San José
Es fácil desestimar a George Michael y él, durante la mitad de su carrera, se dedicó a aceptarlo y probar cuán erróneo era el prejuicio. Sí, era la estrella de pop perfecta: guapo, talentoso, bailaba, cantaba, sus videos estaban condenados a ser escaparates del pop de fábrica que triunfó en los años 80. Pero él, en el fondo, quería contar una historia diferente. Este domingo 25 de diciembre, falleció a los 53 años.
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Faith, el disco multiplatino con el que se catapultó al superestrellato, tenía ambas cosas. Por un lado, en el video de Faith sacudía las nalgas apretadas en unos jeans desteñidos como correspondía a 1987. Por el otro, estaban la balada incadescente One More Try y su sobrio video: durante la mitad del clip, él es una figura en la sombra, un hombre que está "buscando ángeles / solo tratando de hallar algo de paz". Hacia el fin de la canción vemos su rostro y un único arete, el izquierdo, con una cruz enorme. Es él y su voz, nada más. Una voz privilegiada.
Es fácil ver por qué chocaba tomarse en serio a George Michael a finales de los 80. Él venía de Wham!, donde con Andrew Ridgeley personificaba el carrusel de pop de neón y shorts que dominó la primera mitad de la década. Con canciones como Club Tropicana, sencillo con sabor a mimosa o algún trago peor, y la inevitablemente pegajosa Wake Me Up Before You Go-Go se apoderaron de radios poperas y las cobertura frenética de los tabloides (tan grande era su fama que fueron los primeros artistas populares occidentales en visitar la China comunista).
Pero en 1984, con la tersa y dulcísima balada Careless Whisper, George Michael dio un paso en solitario y triunfó excepcionalmente. Los rumores arreciaban: la separación era inminente. En ese video, George Michael es todo lo que una generación de roqueros aprendió a odiar: perfecto bronceado de Miami o St. Tropez, una melena imposiblemente fluida, chaqueta a rayas y la camisa blanca estratégicamente abierta solo hasta el primer botón. Era demasiado perfecto, demasiado calculado para llegar a las habitaciones de millones de chicas enamoradizas. Lo peor de todo: funcionaba (de 1984 al 2004, él fue el artista más escuchado en las radios británicas).
Es A Different Corner, de 1986, la que mejor anuncia el George Michael posterior. Sí, era sexy todavía, descalzo y de blanco en una habitación pulcrísima. Pero la voz y la letra son las de un poeta: sin salirse del pop, él quería demostrar la ductilidad de un lenguaje pulido, la capacidad de tejer una música elegante y seductora, la seriedad de una visión artística. No hay que olvidar que en esa década vivía la resaca del disco, el punk y el new wave. El dance pop apenas lo habían perfeccionado Madonna, Michael Jackson, Pet Shop Boys, ABBA y The Police (y, claro, Wham!). Eras rudo y rebelde roquero, o eras de la aún subterránea cultura gay, o eras un popero sin agenda ni ideas propias. George Michael se dispuso a probar que se podía ser todas las cosas: un artista.
Faith es la primera prueba de esa empresa y, claro, la controversia que suscitó desde el inicio distrajo de la intención del artesano pop. El primer sencillo fue I Want Your Sex, cuyo video empieza con una modelo en lencería y de ahí en adelante se pone cada vez más atrevido; MTV solo lo trasmitía de noche, y varias radios lo prohibieron. El niño maduraba. Con el video de Faith emulaba a James Dean hiperconsciente de su imagen: una suerte de roquero que se atrevía a ser sexy. Pero de nuevo: lo más fácil era obviar que eran canciones de orfebrería, tallas inmaculadas de un pop refinado y pulido, en el que George Michael tocaba media docena de instrumentos y escribía prácticamente todas las letras. Y a la vez: Sex is natural, sex is good / Sex is something for you and me. Faith vendió 25 millones de copias.
