La tarde del domingo, tras los telones del Teatro Nacional, el numeroso elenco de El elixir de amor corría por los pasillos, se turnaba en la silla del maquillaje y calentaba la garganta para un proyecto de ocho meses de gestación.
Entre la aldea italiana que desde ayer y hasta el 7 de agosto se instaló en el escenario, el diseñadorMilo Junco caminaba con los brazos tras la espalda y una sonrisa discreta. “Es como ver nacer un hijo. Creo que es como un parto, ¿verdad?”, confesó el creador del vestuario y la escenografía.
Sobre las tablas, una docena de miembros del Coro Sinfónico Nacional se tomaba fotos y bromeaba entre los muros de piedra y los árboles de la ópera bufa de Gaetano Donizetti. Al fondo se escuchaban las profundas voces del tenor y el barítono, ejercitándose para alcanzar las exigencias del bel canto.
A este hijo, el público lo celebró con espontáneas risas y un aplauso de pie del teatro lleno. Las caprichosas desventuras amorosas de El elixir de amor se verán en siete funciones más, con dos elencos distintos.
Voz. La Compañía Lírica Nacional estrenó así su montaje anual, que se decanta por una pícara energía y un elenco mayoritariamente nacional. La directora escénica, Mary Birnbaum, explicó que deseaba hacer que se sintiese “del 2015”. Sobre escena, se tradujo en vivaces interpretaciones, una coreografía que requería agilidad y amplio espacio para el lucimiento de las voces.
El elenco de estreno incluyó a los invitados William Davenport –como el inocente Nemorino, quien compra una poción para que Adina lo ame–, Stefano Di Peppo (el travieso Dulcamara, quien le da la pócima) y María Aleida Rodríguez, como la indecisa Adina.
Los nacionales José Arturo Chacón y Keren Padilla brindaron firmes interpretaciones, muy aplaudidas, en una ópera que exige timing cómico a papeles de por sí duros vocalmente.
Como el alegre pueblo, el coro se sumó a los enredos provocados por una poción maravillosa que sorprende incluso a Dulcamara. La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta del invitado Marzio Conti, afrontó resueltamente la partitura, animada y dulce.
En una butaca en luneta, una niña miraba lo que ocurría en escena, pero cada vez que la percusión atizaba el ritmo de esta ópera bufa, se volvía hacia los músicos y sonreía. Al final de la función, fue una de las primeras en ponerse de pie para aplaudir.
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La ópera El elixir de amor seguirá en escena hasta el viernes 7 de agosto. La próxima función será este martes a las 7:30 p. m. Las entradas cuestan entre ¢2.000 (galería lateral) y ¢30.000 (butaca). Puede adquirirlas en el sitio web del teatro y en la boletería.