No hay aire en Siria. No se puede respirar.
La nueva película de Philippe van Leeuw, Insyriated, es un contundente recordatorio de que la guerra de hoy no es algo que sucede en el campo de batalla, sino en las ciudades, en los barrios, en las casas. En el segundo largometraje del cineasta belga, reconocido director de fotografía, una familia encerrada en su apartamento sabe bien que salir puede costarle la vida.
El filme compite en la sección internacional del Costa Rica Festival Internacional de Cine y se mostró este miércoles en el Cine Magaly (se repetirá, en la misma sala, este viernes 15 a las 6 p. m.). Con actores sirios, palestinos y libaneses, y filmada en Líbano, la cinta ha recorrido festivales de todo el mundo. "Ellos saben de lo que hablan", dice Van Leeuw del reparto. "Conocen la situación. Todos. Incluso el niño".
Desde una de las primeras escenas, el filme de Van Leeuw parece preguntarle al espectador qué haría si se encontrara en tal extremo. Un hombre de la casa sale a la calle y un francotirador lo tumba. La empleada doméstica lo ve, pero la matriarca no quiere que diga nada: si salen, se arriesgan a morir; si dicen algo, su familia podría estar en peligro. Por esa difícil línea moral se va Insyriated, con cuyo director conversamos.
-Decididamente, el conflicto sirio es uno de lo conflictos definitivos de nuestra época. ¿Qué lo motivó a realizar este, su segundo filme?
-Es el tipo de cosas a las que uno está expuesto por los medios y te atrapan. Había estado pasando mucho tiempo en Beirut, del 2010 al 2011. Estaba allí cuando empezaron las protestas en la plaza Tahrir, en Egipto, y todo tenía otro significado.
"Había estado trabajando en Beirut por mucho tiempo y la gente de allí me contaba de su guerra, que yo había seguido a la distancia en los 80. Fue muy chocante ver que la gente se estaba manifestando en las calles y que era blanco de francotiradores. Al mismo tiempo, la comunidad internacional estaba toda dedicada a sacar a Gaddafi de Libia, y el balance, el contraste, la paradoja entre ambas situaciones fue chocante. Creo que te enojas o te indiginas. El enojo puede ser un gran motor para producir algo".
-Puede ser una forma de explicarse a sí mismo cómo pueden pasar estas cosas.
-Absolutamente. No estoy tratando de tratar este tema en términos de geopolítica o de historia, quién está con quién, cómo funciona, y no tomo partido. Lo que me interesa es cómo reacciona la gente ordinaria ante situaciones extraordinarias. Me proyecto a mí mismo allí, y trato de ver cómo reaccionaría yo, qué haría.
-En este filme en particular usted examina el tipo de dilemas morales que afrontan las personas durante conflictos así.
-Eso estaba en mi primer filme también (El día que Dios se fue, 2009). Hay algo de esa posibilidad de ese conflicto renovado entre tu instinto de sobrevivencia y la razón. Si uno tiene tiempo para pensar en situaciones y lugares así y analizarlos, hay cosas que uno nunca haría, pero cuando uno tiene que tomar una decisión de reflejo, una decisión de vivir y morir, y hay que decidir algo moralmente cuestionable con lo que uno tendrá que vivir. Tanta gente afronta eso el resto de sus vidas: personas que han abandonado a sus niños que han tenido que correr por su vida, por ejemplo. Esto es un problema real.
"En este filme, vemos a Oum Yazam (Hiam Abbass), quien debe actuar de cierto modo porque tiene miedo por ella misma, teme por su familia, sus hijas. Ella trata de prevenir que ocurra algo peor. Al principio, ve a este hombre tirado en la calle, asesinado, y ese es el tipo de cosa que uno piensa: si la esposa de él sale, la matarán también y, ¿qué hacemos con el bebé? El bebé será su responsabilidad. Ella no quiere eso en su vida, ya tiene todo su caos propio. Todo esto te bloquea la vista. Ella decide no hablar. Luego ella tiene que arreglárselas con el secreto a lo largo del día, esperar hasta la noche para salir a ver el cuerpo. He visto en documentales y reportajes a personas asesinadas por francotiradores, sin forma de llegar a ellos".
