“Aquí estoy”, gritó la gran Paloma.
Del corazón de la luneta, y no del escenario, se asoma aquella voz inconfundible que de inmediato congela y derrite a todos. Eufóricos, los ticos la ven caminar de entre el público hacia las tablas, pavoneándose y sonriendo como ninguna otra.
¡La diva estaba allí! y ahora, por fin, todos estaban Juntos. Cara a cara, en el Melico Salazar, a punto de consumar un encuentro íntimo y trascendente.
“Se estarán preguntando, qué hago aquí. Había dicho que no volvía más...(se ríe). Pero ya ven, no saben lo que me encanta tenerlos aquí, tan cerquita, casi poder tocarlos”, comentó la cantante española, de 68 años de edad.
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Con su gira Más cerca, Paloma se plantó en el escenario para contar una historia: la de su vida. Deseaba justificar ante su audiencia su presencia en Costa Rica, por lo que por medio de relatos e inolvidables canciones fue reconstruyendo su pasado y su presente.
Por eso la velada comenzó con un par de piezas sevillanas, en una clara alusión a la primera etapa de vida de la cantante. Con tan solo un piano, un chello y su gran carisma perfumando la escena, San Basilio inició así un show en donde hizo gala de su todavía portentosa voz.
“Un día dije que me retiraba en el 2000. Pero ya ven. Siempre me ha gustado llevar la contraria a todo como una forma de no temerle a la vida. Sin embargo, a veces te cansas de nadar contra corriente, pero quien se resiste ante la voz de un caballero andante que te llame Dulcinea”, esbozó San Basilio, en clara referencia a su musical El hombre de la Mancha, que rompió récords de audiencia en su país.
Entonces, con dulzura y sentimiento, Paloma cantó la tierna melodía de Dulcinea. Ataviada con un traje negro y una capa de luces brillantes, ya tenía al Melico en trance.
La piel se erizó luego con Sueño imposible y se animó poco después cuando Paloma se colocó en pleno show una volada falda roja. Comenzó a bailar con gracia y soltura, sorprendiendo con su histrionismo y elegante técnica.
“Yo me hice cantante fue por los trajes”, bromeó la artista, confesando su pasión por las telas y la costura.
Con una pasión que fascina, San Basilio sorprendió después cantando en francés y hasta tuvo tiempo para complacer con dos canciones de los Beatles: Yesterday y Let it Be, pidiendo por primera vez la interacción del público con las palmas. Así recordó los tiempos de su juventud, o mejor dicho los delirios musicales de su generación.
Más tarde, el tema Será que hoy fue la antesala de una confesión que hizo vibrar al Melico: “Luego dije públicamente que me iba para siempre en el 2014. Qué estupidez. Como si fuera así de fácil borrar de un plomazo 40 y tantos años de carrera y dejar de cantar estas canciones con ustedes”.
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¿A cuales canciones se refería? Pues nada más y nada menos que a Cariño mío y a Luna de Miel, dos de los temas más laureados de su carrera. Sus fans explotaron con su esperada intepretación y no dudaron en acompañar a Paloma con sus entusiastas voces.
Ya en confianza, Paloma volvió a cambiarse la falda y se puso más juguetona y vivaz.
“Yo he esquivado muchas cosas en la vida. Me he echo la tonta con la edad y por eso creo que no he crecido mucho todavía”, comentó San Basilio.
Ameritaba que se soltara un poco más en escena, pues solo así se iba a poder cantar Juntos, su popular y movido tema. De una, todo el Melico la acompañó en su osadía.
Reflexiva.
Luego, sin embargo, San Basilio hizo una pausa y reflexionó. Habló de cómo el tiempo pasa inexorablemente y cómo poco a poco se van asomando varios dolores. Habló de lo nietos y su rápido crecimiento, y de cuán importante es para ella compartir con ellos cada segundo.
“No quieres perderte de tus nietos porque te perdiste de mucho de tu hija y te reclamas eso. Y entonces estás en eso y para peores es invierno y llueve”, dijo la artista, todo para introducir el tema Aquellas pequeñas cosas, en un cover del buen Serrat.
Pero San Basilio no se deja ganar por la melancolía. Dijo que ahora vive en el mar, pinta y con la brisa del mar lame sus heridas. Ahí es feliz cantándole a la primavera, a los buenos tiempos.
Incluso, vivir en la costa le permite sentir que puede viajar cuando quiera. Sobre todo a América, que aprovechó para homenajear con estos dos temas: Sabor a mí y Gracias a la vida.
“De niña escuchaba esas canciones. Qué iba a imaginar que años después la vida me iba a permitir viajar allá y conocer a tanta gente”, comentó al respecto la diva.
Pero San Basilio no se detuvo en su introspección personal. Dijo que no quería acabar la carrera sin que su público supiera de ella en esta etapa crucial de su vida. Habló de las luces del escenario, que muchas veces encandilan, y cómo a veces se asoman lágrimas después de cantar.
De halos de tristeza también habló San Basilio, preparando el ambiente para cantar con sentimiento No llores por mi Argentina.
Transmitió tanto con la canción de Evita, que al finalizar nadie del público se quedó sentado en la butaca. La aplaudieron de pie y aquel mujerón pareció derramar un par de lágrimas. Fue el momento más emotivo de la velada.
Con el ambiente sensible, San Basilio interpretó luego temas como Esta vida loca y Por ti volaré. Más o menos al cierre, fueron parte de una despedida en la que la española invitó a no tener miedo, a luchar y a vivir con intensidad.
Fueron sus últimas palabras, sin embargo, las que más conmovieron.
“Como no se si nos volveremos a ver y porque para mí en este momento de mi vida cada minuto es oro liquido, quiero recordarlos así, mucho más cerca”, expresó San Basilio mientras las luces se apagaban y el telón se cerraba.
En medio del estruendo de ovaciones regresó para cantar Alfonsina y el mar, pieza con la que regaló su última sonrisa. Un elegante saludo con sus manos, con gracia y estilo, selló finalmente el íntimo y significativo encuentro.