Hijo predilecto del cantón de Alajuelita, talento incomparable y espíritu noble. El maestro Otto Vargas revolucionó la música nacional y el pueblo costarricense lo amó desde siempre.
Ayer, viernes 3 de febrero, falleció uno de los artistas más importantes para la cultura costarricense, a sus 89 años.
El compositor y músico fue internado en el hospital San Juan de Dios, en San José, hace aproximadamente tres semanas, así lo confirmó su hijo, el periodista Otto Vargas.
“Fue ingresado al hospital con un cuadro de neumonía, el jueves pasado lo operaron de un pulmón y de esa cirugía salió bien a pesar de ser algo tan riesgoso y difícil”, confirmó el comunicador.
“Luego sufrió complicaciones propias de su edad, le empezaron a fallar algunos órganos y finalmente eso es lo que le causa la muerte. Él estaba sereno; ahí estuvimos sus tres hijos, mi hermana Maribel, mi hermana Cecilia y este servidor.
”Estuvieron acompañándonos Carlos Pitusa , quien quiere a papá como si fuera padre y estuvo Gabriel, el mayor de sus nietos”, detalló Vargas.
Sus honras fúnebres serán este sábado, a la 1 p.m. en el Santuario Nacional Santo Cristo de Esquipulas, en Alajuelita.
En medio del dolor por una pérdida tan importante para la cultura nacional, vale la pena rescatar parte del gran legado del Maestro Vargas, un músico prodigioso y visionario, y un ejemplo de constancia y esfuerzo para sus colegas.
Legado. De acuerdo con el periodista Mario Zaldívar, en un artículo que publicó en Áncora , la vena artística de Otto tenía unas raíces muy fuertes. Sus tías eran también cantantes y músicas y algunos de sus familiares. Cuando tenía 10 años, cuenta Zaldívar, Otto comenzó a recibir clases de saxofón con el maestro guanacasteco José Valdelomar Padilla.
Años más tarde, el escenario donde fue descubierto Vargas no podía ser otro más que una tarima ubicada en Alajuelita para los festejos tradicionales en honor a su patrono: el Santo Cristo de Esquipulas; parece que ese fue un muy buen primer paso para que al vecino del pequeño cantón josefino lo conociera toda Costa Rica.
Para bien de la música nacional, don Otto tomó el camino correcto. Siguió con su inspiración y, con gran tezón, formó una de las agrupaciones nacionales con más elegancia artística, benevolencia del sonido y un gran romanticismo, así como con el sabor de la música latina que traían en sus venas: la Orquesta de Otto Vargas, o La Fabulosa, como también se le conocía.
No es de extrañar que con su música varias generaciones hayan bailado en los mejores y más destacados salones de las décadas de los 60, 70, 80 y parte de los 90 con sus boleros, danzones, pasos dobles y hasta bossa nova .
Tocó su amado saxofón con su orquesta por 36 años, pero detrás de su presencia en el escenario hay música hermosa que todavía hoy resuena en los radios de los hogares ticos como Pájaro cantaor , el paso doble Costa Rica y el bolero Solo quiero mirarte.
La fabulosa Orquesta de Otto Vargas – 'Mi viejo San José' [side_to_side]
Se retiró oficialmente de las artes en 1996, pero no dejó de componer, de arreglar y de ejecutar su amado saxofón. Por esa constancia y amor por el arte fue que en el 2008 fue reconocido con el premio Reca Mora máximo galardón de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM).
Tal vez para don Otto, el mejor reconocimiento en vida fue ver a miles de enamorados bailar pegados algunos de sus románticos éxitos.
Más que músico. Sus amigos, colegas, familiares y coterráneos siempre le mostrarán amor y admiración a este ícono de la música nacional.
Javier Valerio, del grupo SonSax, le realizó un homenaje junto a su agrupación en el Teatro Nacional, en el 2015. Curiosamente, don Otto no quiso solo quedarse en las butacas del teatro y pidió formar parte del espectáculo.
“Cuando lo llamé para decirle del homenaje me dijo que sí iba, pero que como tenía 12 años de no tocar saxofón no se animaba a hacerlo; sin embargo, dentro de la conversación como que le picó el gusanito otra vez, me dijo que no tenía saxofón y que si yo le podía prestar uno para tocar porque ya se sentía ‘embarcado’”, recordó Valerio sobre esa ocasión.
Esa noche fue el debut del maestro en las tablas del Teatro Nacional. “La gente no esperaba que don Otto tocara, fue bonito porque interpretó dos de sus canciones.
”Además del homenaje él se sintió muy agradecido por la oportunidad de tocar en el Nacional por primera vez”, expresó el músico.
Otro gran artista que recuerda con cariño a Vargas es su familiar, colega y coterráneo Gerardo Lalo Rojas. Desde Honduras, el saxofonista habló sobre el gran significado del alajueliteño para las artes nacionales.
“Puedo decir que es un privilegio el que uno se pueda despedir de esta etapa de la existencia con una vida llena de triunfos y sabiéndose tan querido por todos. Fue un músico natural, de esos que tienen la vocación, las condiciones, la pasión y el interés por este arte tan hermoso”, acotó Rojas.
El productor musical Luis Jakamo, lo recordó como un músico y un ciudadano ejemplar. “Lo conocí a finales de los años 60 y tuve una amistad muy bonita con él. El maestro fue un gran ejemplo para todos los músicos, una persona muy pulcra en su vida personal y artística. Él siempre nos dio mucha paz”.
Carlos Pitusa Gutiérrez, quien consideraba a Vargas como un segundo padre, prometió lo que muchos músicos han repetido: la música del maestro Vargas no se extinguirá.
“Él fue un gran compositor y gran arreglista, de uno a diez, él solo hacía dieces. Yo me encargaré con mis orquestas de que la música de don Otto siga sonando por todo el país, que su música siga viva”, finalizó.