En el Parque Nacional Manuel Antonio, en Puntarenas, los monos, mapaches, garrobos y pizotes han cambiado su dieta, reemplazando los frutos y hojas del bosque por galletas, aperitivos, golosinas y frutas con alto contenido de azúcar.
Debido a ese cambio en sus hábitos alimentarios, los animales están en riesgo de sufrir problemas en los huesos, obesidad, diabetes y caries.
Estos alimentos son más accesibles a la fauna a causa del turismo, ya sea porque los visitantes les dan esa comida para así poder fotografiarlos o porque ellos aprovechan los descuidos de las personas para hurtarla.
Ante esta situación, el Área de Conservación Pacífico Central (Acopac) prohibió el ingreso de alimentos al parque nacional a partir del 6 de abril.
Según Bolívar Salazar, administrador del Manuel Antonio , la nueva directriz se deriva de una modificación al reglamento de uso público del parque, que recibe a 360.000 personas al año.
“Lo que se pretende con la medida es regular. Le pongo un ejemplo para darle contexto: años atrás llegaban las familias con la olla de arroz con pollo e incluso con la cocina de gas, pretendiendo cocinar dentro del parque. Eso ya no será posible”, comentó Rosa María Montero, encargada de turismo de Acopac.
La nueva norma también permite excepciones. Se eximirá a las personas que, por su condición de salud, requieran ingerir alimentos cada cierto tiempo.
Para dar una alternativa, la Administración ya trabaja en un proyecto para delimitar un área exclusiva y controlada para el consumo de alimentos.
Eso incluirá un estricto manejo de los residuos. “La gente cree, con buena intención, que dejando los sobros de las frutas están ayudando al animal y no es así”, comentó Salazar.
También se baraja la posibilidad de dar este servicio de comidas en concesión, bajo el mismo esquema en que se opera en el Parque Nacional Chirripó.
Aunque ya se adjudicó esta concesión a una organización local, esta aún no está lista para ofrecer el servicio y cumplir así con los requisitos que demanda este parque nacional.
“Hubiera preferido que eso (la concesión) ya estuviera funcionando, para ofrecerle una alternativa a la gente”, manifestó Salazar, quien aclaró que se decidieron por la norma debido a la gravedad de la problemática y no pudieron esperar más.
Esta Semana Santa, y en coordinación con el Instituto Internacional en Conservación y Manejo de Vida Silvestre (Icomvis), de la Universidad Nacional (UNA), los guardaparques brindarán información a los visitantes.
“Manuel Antonio es parque nacional y su objetivo es proteger la vida silvestre. Necesitamos la colaboración de las personas, porque están visitando un área protegida”, dijo Grace Wong, investigadora del Icomvis.
Problemas de salud. Las enfermedades en monos y mapaches resultan del cambio de dieta, la cual les provee algunos nutrientes en exceso como grasas y otros de manera deficitaria como calcio.
“Los monos y mapaches son omnívoros. En la naturaleza ellos comen proteínas de origen animal (insectos, huevos o presas), frutos que son fibrosos y bajos en azúcar, así como hojas en el caso de los primates. Eso, en forma balanceada”, explicó Andrea Brenes, investigadora de la Escuela de Zootecnia de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Los animales omnívoros son oportunistas, comen lo más sencillo de conseguir. Eso facilita que se acostumbren a los alimentos que los humanos les dan, ya sea con intención o por descuido.
“Los animales, por ganarse la comida gratis, hasta hacen un espectáculo”, advirtió Salazar.
Las frutas, según Brenes, contienen mucha agua y azúcar, pero poca proteína y calcio.
Los alimentos preparados, como galletas y pan, son ricos en carbohidratos de fácil digestión, que se convierten en grasa si no se usan, así como pobres en proteínas, vitaminas y calcio. Tampoco poseen un perfil completo de vitaminas y minerales.
En cuanto a los aperitivos o snacks , estos son altos en azúcar, grasa, sal y preservantes que irritan el sistema digestivo.
Según Brenes, las deficiencias de calcio y fósforo causan problemas en los huesos, en el adecuado crecimiento de las crías y descalcificación en las madres.
“Si la hembra no consigue el calcio de la dieta, la va a sacar de sus huesos y con cada parto, va a estar más debilitada y sus crías cada vez más débiles”, declaró Brenes y añadió que eso tiene sus consecuencias, a largo plazo, para la población.
Al ingerir tanta grasa y almidón, los animales sufren de obesidad, diabetes y lipidosis (acumulación de grasas en tejidos, incluso en órganos como el hígado).
Estos son animales que pueden presentar problemas de caries. “Los animales silvestres, cuando muerden los frutos, las semillas o cazan una presa y desgarran la carne, ejercitan las encías y se limpian los dientes.
”Cuando sustituyen esos frutos que son duros por alimentos suaves como frutas o pan, no tienen material abrasivo para que se limpien. Se acumulan los azúcares en los dientes y se hacen las caries, mientras que la falta de ejercicio bucal los hace más propensos a desarrollar problemas de gingivitis y al haber problemas de encías, se debilitan los dientes y pueden perder piezas dentales”, detalló Brenes.
Los envoltorios pueden causar obstrucciones intestinales. “Ellos no entienden que el plástico no se come”, señaló Salazar.
La problemática se agrava cuando las crías aprenden esta conducta de los adultos, entonces no son capaces de buscar alimento, por su cuenta, en el bosque.
“Como es comida tan rica para ellos, es muy fácil que se adapten a comerla y el problema es que no sabemos el porcentaje de la dieta que están sustituyendo con estos alimentos de consumo humano”, puntualizó Brenes.
Según Brenes y Wong, el cambio en la dieta podría afectar a las poblaciones a largo plazo.
“Habría que ver hasta que punto la sustitución de la dieta está afectando el éxito reproductivo de las especies”, acotó Brenes.
“La población de carablancos es pequeña. Si la ponemos en riesgo, pues vamos a perder a una especie en el parque”, dijo Salazar.
Otros problemas. Esta situación también provoca cambios en el comportamiento de las especies.
Por ejemplo, y según Wong, las monas son capaces de dejar a la cría a un lado con tal de ir a agarrar el alimento que le ofrecen.
Los mapaches, que son especies nocturnas, variaron sus horarios. “Empezaron a hacerse dependientes de la alimentación que traen los turistas y ahora se les ve de día”, comentó Salazar.
También, al hacerse más confiados, estos animales son más vulnerables a los depredadores y a las personas que los buscan para convertirlos en mascotas.
Incluso, se han dado casos de agresividad en monos y mapaches que exigen comida.
Asimismo, y según Wong, existe el riesgo de transmisión de enfermedades por contacto directo entre personas y animales, lo cual pone en riesgo a ambos.
El bosque y la agricultura de las zonas aledañas también se perjudican de ese desequilibrio en los patrones de alimentación.
Los monos, por ejemplo, son dispersores de semillas. Comen los frutos de los árboles y al defecar, dejan la semilla en otro sitio. De esta manera, el bosque se mantiene en equilibrio.
Si los monos dejan de consumir los frutos de los árboles, la posibilidad de nueva vegetación se ve limitada, con su consecuente impacto para otras especies.
Otro ejemplo, los monos carablanca consumen insectos y se convierten así en controladores de plagas para la agricultura. En su ausencia, este servicio ambiental que ofrece el parque a los cultivos de la zona se pierde.
La medida tomada por Acopac está lejos de ser antojadiza y los guardaparques esperan la comprensión de los turistas.