La concatenación de una serie de fenómenos derivados del cambio climático están acortando metros a las playas del país y poniendo en riesgo las comunidades costeras cuando el mar toque a las puertas de sus pobladores.
Así lo evidencia un estudio realizado por investigadores del Programa de Cambio Climático y Cuencas del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) para el proyecto Biomarcc-Sinac-GIZ .
No es solo que el turista ya no tendrá dónde asolearse o las tortugas marinas no encuentren dónde desovar, sino que la pérdida de costa y el alza en el nivel del mar afectarán las actividades agrícolas, los servicios públicos, como el abastecimiento de agua potable, los caminos y los asentamientos humanos.
Según el estudio del Catie, y tras evaluar las vulnerabilidades de 59 distritos costeros, 13 tienen un riesgo alto o muy alto de afectación en sus vías de comunicación.
La mayoría de los distritos costeros dependen de la pesca como una forma de subsistencia. Con el aumento de la temperatura del agua, los arrecifes se verán impactados y con ello, la cuna de especies marinas de interés comercial.
Humedales y acuíferos también se verán dañados por la salinización, lo cual comprometerá la disponibilidad de agua dulce.
Aunque varían en metodología, lo dicho por el Catie coincide con la información recabada durante 20 años por investigadores del Módulo de Información Oceanográfica del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Más del 40% de las playas de Puntarenas, Limón y Guanacaste presentan erosión: el mar está carcomiendo sus bordes. Eso se ve en las pronunciadas gradas de arena y el colapso de la vegetación, como palmeras arrancadas de raíz.
En 12 de esas playas, y según Omar Lizano del MIO-Cimar-UCR, el problema es grave. Este es el caso de Brasilito y Marbella en Guanacaste, Tárcoles, Herradura y Caldera en Puntarenas, así como Cahuita en Limón, entre otras.
“La actualización del atlas digital del país contrastó los límites de costa registrados en las hojas cartográficas del siglo pasado con los observados en imágenes satelitales recientes y documenta 30 alteraciones en ambas costas”, se lee en el estudio del Catie.
Erosión costera. Existe una estrecha relación entre los océanos y la atmósfera, que es evidente en el transporte de calor.
Los gases de efecto invernadero (GEI) que se acumulan en la atmósfera, producto de la combustión de hidrocarburos y otras fuentes, aumentan la temperatura superficial del agua e incrementan el nivel del mar debido al deshielo de los polos.
Esto provoca una expansión del agua y esta tiende a “robarle” metros a la costa. “Son milímetros (mm) al año y la gente dirá que es algo pequeño, pero en masa de agua eso significa metros de retroceso en la costa; es el mar metiéndose entre dos y seis metros”, dijo Lenín Corrales, experto del Catie.
Según las proyecciones para el período 2010-2040, realizadas por el equipo de Catie, la expansión térmica alcanzará 2 mm al año en el Pacífico y 2,8 mm en el Caribe.
El alza de la temperatura del mar también incrementa los sistemas de alta y baja presión, lo cual acelera el viento. Esto, a su vez, genera más energía en las olas que rompen con más fuerza en la playa, empeorando la erosión.
La situación se agrava con el deterioro de los manglares y arrecifes, que amortiguan el oleaje, debido a la contaminación y sedimentación que acarrean los ríos.
Las áreas silvestres protegidas también funcionan de barrera natural a los embates del mar, pero sufren amenazas por la degradación.
“El tema de adaptación al cambio climático en lo marino costero pasa por una atención urgente a las amenazas no climáticas, que en el país siguen siendo sistemáticas. Hablar de cambio climático nos pone como país a hablar de una política más integral y no el cambio climático como una cuestión sectorial”, comentó Corrales.
Según Corrales, en la primera comunicación nacional que se realizó de la Convención sobre Cambio Climático , que data del 2000, se dieron una serie de recomendaciones, como pedir a los desarrolladores construir a 600 metros de la costa y a 200 metros de los manglares.
“También se habla de la necesidad de que la agricultura se retire de las zonas de humedales, porque –si por adaptación natural– los humedales se quieren mover pues van a chocar con arroz o palma africana”, señaló Corrales.
Proyectos de ley. Ni la ley que segregó al pueblo de Manzanillo del Refugio de Vida Silvestre Gandoca, ni la ley sobre zonas urbanas litorales incluyeron los escenarios climáticos que se avecinan.
“Esas son las grandes contradicciones. Tenemos la evidencia de que en las últimas dos décadas el mar en el Caribe se ha expandido y está erosionando el sur de Limón, pero aprueban una ley para segregar Manzanillo para que la gente viva cercana al mar”, dijo Corrales.
Tampoco los contempló el proyecto de ley sobre territorios comunales costeros, también conocido como Tecocos.
Este plan pretende dar una concesión comunitaria en la Zona Marítimo-Terrestre (ZMT) a más de 200.000 personas de 75 comunidades costeras, quienes ya viven allí, y así evitar el desalojo.
“Conforme el mar va ‘tragando’ tierra, se va corriendo la línea y evidentemente la concesión se mantiene”, comentó Franklin Corella, diputado del Partido Acción Ciudadana (PAC).
Para Omar Lizano, oceanógrafo del Cimar, la ZMT debe ser dinámica por una cuestión de seguridad, y para ello, se debe contar con un registro continuo del nivel medio del mar. La última medición se hizo en la década de 1980.
“La ZMT dice que 1,15 metros sobre el nivel medio del mar se determina el inicio de los 50 metros públicos. Eso depende del nivel medio del mar y si estamos hablando de que está aumentando, la zona pública debería subir también”, dijo.
Corella confía en que el plan regulador de las municipalidades incorpore este tema ambiental.
“A diferencia de la ley de ZMT que exige la expulsión inmediata de quienes allí viven, Tecocos habla de reubicación con apoyo municipal”, agregó Rónald Vargas, diputado del Frente Amplio.
Luis Zúñiga, líder comunal, admitió que el plan de ley carece de los escenarios climáticos.
“Tecocos se empezó a gestar hace 10 años y tiene seis en la corriente legislativa. Evidentemente no voy a pedirle que considerara, con el rigor científico que se ocupa, el tema”, manifestó Zúñiga.
Eso sí, el líder comunal urgió al Gobierno a emprender procesos de planificación y priorización hacia futuro. “Hay casos muy serios y las consecuencias son a muy corto plazo”, recalcó Zúñiga.
Según Lizano, en menos de 10 años se verán los impactos en esa zona pública de 50 metros.