'Sorry' es lo que debería decirle Justin Bieber a su público costarricense, por dar una presentación tan anémica y deslucida.
Denota más entusiasmo quien atiende en un restaurante preguntando "¿queso americano o provolone?" que lo que proyectó el canadiense a lo largo de su breve concierto.
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Su espectáculo tiene emoción, pero no gracias al vocalista, sino a su banda, al talentoso grupo de bailarines que lo acompaña y al público, que se pone la camiseta del furor y no la suelta en una sola pieza, vitoreando casi de manera indiscriminada.
La audiencia fiel, eufórica y extasiada también juega un papel protagónico a lo largo del show por algo no necesariamente positivo: grita tan fuerte que impide escuchar apropiadamente la mitad de lo que emite el sistema de sonido.
Mientras tanto, Bieber ni chistó. Su semblante fue prácticamente el mismo durante la presentación entera. Su mirada se dirigía hacia el vacío y sus intervenciones habladas entre un tema y otro se escuchaban vacías, como en automático.
Cuando sus músicos se lucieron en partes instrumentales, el cantante estaba parado en media pasarela, con menos alma que un poste. En otros momentos sus bailarines se movían con ánimo, pero las extremidades del cantante apenas daban señales de vida.
Es importante señalar que, seguro, la fanaticada salió satisfecha, pues Bieber cumplió con lo que se podía esperar de él: que se apareciera en tarima, que las cámaras no lo abandonaran, que cantara cada éxito de su carrera, y que en algún momento se levantara la camiseta y mostrara su six pack.
A una niña o un joven que todo lo que quiere es corear Baby junto al ídolo con el que tiene forrados sus cuadernos, poco le preocupa si hay playback o si el artista sabe tocar bien la guitarra. Al final, volverá a casa con ilusión, sus padres saldrán felices de haberles ayudado a cumplir un sueño y en unos años probablemente todavía les parezca ilusorio que Justin Bieber haya estado en Costa Rica y que pudieran verlo en carne y hueso.
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No les digan entonces a esas personas todavía enamoradas, que su adorado Bieber efectivamente usa pistas a lo largo de casi todo el concierto. No les digan que ni siquiera se preocupó por ocultarlo y, así, ni arrugó una pisca de su rostro cuando se suponía que estaba haciendo modulaciones vocales o alcanzando notas altas.
A nivel personal, no tengo nada en contra del pop juvenil cuando logra su cometido. De hecho, sigo creyendo que el show de los Jonas Brothers en Costa Rica (26/10/2010) ha sido de los más alegres en el país.
Hay innumerables diferencias entre aquel espectáculo -emotivo y lleno de sorpresas- y el vivido este lunes en el Estadio Nacional, pero la principal es que, esta vez, el protagonista careció de espíritu y, por ende, de interés y respeto para la audiencia.
Justin Bieber no es un buen cantante y tampoco es buen bailarín. No es más que un artista soso, muy bien producido. Su show tiene pirotecnia, pero eso vale poco si él no tiene mecha. Y por supuesto que tiene éxito comercial, pero eso es tema aparte.
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EL CONCIERTO
ARTISTA: Justin Bieber.
FECHA: 24 de abril.
LUGAR: Estadio Nacional.