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Es difícil encontrar una fotografía de Rogelio López en la cual no esté sonriendo. Casi cuatro décadas de danzar dejan eso de recuerdo, como seña de una alegre conjunción de pasos, ideas, sensaciones y palabras que el artista guarda por dentro. Ahora, poco a poco, tal conocimiento se consolida y define: es la Escuela López, una forma de entender la danza que ya se enseña en una universidad colombiana y que varias generaciones de estudiantes ticos conocen bien.
Una mañana, en los ensayos de dos coreografías que presentó López Danza en el Teatro Montes de Oca, una decena de estudiantes colombianos de la Universidad Javeriana de Bogotá se reunía con López una vez más, tras haber estrenado con él El ojo de la aguja el año pasado, en Colombia.
Sobre los tablones del teatro de la Universidad de Costa Rica, donde la huella de López ha sido profunda, los estudiantes reflexionaban sobre la pieza creada con él y la experiencia emocional que había significado. “Es una creación de comunidad a partir de la diversidad; no es hablar de la confianza, sino sentir la confianza”, dijo Felipe Reyes.
De la palabra al movimiento hay un paso: en una escena, cada uno pone su cabeza sobre la espalda del otro, apretados en círculo. Esa es la confianza hecha cuerpo. “Lo más importante es saber que como pasamos juntos por eso podemos asumirlo de manera muy amplia, muy generosa”, comentó Laura Monroy.
¿Cómo llegó a pensarse así la danza en la práctica de López y cómo llegó a Colombia? Al repasar la historia del Premio Magón (2012), la danza, entendida como una forma de vida, parece inseparable de una filosofía que transforma.
Crecimiento. “Lo bello del maestro es que si uno baila con él, se entrena con él. No es un coreógrafo que se impone, sino que te entrena en su código desde la clase”, explicó Neva Kenny, profesora de danza y directora de la carrera de artes escénicas en la Javeriana (que incluye teatro, danza y somática, el estudio centrado en el cuerpo y el movimiento).
En la danza, una escuela es una práctica codificada, utilizada para enseñar a bailarines; usualmente, se enfocan en estilos expresivos y técnicas, e inevitablemente contiene una forma de pensar la danza misma. “He pasado por varias técnicas codificadas, como Cunningham, Graham, Limón… Vi algo especial en la técnica de él por dos cosas: uno, que siento que es una escuela, una filosofía, una técnica (las tres cosas) que es completamente inclusiva. Siento que hay otras técnicas en la danza que son exclusivas”, dice Kenny.
Con ello quiere decir que otras escuelas privilegian ciertos cuerpos, ciertas formas de verse y moverse, por tradición u otros motivos. El ballet , por ejemplo, nace en Europa y “exporta” una idea de cuerpo que no calza necesariamente con personas de otros orígenes. “La de López es una filosofía de suma, no de resta, y es muy bonito, porque no se consigue todos los días en la danza. Lo que ha hecho el maestro es como un gran bufet… ¡como es el mundo!”, comenta la profesora. En su forma de enseñar, hay ballet , contemporáneo, yoga, danzas folclóricas…
A López lo conoció en Perú, al lado de la maestra Lili Zeni, hace unos 10 años. “Empezamos a hablar de cómo podríamos sistematizar esta visión de mundo”, recuerda López. Ya en Danza Universitaria, que dirigió de 1978 al 2006, habían ocurrido múltiples reflexiones sobre ello, pero faltaba codificarlo, sistematizarlo, para que se pudiese replicar y enseñar. “La mejor respuesta es que nunca tuvimos tiempo porque teníamos que hacer espectáculos”, dice López.
No obstante, ahora están abocados a la investigación de esta práctica y al registro del pensamiento y la creación coreográfica de López, tanto en Costa Rica (López Danza) como en Colombia. Allí, Kenny recopila textos y videos sobre la filosofía y la pedagogía, sobre esta escuela, que es “original y auténtica”, lo cual “solo se puede decir si se tiene el registro”, dice ella.
Pilares En esencia, la Escuela López se centra en la individualidad de cada cuerpo, la diversidad y la reflexión constante. “La persona es el punto de partida, no la técnica como tal. La técnica debe disfrutar ese proceso de constante diálogo con la individualidad”, detalla López. No se plantea ser la “única” forma de enseñar, sino una entre muchas: abrazar la diferencia.
En esta línea, se empieza por “destraumatizar” el cuerpo, acostumbrado a estar sentado por años mientras “aprende”. Esa domesticación tiene una historia y una ideología; la Escuela López busca la diversidad para valorar el cuerpo.
“Uno no llega al estudio de danza para que le inventen un cuerpo; el cuerpo ya existe. No se trabaja desde la ausencia (decir: ‘usted no sabe hacer esto’)... ¿Cómo le decís a una persona que no tiene técnica si ha tenido una experiencia corporal desde que nació?”, argumenta López.
Una buena postura, por ende, es salud. “Observe en el espejo lo que está y no lo que usted quiere ver”, empieza una clase de López: volver consciente lo inconsciente en el cuerpo, dice el maestro, para que deje de ser un desconocido, porque no es el mismo que otros.
“Había que estar haciendo una adecuación para comprender que ese cuerpo vale por lo que es, por su diferencia, por su particularidad”, considera el artista. “No es una técnica diseñada para personas ‘iguales’ porque de hecho no existen”.
Tal práctica requiere intensivo pensamiento en torno a la palabra (y el acercamiento a filosofía, cine, artes visuales y otras expresiones). “Cuando usted filosofa, usted habla y escribe. ¿Cómo poner en práctica una filosofía hecha cuerpo? ¿Cómo poner una filosofía en un cuerpo? Sentir la idea es pensar el cuerpo”, detalla el maestro.
Nada de esto podría confundirse con un aislamiento del artista con respecto al mundo. Todo lo contrario: en la Escuela López, la postura del pecho alzado y la mirada hacia arriba es un “saludo al cosmos”; hacia abajo, “saludo a la tierra”. Una clase abre y cierra con reflexiones; hay mucho estudio de los textos; todos aportan.
“El resto es la poesía y el encanto del joven, ella y él, buscando cómo expresan sus mundos internos, propio de la Escuela”, dijo López sobre la coreografía con los estudiantes colombianos. Dice López que todo se resume en abrir las ventanas del cuerpo para que entren otras ideas. Se respira mejor dentro de ese cuerpo.