Guardaparques de tres áreas silvestres protegidas aprenden a bucear para conocer el estado de la biodiversidad marina y monitorear sus cambios en el tiempo.
En estas capacitaciones participan 16 guardaparques provenientes de los parques nacionales Cahuita (Talamanca) y Santa Rosa (La Cruz), así como del refugio Playa Hermosa (Garabito).
En estas tres áreas protegidas se implementará el proyecto piloto de monitoreo ecológico, con el cual se pretende evaluar playas rocosas y arenosas, arrecifes de coral y anidación de tortugas marinas.
La información científica que se derive de esa evaluación permitirá a los guardaparques tomar decisiones para mejorar el manejo de las áreas marinas. Por ejemplo, el monitoreo resulta muy útil para detectar a tiempo especies de organismos invasores que modifican los ecosistemas, o determinar causas de mortalidad en peces u otros animales marinos nativos del lugar.
“De esta forma, los guardaparques pueden tomar medidas de inmediato o recurrir a otros”, comentó Damián Martínez, del Proyecto para la Consolidación de Áreas Marinas Protegidas, el cual está impulsando las capacitaciones en buceo y el monitoreo.
El proyecto es liderado por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y es implementado en conjunto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF).
Ecosistemas en la mira. En el marco del plan se contrató una consultoría con tres expertos para elaborar un protocolo que incluyera 21 indicadores útiles para el Sinac en la toma de decisiones, y que ofrezcan la posibilidad de implementarlos, con los recursos disponibles, en las áreas marinas.
“Ahorita hay muchos protocolos, pero con metodologías distintas y cuando se intentan sumar para tener una imagen más amplia, pues no se puede”, dijo Martínez.
Esto, porque, para observar cambios en el estado de la biodiversidad, los datos deben tomarse siempre de la misma manera y se necesita constancia en el tiempo.
El protocolo definió cuatro ecosistemas por evaluar: playas rocosas y arenosas, arrecifes de coral y anidación de tortugas marinas.
“¿Por qué esos? Estos cuatro objetos de conservación (ecosistemas) son los que más se mencionan en los documentos de creación de las áreas protegidas. Pensamos que si lográbamos tener un protocolo para esos objetos de conservación, entonces estamos abarcando la mayoría de las áreas marinas protegidas”, argumentó Martínez.
Así, cuando monitorean arrecifes, los guardaparques definen un área de 400 metros cuadrados donde contabilizan peces e invertebrados (estrellas de mar o erizos), se evalúa el tipo de sustrato (arena, roca o coral) y la rugosidad (cuan plano o no es el arrecife).
“Entre más rugoso y tridimensional sea un arrecife, va a tener una mayor biodiversidad, porque cuenta con más sitios donde las especies se pueden refugiar”, detalló Martínez.
Los indicadores de tortugas son el área de playa apta para anidación, se cuentan los rastros dejados por los quelonios en la mañana y se contabilizan los huevos de al menos 30 nidos depositados en la época pico de la temporada.
En cuanto a playas, ya sean arenosas o rocosas, se define un área donde se contabiliza la biota como moluscos y aves marinas, más la basura presente y el tipo de residuos.
En estos meses se están aprovechando las capacitaciones en buceos para levantar la línea base de datos, la cual constituye el punto de partida del monitoreo. Este protocolo forma parte del Programa de Monitoreo Ecológico de las Áreas Protegidas y Corredores Biológicos de Costa Rica (PROMEC-CR), que pertenece al Sinac.