-Un sentimiento que tuve, una de muchas interpretaciones que le di a esa escena es que ese cuerpo es Siria.
-Claro, por supuesto. En el primer filme había solo una toma que decía que estábamos en Ruanda y mucha gente cuestionaba eso, decían que les hubiera gustado saber más de la situación global del conflicto, pero trato de no hacer eso, porque era un hecho conocido en el mundo, y en esta película, lo mismo: reduzco la localización y los hechos del mundo a esta única toma del asesinato por el francotirador.
-¿Cómo llegó a esta historia particular de una familia encerrada en un apartamento?
-(En una situación como esta), primero estás en shock, atestiguas lo que está ocurriendo y quieres hacer algo, pero sabes que eres impotente. Sabía que este asunto era importante y quería tratarlo. Desde que se volvió terrible, cuando los manifestantes se alzaron en armas, sentí que esto iba a ser un desastre y que se podía convertir en una nueva “situación libanesa”, como en los años 80, en el 2011.
"No tenía una historia, pero finalmente, una amiga con la que había estado trabajando, me contó que su padre estaba encerrado en su apartamento de Alepo porque había batallas en su barrio. Esa fue la llave. Eso fue. En vez de un hombre solo, coloqué a una familia y sobre todo mujeres; primero, porque es cierto que casi todos los hombres están lejos, y segundo porque las mujeres son blancos principales en la guerra. Desde hace mucho quería explorar y expresar mis posturas sobre la violación como arma de guerra. Para mí era una preocupación grave".
-Especialmente porque en narrativas mediáticas sobre la guerra es algo poco tratado. Rara vez uno escucha sobre este tipo de violencia dirigido a las mujeres y a destrozar el tejido social.
-Fue algo que vi primero en el conflicto de Ruanda y luego en el conflicto de Kivu (en la República Democrática del Congo), donde miles de mujeres fueron abusadas. Para mí era algo importante y me trae de vuelta a mi pregunta central, qué haces cuando afrontas la muerte, qué haces con tu instinto de sobrevivencia. Lo que ocurre en el filme es ese conflicto entre lo que puedes hacer y aquello de lo que no puedes escapar. No puedo imaginarme a nadie condenando a esas personas en la cocina por no reaccionar.
"Es obviamente una metáfora de la situación siria y la comunidad internacional, o una segunda lectura, al menos. De lo que me doy cuenta es que es justo que no juzguemos a individuos en una situación así porque ninguno de nosotros sabe cómo actuaría, si saldría a rescatar a alguien y arriesgarse en el proceso, pero cuando hablamos de estados, no tiene sentido, tienen herramientas y medios objetivos que sí pueden hacer una diferencia".
-Decidió hacer este filme de una forma claustrofóbica, casi, encerrada, en un solo espacio. ¿Cómo lo desafió eso como cineasta?
-No podía salir del apartamento porque ellos no podían salir del apartamento. Me doy cuenta ahora de que esto podría ser una obra de teatro, y me encantaría que alguien lo reescribiera y lo hiciera una obra. He estado haciendo películas toda mi vida así que sé cómo usar una cámara y qué hacer con ella, y pienso en esos términos. No quería que el aspecto formal del filme se viera demasiado lindo, demasiado bello. Tenía que ser crudo, casi documental, y por eso hay mucha cámara al hombro.
-Este filme ha estado en muchas partes del mundo, incluyendo países donde residen refugiados sirios. ¿Cuál ha sido la reacción?
-Ha habido mayor empatía con la situación de los refugiados después de ver el filme. Eso ha pasado con cualquier audiencia que la ha visto, haya estado al tanto o no de la presencia de refugiados en sus comunidades. Encuentran una empatía real.