Lo que me gusta de Star Wars: Los últimos Jedi es su habilidad para mantener los conceptos de una larga historia, incluso con la presencia de personajes que creíamos abandonados fílmicamente, y hacerlo con tratamiento nuevo en el aspecto visual, sobre todo con un montaje alterno más rápido que dinamiza los tres ejes narrativos del filme.
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Ergo, igual sucede con las transiciones narrativas, con el necesario aumento de planos y con buen manejo de la elipsis (momentos narrativos que no vemos). Sin embargo, el filme se siente alargado sin serlo, creo que es porque maneja menos riqueza conceptual y se excede en batallas que cansan, por más bien logradas que estén visualmente.
Las actuaciones no son tan convincentes (falla directoral). La música de John Williams abunda más de la cuenta, aunque tiene momentos muy oportunos para subrayar imágenes. La fotografía aporta poco ahogada por efectos especiales que no son tan novedosos. Para un espectador bisoño, no es tan fácil enlazar tantas referencias a otros filmes de la saga.
En manos de Disney, a Star Wars: Los últimos Jedi no le faltan secuencias cursis o muñequitos simpáticos pasados de ternurismo: eso es Disney. Pese a ello, hay que reconocerle al director Rian Johnson el buen manejo de distintas emociones entre tanto movimiento bélico, lo que toca fibras de muchos espectadores.
Hay buenas razones para recomendar Star Wars: Los últimos Jedi. Como efecto colateral, su ruido masivo oculta que en otras salas se dan filmes de Enyedi, Haneke, Kaurismaki, Mitre y Zvyagintsev, entre otros, en un Festival de Cine. Es la realidad en contra del cine-arte.
Star Wars: Los últimos Jedi
- Título original: Star Wars: The Last Jedi
- Estados Unidos, 2017
- Género: Fantástico
- Dirección: Rian Johnson
- Elenco: Daisy Ridley, Óscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher
- Duración: 112 minutos
- Cine: Nova, Cinépolis, CCM, Cinemark, Studio, Citi
- Calificación: TRES estrellas ( * * * ) de cinco posibles