Un rótulo luminoso encabezará las tablas del Teatro Popular Melico Salazar durante su estreno de este viernes 12 de mayo.
“Brillo y plumas”, describe Silvia Baltodano sobre el concepto estético detrás del musical Chicago. “Razzle dazzle ”.
Si la Roxie Hart que interpreta Baltodano no fuera encantadora, sería despiadada. Cuando Velma Kelly (interpretada por Isabel Guzmán) la conoce en una cárcel de Chicago, en la década de 1920, sus ambiciones de fama y riqueza se atraen como peligrosos imanes.
“A uno se le olvida que son dos asesinas”, admite Baltodano. “Se olvida por el brillo, las plumas... Es de lo que habla la obra: razzle dazzle (una expresión anglosajona que se refiere a jugar una charada) para que no vean la verdad”.
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La historia de uno de los musicales más queridos de Broadway fue escrita para 1975 en código de sátira por Fred Ebb y condimentada con las sensuales coreografías de Bob Fosse, al ritmo del jazz de John Kander.
“Es una producción con talento nacional. Me voy a atrever a decir que espectacular”, describe Baltodano. “La música es espectacular, la historia es grandiosa. Cada detalle y cada área tiene que ir con eso”.
La versión tica lleva un año en constante movimiento, a cargo de la productora Luciérnaga Producciones con una inversión estimada de $200.000. Es el segundo montaje que el equipo estrenará en el Teatro Popular Melico Salazar, después de debutar en el 2015 con su primera traducción local, el clásico West Side Story .
“De los retos más grandes es llegar aquí”, señala el director Adrián Castro, sentado en una de las butacas del Teatro durante uno de los ensayos técnicos de Chicago . “Hay números (de baile) supergrandes, la banda está atrás, tenemos gente arriba. Nuestro objetivo fue llegar al Teatro lo más armados porque para montar todo esto los cues (cambios) de luces son 450, de sonidos son 100. Tuvimos que llegar con el elenco seguro y con todo planeado”, asegura Castro.
Con todo el jazz . La experiencia con West Side Story le proporcionó a Luciérnaga un equipo técnico confiable. La empresa mantuvo sus alianzas con los diseñadores escenográficos, Óscar Soto y Felipe Ramírez; vestuario, Iciar Tellería y Evelyn Gómez con la marca Carmenta; sonido, Daniel Alarcón; iluminación, Valeria Coghi; y la coreógrafa María Amalia Pendones.
“Ellos hicieron una cosa muy importante: crearon un equipo de producción muy estructurado”, opina Pendones.
Así como Castro estuvo a cargo de traducir a un español “neutro” el libreto original de Fred Ebb, Pendones tuvo la tarea de reimaginar los números de baile de Chicago con el lenguaje de Bob Fosse.
Sin una escuela de Fosse en el país, Pendones y su asistente, Isabel Guzmán recorrieron juntas sus movimientos icónicos y fueron cosiendo en el tejido coreográfico su propia versión de Chicago .
“Tuvimos un taller con Mary Ann Lamb, una bailarina de Fosse maravillosa”, cuenta Pendones sobre una actividad que Luciérnaga organizó por medio de su escuela de teatro musical, La Colmena . “Isabel es fanática del estilo Fosse, lleva años estudiándolo”, añade la coreógrafa.
“Desde el inicio, para las audiciones a todas las personas se les contempló la facilidad para asumir el estilo Fosse. Es muy específico y hay gente que ya tiene la corporeidad para eso”, explica Guzmán.
Igual que ocurrió hace dos años, el elenco de Chicago fue seleccionado por medio de audiciones que evaluaron voz, actuación, baile y “actitud”. La diferencia, concede Castro, fue encontrar intépretes mejor preparados para asumir el triple threat (“amenaza triple” en jerga de teatro musical).
“Nos fuimos con todo”, dice Castro. “Ellos no nos exigen usar Fosse pero Chicago es Fosse y había que darle con todo”.
El equipo de Chicago comenzó los ensayos para el montaje en febrero, junto a un preparador vocal (el cantante lírico y otrora protagonista de West Side Story , Miguel Mejías). Durante los últimos tres meses, la interpretación del baile y el libreto fue realizada en la academia de Pendones, Danzay.
En las últimas semanas, Castro unió a su elenco de 20 intérpretes el último ingrediente, el jazz “sucio” que acompaña las apasionadas canciones: una banda de 14 músicos, proporcionados por la Dirección General de Bandas y conducida por el director de la institución, Juan Francisco Nájera.
Producir y resolver. El escenario de Chicago es una “ciudad estilizada”, como llaman Óscar Soto y Felipe Ramírez a los edificios de PVC que delimitan una plataforma que alcanza los 2,40 metros de alto. Una escalera iluminada con bombillos y luces LED culmina el recorrido para que cada personaje la transite de formas diferentes.
“Todos hemos llegado a habitar la piel del personaje apropiadamente. Pienso como Billy Flynn, analizo como Billy Flynn y trato de serlo durante las dos horas y media del espectáculo”, asegura Adrián Céspedes, quien interpreta a un abogado ambicioso y cínico: su primer rol interpretativo en una carrera de canto pop (forma parte del dúo Plancha Live).
En West Side Story la ciudad se movía con tramoyistas, en Chicago quienes se escurren desde la sombra de sus crímenes hacia los reflectores del centro del escenario son los mismos intérpretes. El armazón “gigante” tiene ingresos laterales desde el primer y el segundo piso.
“Le da más dinamismo a la puesta en escena y le agrega el elemento sorpresa”, explica Soto sobre la construcción.
El equipo menciona la resolución de “problemas” —las adaptaciones que deben hacer del montaje una vez que ya están dentro del Teatro— como una de sus fortalezas.
“Para mí, lo más importante siempre es el personaje”, enfatiza como director Adrián Castro. “Pueden equivocarse en un paso, el vestuario se puede romper... Cualquier cosa puede pasar, pero si mantienen al personaje el público lo va a comprar”, afirma.
Durante las funciones de West Side Story , uno de los problemas fue la interferencia de la frecuencia de los múltiples micrófonos inalámbricos que porta el elenco para no tropezar con cables mientras baila.
La producción de Chicago admite que hay mejoras en las disposiciones técnicas del Teatro Popular Melico Salazar, como una reciente renovación del equipo de técnico para sonidistas y luminotécnicos.
No obstante, persisten las dificultades propias de un país en el que los espectáculos musicales a gran escala son excepcionales: de vez en cuando, las frecuencias de los taxis que aparcan frente al Teatro interrumpen la transmisión de las voces de las esposas homicidas de Chicago .
“Siempre hay problemas, uno llega preparado para los problemas”, resuelve Castro.
Chicago tendrá funciones entre el 12 y el 21 de mayo en el Teatro Popular Melico Salazar. Las presentaciones de miércoles a viernes serán a las 8 p. m. Los sábados tendrán horario doble: a las 2 p. m. y a las 8 p. m. Los domingos la función será a las 5 p. m. Las entradas tienen costos entre los ¢13.200 (cuarto piso) y los ¢35.500 (luneta VIP), pueden comprarse en la boletería del Teatro o el sitio www.luciernagaproducciones.com