Edad 86 años
Estado civil Casado
Profesión Arquitecto
Nacionalidad Mexicano
Usted defiende la idea de que la arquitectura debe ser útil y habitable. Sin embargo, esos parecen conceptos intrínsecos a ella. ¿Por qué defenderlos entonces?
El objetivo de la arquitectura es servir al usuario. La arquitectura no se puede captar con fotografías porque no es un objeto.
"La arquitectura se vive, se habita, se usa".
¿Cree que algunos arquitectos se han dejado deslumbrar por la estética?
Si algunos arquitectos piensan que la arquitectura es puramente valor plástico entonces están equivocados de profesión. La mejor definición que se tiene de la arquitectura, y es eterna, es: 'El arquitecto debe ser un profundo conocedor de su oficio y debe tener siempre su acción ajustada al respeto del medio y a su época'. Pueden existir soluciones espectaculares que si no están aplicadas a un sitio adecuado están equivocadas. Se debe respetar la tradición cultural, la sensibilidad, el entorno y, solo como instrumento indispensable, la tecnología.
¿Por qué pone énfasis en que la tecnología es un instrumento?
La tecnología es solo el medio para realizar las cosas, no el fin. El arquitecto es un técnico que puede producir belleza si acierta en el respeto al usuario, en el uso racional de la técnica de construcción y los materiales y, sobre todo, en el respeto de la forma de vida del usuario. El arquitecto solo por consecuencia puede producir obras de arte, pero ese tampoco debe ser su fin.
Usted ha sido un arquitecto importante e influyente durante muchas décadas. ¿Cómo ha logrado mantenerse vigente?
Siendo muy objetivo de las condiciones del momento en que he trabajado. Lo que he hecho es respetar el medio social, así como los recursos económicos; estar al máximo al día de la técnica en el preciso momento en que se tiene un trabajo. Todo es cambiante: la forma de vida, la técnica, las necesidades.
A su juicio, ¿cuáles son las premisas que la arquitectura contemporánea no debe olvidar?
No debe olvidar las necesidades sociales que han surgido de la explosión demográfica y de las limitaciones económicas. Cada vez somos más y cada vez tenemos menos. La arquitectura debe proponer soluciones para estos tiempos.
Los expertos mencionan al Museo de Antropología de México, al Estadio Azteca o a la Basílica de Guadalupe para hablar de su trabajo. Sin embargo, ¿cuál es la obra que mejor representa su trabajo como arquitecto?
La menos fotografiada y la menos publicitada, que fue una serie de escuelas prefabricadas que hice en la década de los años 60. Se levantaron 35.000 de ellas en tres años. El proyecto lo conoció la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y adaptó la solución a 20 países del mundo.
"Este proyecto fue el que me dio credibilidad en las revistas de arquitectura y frente al gobierno mexicano. Había una gran necesidad de alentar la educación y usamos el sistema 'Dando y dando', en el cual nosotros dábamos el terreno y la construcción del esqueleto metálico de la escuela, mientras que la comunidad ponía las paredes con materiales del lugar. Por ello es que había escuela de estas con paredes de mármol, adobe o ladrillos. Después de esto, les dábamos mobiliario y un maestro. De esta forma, los habitantes de esa escuela sentían que era de ellos".
¿Ese también fue el proyecto que más retos le generó?
Sí, fue ese porque antes no existían antecedentes en México de hacer arquitectura en serie.
Insiste en el respeto a la tradición mexicana. ¿Por qué?
En realidad, he insistido en el respeto a la tradición del país donde trabaje. He trabajado en muchos países (Suiza, Tanzania, Egipto, entre otros) y a ellos no les interesa tener una obra mexicana, sino una obra eficiente y que se adapte a sus necesidades.
¿Qué es lo que más le preocupa de la arquitectura que se realiza ahora en América Latina?
Cuando se olvida del respeto a la tradición, a la sensibilidad y a los recursos de los personas. No obstante, también hay soluciones que sí saben trabajar en su medio y le cito un ejemplo de Costa Rica: el Museo de Oro Precolombino -Museos del Banco Central- es una obra excelente porque armoniza los requerimientos de la construcción, de la arquitectura y de la museografía. Otro acierto del museo es su ubicación (bajos de la Plaza de la Cultura).
Se han construido edificios que aspiran a ser obras de arte en sí mismas, como los museos Guggenheim. ¿Qué piensa de esta tendencia?
Obedecen a una demanda de otro tipo. Una obra tan estupenda como el Guggenheim de Bilbao despertó a esa ciudad y le impulsó un desarrollo urbano y arquitectónico enorme, así como mucho turismo y admiración. Claro, se construyó en un momento económico de excepción. A veces colegas europeos me preguntan que por qué en América Latina no hacemos obras tan sensacionales como esa y yo les respondo: 'No es que no sepamos, es que no tenemos dinero con qué hacerlo'.
Usted sigue trabajando, ¿ha pensado en retirarse?
Sigo ejerciendo mi profesión. Trabajo mucho y no pienso en la jubilación. Además, ahora estoy en la época en que las obras cumplen años, como el Museo de Antropología de México que ya tiene 40 años. La gran satisfacción que me queda es que aunque los países avanzan y cambian, mis obras siguen estando allí.