Edad: 47 años
Nacionalidad: Costarricense de origen argelino.
Profesión: Profesor de literatura y filosofía
¿Por qué escribir una novela acerca de este tema?
Cuando llegué, en los años 90, estaba comiendo con los profesores en la “calle de la Amargura” y pasó uno de estos niños, y me afectó mucho su pobreza. Así que me propuse hacer algo y empecé a ver cuál iba a ser mi aporte. Comencé a hacer como una investigación sencilla para un artículo, pero cuando hice el trabajo de campo en la cárcel y en precarios, como La Carpio, se me escapó de las manos y se convirtió en un ensayo extenso. Posteriormente me di cuenta que hay muchos ensayos muy buenos de expertos acerca de este tema, pero que no había novelas sobre los niños de la calle. Creo que a través de la novela uno puede expresar más cosas.
¿Qué ángulo de este problema presenta esta novela?
El lado más oscuro de la problemática. Es un libro escrito en primera persona para que sean los sin voz y sin techo los que digan su dolor; es una forma de darles la palabra. Para esto, en la búsqueda de la verdad tuve que disfrazarme de cura y hasta de un turista con instintos perversos.
¿Por qué tuvo que usar esos disfraces?
Para que la gente hablara.
¿Esta novela es una denuncia?
Sí, es una denuncia, pero también es una propuesta. Por ejemplo, en ella se dice que se puede crear la Casa de Esperanza en Centroamérica para dar techo a los 20.000 niños de la calle en la región.
¿Cómo se empapó un profesor de literatura y filosofía de la realidad de los precarios y de esos niños de la calle que parece tan ajena a las aulas universitarias?
Como decía Descartes, no soy un filósofo de oficina. Flaubert, para describir el suicidio de Madame Bovary, tuvo que ir como 10 veces a los hospitales para describir cómo fue ese momento. Durante dos años yo hice investigación de campo y documental: visité precarios, conversé con niños de la calle y consulté mucha documentación.
¿Por qué tanto rigor en la investigación?
Por influencia de Balzac y Zola, uno ve cómo esos autores incorporan la investigación de carácter científico a las técnicas narrativas. De esta forma, la novela permite ir más allá que un ensayo.
Se dice que su novela cuenta cómo el abandono y la injusticia engendran bandidos que siembran el temor en las calles. Alguien podría argumentar que no todos los que nacen en abandono e injusticia se vuelven delincuentes...
Es cierto, no todos. Para evitar este sesgo, la novela habla de cuatro niños: Beto, quien se convierte en delincuente, pero también de Anthony, Pablo y Carlos. Por ejemplo, Anthony creció y se convirtió en constructor; Pablo se hizo un gran bandido y Carlos llegó a ser agente de turismo.
¿Saldó ya su deuda con el tema de los niños de la calle?
Espero que esta novela sea un grano de arena acerca de este tema. Lo que más me gusta es lo que me dijo una joven de 17 años después de leer el libro: “Se me salieron las lágrimas; es un grito del corazón”. Creo que Sin voz ni techo es un grito del corazón de los niños de la calle.