Andrés Fernández andfer1@gmail.com
Secretario de Instrucción Pública durante el gobierno provisional de Francisco Aguilar Barquero ( 1919-1920), Joaquín García Monge se propuso dar el primer paso para la reapertura de la Universidad, clausurada desde 1888.
Con ese fin, en noviembre de 1919, se dispuso que una propiedad ubicada al oeste del Parque Morazán se destinara a construir los edificios requeridos por las escuelas y facultades de enseñanza superior existentes, que darían paso así a la deseada reapertura universitaria, en 1921.
No obstante, al no poder cumplirse esta última disposición y habiéndose recibido la donación de otro terreno con el mismo fin en la afueras de la ciudad, en agosto de 1925, la céntrica propiedad aquella fue vendida al señor Juan Rafael Montes de Oca en la suma de sesenta mil colones.
Dicho monto fue recibido por la Directiva del Colegio de Abogados y sería distribuido luego de modo equitativo entre las cinco facultades activas, con miras a la construcción de sus respectivas sedes.
Un país sin universidad. En 1885, Mauro Fernández Acuña fue nombrado Secretario de Instrucción Pública por el presidente Bernardo Soto Alfaro (1885-1888). Desde allí propició una profunda reforma a la educación del país, que reglamentó la educación común, la instrucción normal y amplió la educación secundaria.
Así se crearon el Liceo de Costa Rica , el Colegio Superior de Señoritas y el Instituto de Alajuela, al tiempo que se cerraba la Universidad de Santo Tomás pues, a juicio del ministro y de la élite liberal de la época “de Universidad aquello tenía el nombre y nada más”, como lo expresó Ricardo Jiménez Oreamuno años después.
A pesar de lo polémica que pueda sonar hoy la sola enunciación de la medida, lo cierto es que, desde 1874, de dicha universidad solo funcionaba la Facultad de Derecho. De tal modo, después del cierre universitario, ella quedó funcionando independientemente, a cargo del Colegio de Abogados.
La paradoja, empero, fue que, a pesar de la inexistencia de la universidad, con el tiempo se crearon más escuelas de las que aquella tenía. Así, para 1919 funcionaban, además de la de Derecho, las facultades de Farmacia, Cirugía Dental, la Escuela de Bellas Artes y la Escuela Normal, a las que se sumaría en 1926 la Escuela Nacional de Agricultura.
Por tal razón, en agosto de 1925, recibida la donación de Amalia Lahmann de González de una manzana de terreno al sureste del Cuartel Bellavista, se anunció la edificación allí de la Universidad.
Un año después, Alejandro Alvarado Quirós , presidente de la Facultad de Derecho, anunciaba a su vez que el 15 de setiembre de 1926 se colocaría en ese sitio la piedra fundamental del edificio de la Escuela a su cargo. Para la edificación, se contaba con ¢ 40.000 en caja y se obtendrían ¢ 50.000 más del Gobierno.
Diseño de los arquitectos costarricenses José Francisco Salazar y Teodorico Quirós, aquel sería un edificio de estética neoclásica, y su construcción se contra-taría al ingeniero-arquitecto italiano Enrico Nazari Tanzi, reconocido empresario del ramo residente en Cartago.
El barrio de la Universidad. La manzana en cuestión estaba en las actuales avenidas 6 y 8, entre calles 17 y 19, y era resultado de la extensión de la calle 21 hacia el sur, que abría así un nuevo ensanche urbano. La donación, entonces, puede decirse ahora, fue un sutil movimiento en el juego de la oferta y la demanda de unos terrenos urbanos para los que se pretendía una alta plusvalía.
En cualquier caso, noticias como aquellas, que equivalían a la de la reapertura de la Universidad en ese predio, dieron pie a que la Compañía Nacional Constructora se interesara en habilitar los colindantes terrenos de los Gallegos, “con casas importadas de Estados Unidos, de estilo moderno y apropiadas para los trópicos”, según se anunció ( La Nueva Prensa , 9 de octubre de 1926).
Pronto, dicha empresa presentó a la Comisión Vial un plano completo de la nueva barriada que, ubicada entre barrio Luján y el Cuartel Bellavista, se convertiría en una sola con los terrenos urbanizados por la familia González Lahmann. Por esa razón, el sitio llevaría alternativamente dicho nombre o el de “barrio de la Universidad”.
Paralelamente, para setiembre de 1927, era tan notorio el avance de la construcción de la Escuela de Derecho, que un cronista anotaba: “Se quiere practicar allí, en el local propio, los exámenes finales. Este suceso tendrá una gran trascendencia: es el primer paso, en firme, tendiente a revivir la Universidad de Santo Tomás, que dio nombre y prestigio a la República” ( La Nueva Prensa , 20 de setiembre de 1927).
El edificio de Derecho se ubicaba en el solar nordeste de la manzana dicha y, para enero de 1928, se anunció el inicio de los trabajos correspondientes al de Farmacia, en el solar opuesto o sureste, ambos con frente a la calle 19.
Al mismo tiempo, se anunció la compra del mobiliario del primero, por diez mil colones. Entonces, otro diario comentó: “El Pabellón de la Escuela de Derecho está perfectamente amueblado, lo ha sido con gusto y elegancia: ahora sí tiene aquello verdadero aspecto de Universidad.
”El edificio, de regia y moderna arquitectura, ofrece un aspecto imponente; en su interior es amplio y cómodo, con mucha luz en todas las aulas y aseo e higiene severísima en todas partes; un edificio, en fin, que enaltece mucho el ornato de la ciudad” ( La Tribuna , 16 de febrero de 1928).
La forma. Aquel era un edificio de planta cuadrada y patio central –como solían serlo en el neoclasicismo–. Alrededor, por razones de iluminación y de ventilación, se desarrollaba el programa arquitectónico: en el pabellón frontal, tres aulas y dos vestíbulos, flanqueados por dos cuerpos principales de orden jónico.
De ellos, el sur era un anfiteatro, y el norte, la sala de la Directiva de la Facultad. El pabellón sur era dedicado esencialmente a aulas y el norte a la administración, mientras en el pabellón trasero, al oeste, continuaban los pasillos internos y se ubicaban los servicios sanitarios.
A diferencia de los remates dichos, los pabellones en sí eran de un estilizado orden dórico manifiesto en sus pilastras o columnas adosadas. Concebido al parecer como un edificio tipo, el de la Escuela de Farmacia era casi idéntico a este y construido totalmente también en concreto armado, por el mismo Nazari.
Así las cosas, solo quedaba ya inaugurar el primer edificio de la futura Universidad, algo que se realizaría el 3 de marzo de 1928 con un sencillo acto que presagió, en efecto, la reapertura de 1941.
Aquella magnífica edificación sirvió a la Escuela de Derecho hasta su traslado a la Ciudad Universitaria en San Pedro de Montes de Oca, pero no desapareció sino en la década de 1970, cuando, en medio del frenesí “modernizador” urbano, se construyeron los edificios del Poder Judicial.
Con el primero de ellos desapareció la Escuela de Farmacia, y, cuando se construyó la llamada “plaza de la Justicia” al norte, como una especie de burla a la ciudad cuya memoria construida desaparecía parcialmente, se dejó enhiesto y solitario en la esquina, el cuerpo nordeste de la vieja Escuela de Derecho.