En una bodega ubicada en Calle Blancos de Goicoechea, el trabajo ha sido imparable en los últimos cuatro meses.
Escultores, pintores, vestuaristas, luminotécnicos, ingenieros de sonido, de mecánica y de robótica, soldadores y ebanistas han convertido ese espacioso lugar en oficina de trabajo.
Durante ese tiempo ese equipo se ha encargado de crear cinco de las 12 carrozas que desfilarán este sábado 16 de diciembre en el Festival de la Luz, que recorrerá desde las 6 p. m. el paseo Colón y la avenida segunda.
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Liderados por el diseñador panameño Horacio Prado, cerca de 40 personas se han encargado de elaborar simultáneamente las estructuras con que Coopenae, Claro, Demasa, Instituto Costarricense de Turismo y Municipalidad de San José participarán en el tradicional desfile navideño.
Del total de trabajadores, 10 viajan anualmente desde Panamá para incorporarse al proceso. Los otros son mano de obra costarricense con quienes Prado ha trabajado por años.
La bodega de Calle Blancos se convierte por esas semanas en el centro de operaciones de Horacio Prado y de su equipo de trabajo, pero el lugar también es casa y punto de convivencia.
Cuenta de ello lo dan las botas navideñas –con el nombre de cada colaborador– que cuelgan de las verjas de una ventaja aledaña a la bodega, un árbol de Navidad que reposa en un amplio salón alterno al bodegón, la cartulina con el horario de aseo que está pegada en los exteriores de los baños o los olores a café y pollo frito que vienen de una cocina improvisada.
“Usualmente nosotros rentamos una casa en este tiempo para hospedarnos. ¡Hasta mi suegra se viene conmigo a cocinar porque la comida es distinta! Aquí todo el equipo de trabajo se convierte en una familia y nos hacemos ticos en este tiempo”, resumió Prado.
Según contó, lo arduo de las tareas diarias para esta época los obliga a pasar gran parte del día y algunas horas de la noche en ese lugar; sin embargo, en Hatillo, Horacio Prado alquila para la temporada una casa con el fin de que el equipo pernocte.
Esa ha sido la dinámica desde mediados de setiembre, momento en que el panameño comenzó a dirigir “su orquesta”.
Es la vigesimosegunda ocasión –el mismo tiempo que tiene el Festival de la Luz de existir– en que Horacio Prado destaca como escenógrafo de esa actividad de diciembre.
Como diseñador del Festival de la Luz Prado llegó a solicitud de una alcaldesa panameña amiga del alcalde de San José Johnny Araya.
En 1996 el artista elaboró la primera carroza con que el ayuntamiento capitalino participó en la actividad. Los años posteriores se sumaron solicitudes de otras empresas o instituciones para que se encargara de los carruajes de ellos para el luminoso desfile.
“Había crecido la demanda y había un déficit de escenógrafos. Ahí empezamos a hacer carrozas para empresas u otras instituciones”, dijo Prado.
No recuerda con exactitud si son 16 o 17 premios al primer lugar los que ha ganado durante estos 22 años, tampoco tiene claro cuántas carrozas ha confeccionado en ese lapso, aunque pueden ser más de 60, contando las cuatro que trabaja actualmente en ese taller de Calle Blancos y la otra más que produce pero en un taller de la Municipalidad de San José.
El proceso
Para Horacio Prado y sus colaboradores, cuatro meses son suficientes para elaborar las carrozas, aunque ese es solo parte del tiempo de un proceso que el diseñador gráfico inició de la mano con las empresas desde el primer cuatrimestre de este año.
Ya sea a través de visitas constantes al país o por medio de correo electrónico, Prado despliega a sus clientes varios bocetos de cómo podría ser cada estructura, según el mensaje que deseen transmitir.
“Algunas empresas tienen un norte muy definido sobre sus carrozas; otras no, y solamente me dan una frase y a partir de ahí hay que ‘volarse’ la cabeza. Yo presento bocetos, ideas escritas y otras propuestas más desarrolladas a partir de la idea que más les atrajo”, explicó el diseñador panameño.
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Lo ambicioso de la estructura y sus componentes dependen directamente del presupuesto, mas la cantidad de dinero que cada compañía o entidad decida invertir, no influye en el acabado final de la carroza.
Prado tiene una política: tan bien detallado y fino debe ser el trabajo de una carroza de ¢25 millones como de una con una presupuesto de ¢50 millones o más.
Una vez que el diseñador obtiene la aprobación definitiva, traslada al país a su equipo de artistas. La elaboración de las plataformas (base) que sostendrá la carroza es el primer paso en el proceso de creación.
Continúa el esculpido, en estereofón, de las figuras que darán vida a la carroza (este año fueron más de una docena de personajes) y el ensamble de ellas en la plataforma.
De seguido se le da movimiento a las piezas que lo requieran. Desde hace 11 años, Óscar Castro es el encargado de “animar” las figuras de las carrozas encomendadas a Prado.
“Según las necesidades del diseñador, me encargo de crear los movimiento naturales en todas las carrozas. Es un trabajo complejo porque requiere de muchos cálculos matemáticos pero es bastante bonito”, comentó Castro, un mecánico y soldador apasionado por la robótica.
Una vez concluido ese proceso, comienza la tercera etapa del desarrollo creativo: el color y la iluminación. El artista plástico Juan Castro es uno de los dos encargados de pintar las figuras de estereofón.
“Cuando llegamos aquí todo estaba en blanco. Entonces se procede con el manchado de las piezas y la capa final. En todas las figuras hay que dejar un poco de uno y de su estética de trabajo. Sí hay algunas que requieren un trabajo más minucioso porque son figuras humanas, por ejemplo, que se deben basar en proporciones para los rostros”, explicó Juan Castro mientras detallaba unas estrellas de mar que cubrirán la planta de energía de la carroza del Instituto Costarricense de Turismo.
Al mismo tiempo que Juan Castro daba color a esas piezas, otras personas colocaban telas brillantes y diamantinas en otras de las carrozas, unos más soldaban o creaban piezas nuevas en otros materiales para detalles finales de las estructuras.
En el salón aledaño a la bodega el trabajo era igual de intenso. Ahí el vestuarista panameño José Murillo decoraba los atuendos que lucirán modelos o bailarines que acompañarán a alguna de las cinco carrozas de Horacio Prado.
“Estamos elaborando cerca de 200 trajes. Empezamos con esto hace tres semanas”, afirmó Murillo. A él, en ocasiones, le colabora Isaura Benavides, una costarricense que desde hace seis años trabaja con el equipo de panameños.
La tica se encarga de tareas varias, decorar trajes es una de ellas. ¿Otra? Ser chofer.
Ese día tras conversar con Viva, Isaura llevó a doña Eladia –cocinera y suegra de Horacio– al supermercado para hacer las compras del almuerzo.
Precisamente, aquel olor a pollo frito que salía del salón contiguo a la bodega, era el almuerzo que en minutos serviría doña Eladia al equipo de trabajo, que se perdía entre las grandes figuras de estereofón, las diamantinas, la pedrería, los abalorios y las luces que inundaban aquel lugar.
Desde esa bodega, 40 personas creaban magia y fantasía, las promesas con las que cada año la Municipalidad de San José –precursora del Festival de la Luz– busca aglutinar a más de un millón de personas en una noche que celebra la Navidad en la capital.