Isaac Ortega Barboza, María de la Paz Cervantes Bonilla y Jossette Richmond Sagot son niños que no se conocen entre sí, pero tienen mucho en común: en el curso lectivo 2014 ingresarán por primera vez a preescolar, primaria y secundaria, respectivamente.
Por un lado, se muestran ilusionados de comenzar una nueva aventura, pero, por otro, dicen estar temerosos ante el cambio de ambiente. Sus padres sufren lo mismo y sus historias ejemplifican lo que viven muchas familias.
“Trato de estar tranquila, pero sí pienso en cómo irá a reaccionar ese primer día. Siempre ha estado en la casa. Espero que lo maneje bien”, comenta Roxana Barboza, la mamá de Isaac.
El niño espera con ansias ser alumno regular del kínder Enrique Pinto Fernández, en San Rafael de Alajuela.
María de La Paz, de 6 años, está deseosa de aprender cosas nuevas, jugar y hacer amigos. Ella cursará el primer grado en el Saint Joseph School, donde había hecho su preparatoria, por lo que el cambio quizá no sea tan dramático, confía su madre, Verónica Bonilla.
El usar un nuevo uniforme y enfrentarse con más responsabilidades en el Colegio Sonny, en Cartago, es algo que mantiene muy emocionada a Jossette, de 12 años.
Sin embargo, sí confiesa que le asusta un poco ser parte de la “mostacilla”, como les llaman a los estudiantes de sétimo.
“Ella es muy responsable y sé que saldrá bien librada, pero tengo un poco de susto con los primeros exámenes porque me han dicho que muchos los rayan; la metodología es muy distinta a la de primaria. Además, tienen que adaptarse a diferentes profesores para todas las materias; el cambio es grande”, expresa su mamá, Vivian Sagot.
Reto. Sétimo, de por sí, es uno de los años más difíciles, según estudiantes, padres y educadores.
Las estadísticas los respaldan. En el 2013, 13.963 muchachos repitieron ese nivel. Datos del Estado de la Naci ón revelan que 16 de cada 100 jóvenes que cursan sétimo abandonan sus estudios.
En primer grado, la cifra de reprobación ha sido alta, cerca del 12%. No obstante, a partir del curso lectivo 2014 ningún niño de ese nivel repetirá el año porque el Ministerio de Educación Pública (MEP) unirá primero y segundo grados para facilitar el aprendizaje de leer y escribir.
Desde el punto de vista de la psicopedagoga Karina Picado Vargas, es normal que los niños y adolescentes y sus papás sientan dudas o temores por el ingreso a grados de transición, como preescolar, primer grado y sétimo.
Además, es común que los más pequeños sufran de “angustia por separación” y, por lo tanto, podrían llorar o hasta hacer berrinches los primeros días de entrada a clases.
Estas y otras reacciones, según ella, obedecen a factores como el grado de apego o codependencia con padres o cuidadores; el miedo a lo desconocido; problemas para adaptarse e incorporar nuevas personas, ambientes o reglas y la forma de crianza.
Para manejar estas situaciones, Picado aconseja a los papás ir a conocer previamente el centro educativo, contactar al niño con amigos y maestros antes de entrar a clases, e ir a dejarlo, transmitiéndole confianza.
¿Qué se le puede decir a los papás que también están ansiosos?
“Deben identificar internamente sus propios temores con respecto a su hijo o al desempeño de este, analizarlos, buscar el origen para encontrar una solución práctica.
”Incluso, deben analizar si temen que sus hijos fallen en alguna meta personal que ellos quisieron alcanzar, o se le dificulte aceptar a su hijo con sus fortalezas y debilidades”.