Un artículo de 1988 en Rolling Stone empezaba así: "Mucha gente lo odia. Él lo sabe. Él es, parece, demasiado perfecto, demasiado prefabricado, demasiado explícitamente pop para tomarse en serio". Su siguiente disco fue Listen Without Prejudice, vol. 1: "escuche sin prejuicio". El primer sencillo, Praying for Time, adelanta una veta que exploraría en canciones de los años 90: una crítica social, sí, ligera, pero que atacaba en primer lugar la hipocresía y pregonaba el amor como guía espiritual. En muchas de sus letras de esta época se escucha la voz de un niño que implora por algo de dirección, un alumno que busca algún maestro, una mano abierta que espera recibir alguna luz.
El tercer sencillo de ese disco, claro, es una canción idónea para abrir la década: Freedom '90 (la primera versión fue de Wham!). George Michael se rehúsa a aparecer en el video, dirigido por David Fincher. Les cede el protagonismo a las supermodelos que marcaron la era: Naomi Campbell, Cindy Crawford, Linda Evangelista, Christy Turlington y Tatjana Patitz. Cuerpos, sensualidad, reclamos, sugerencia: nunca vulgaridad. "Todavía pienso que la música es el mayor regalo que Dios le dio a la humanidad", dijo una vez. Solo pensaba en eso.
Luego llegó la primera gran tragedia: un silencio de 18 meses. En 1991, en Rio de Janeiro, George Michael había conocido a Anselmo Feleppa, un diseñador que se convirtió en su gran amor. Porque George Michael, el ícono sexual de millones de mujeres, era homosexual, y apenas se lo había contado a su mejor amigo en 1988. Pero el romance duró poco: en 1993, Anselmo fue una víctima más de la nefasta epidemia del sida. George Michael salió de su silencio para dedicarle Jesus to a Child en los European Music Awards de 1994, frente a la Puerta de Brandenburgo. Nadie sabía que era una despedida a su gran amor. Era una elegía en clave de bossa nova; un nuevo hombre.
Older, su disco de 1996, es ese George Michael. Por un lado, el refinamiento de Jesus to a Child, You Have Been Loved y I Can't Make You Love Me. Por el otro, Fastlove, quizá el máximo himno del hedonismo noventero, un desfile de cuerpos sensuales, frenesí tecnológico, un gancho de los 70 al fondo (el coro de Forget Me Nots) y la cultura de clubes gay, ahora sí, desenfrenada, criaturas salidas por puertas que él, aquel niño bueno vuelto animal erótico, había abierto con su música aparentemente inofensiva. Pura rebeldía bailable.
Si alguien duda de la maestría pop de George Michael, solamente debe escuchar el doble disco compilatorio Ladies & Gentlemen: The Best of George Michael, que vendió 10 millones de copias. Jazz, bossa nova, funk, disco y rock fluyen por complejas composiciones musicales que insisten en ser pegajosas. Desgraciadamente, salió a la luz en plena debacle del arresto de su autor por cometer "actos obscenos" en un baño público californiano. El video de Outside, el primer sencillo, convierte ese baño de su infamia, su salida del clóset suciamente espectacular, en el piso acelerado de una disco. Qué bella y ebria metáfora.
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Luego de eso, George Michael solo sacaría un álbum de estudio más, otros de covers y un par en vivo. Su voz asombra en ellos como la primera vez: dúctil y sedosa, puede susurrar tanto como puede enardecer con proezas en encendidas baladas. Un hombre en control de su sensualidad, ojos que no temen ver de frente. Una voz que desviste.
En un año catastrófico para la música pop, la partida demasiado temprana de alguien como George Michael resume los temores de una era que ya dejó muy atrás el optimismo noventero y la utopía tecnológica de los 2000. Se apagan las voces amargas y filosóficas como la de Leonard Cohen; se acaba el romance Juan Gabriel; se oculta la sensualidad desbordada de Prince; David Bowie cierra una dimensión alterna. George Michael, que siempre quiso ser tomado en serio como aquellos gigantes, se fue sin saber si será recordado en la misma liga, demasiado joven para ponerse a pensar en ello. Pero digámoslo así: George Michael se esforzó por hacer del pop masivo una de las bellas artes. Lo logró.