El antiguo Sanatorio Durán fue la esperanza para cientos de hombres, mujeres y niños enfermos de tuberculosis, pero sus históricos edificios ahora agonizan abatidos por los años, el abandono, los azotes del clima y el vandalismo.
Gran cantidad de investigaciones académicas corroboran el aporte del Sanatorio Durán al país en varios aspectos: gestión de la salud pública, aplicación de tecnología médica de punta, valor histórico y arquitectónico, así como un eficaz modelo de desarrollo autosuficiente.
El más reciente es un estudio técnico del Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura, en el que la historiadora Sonia Gómez y la arquitecta Ileana Vives exponen las características del conjunto de edificios con miras a una declaratoria.
A pesar de que ambas profesionales reconocen en él una serie de valores (contextual, histórico, arquitectónico, simbólico, cultural, auténtico), hay diferencias de criterios sobre si debe declararse o no.
Vives, quien es a su vez la directora del Centro de Patrimonio, sostiene que está de acuerdo con una declaratoria, siempre y cuando haya un plan concreto y viable de rescate del inmueble.
“Una declaratoria es, sin duda, un proceso de legitimación y reconocimiento, pero es un error creer que es una solución mágica para los problemas de deterioro y abandono de un edificio”, opinó.
Vives defiende la idea de que un edificio debe ser restaurado para tener un fin. “Poner en valor significa rehabilitar un edificio para darle un uso igual o distinto al original, siempre y cuando se respete su tejido histórico”, explicó, y añadió que una declaratoria para un edificio que no tendrá un uso definido es como “una sentencia de muerte”.
“El principal enemigo de un inmueble no es el vandalismo, la intemperie, ni los sismos... es la falta de uso pues un edificio en desuso se expone al abandono, a la falta de vigilancia y al deterioro”.
Si bien todavía deber hacerse una evaluación más exhaustiva, Vives calcula que el costo de restaurarlo podría ascender a ¢4.000 millones.
“Son más de 14.000 metros cuadrados de obra, por lo que esa suma solo cubriría la restauración del cascarón. A eso hay que agregar la instalación del sistema eléctrico, el sistema de aguas, el mobiliario y todo lo demás”, comentó.
Según la directora del Centro de Patrimonio, esta institución cuenta con un presupuesto máximo de ¢1.200 millones para el 2014. “Quiere decir que si el Centro asume la restauración del Sanatorio tendría que olvidarse de invertir en otros edificios. Eso no es posible”.
La funcionaria adelantó que actualmente el Centro de Patrimonio trabaja en un proyecto de “puesta en valor” del Sanatorio Durán con el apoyo del Colegio de Arquitectos; sin embargo, la propuesta está apenas en una etapa preliminar.
Desde 1990 la propietaria del conjunto de edificios es la Unión Nacional de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (Upanacional). Según informó el secretario general de dicha agrupación, Guido Vargas, en la propiedad del antiguo Sanatorio funciona una finca lechera y trabajan cinco personas a tiempo completo, quienes se encargan de labores de limpieza, mantenimiento, jardinería y seguridad. El sitio está abierto de lunes a domingo de 8 a. m. a 4 p. m. para el turismo y a cada visitante se le cobra ¢1.200 por derecho de entrada. La secretaria administrativa, Kattia Ramírez, informó de que se recibe un promedio de entre 2.000 y 2.500 visitantes por mes.
Vargas aseguró que ellos están de acuerdo con una declaratoria de todo el conjunto, pero carecen de los recursos para invertir en una restauración. “Los ingresos por concepto de la producción lechera y por cobro de entradas apenas alcanzan para cubrir los salarios y el manejo de la finca”, aclaró.
Además, añadió que no quisieran declaratoria para el edificio que fue un antiguo pabellón para pensionistas. Ese el inmueble que está actualmente en uso pues funciona como un espacio para capacitaciones y otras actividades de Upanacional. “Ahí se invirtieron unos ¢50 millones y tiene todas las facilidades y alojamiento para 100 personas”, dijo Vargas.