Costa Rica posee una de las matrices eléctricas más limpias de América Latina, gracias a que su suministro depende mayoritariamente de hidroeléctricas que aprovechan al respecto el caudal de los ríos.
Sin embargo, ese caudal depende –entre otros factores– de las lluvias y ese es su talón de Aquiles en periodos secos. Costa Rica lo vive actualmente: desde el 2011, Centroamérica pasa por una etapa seca en la cual escasean las precipitaciones y el país recurrió a fuentes fósiles (búnker y diésel) para abastecer la demanda eléctrica.
No obstante, un país que aspira a lograr la carbono neutralidad (disminuir al máximo sus emisiones de gases efecto invernadero (GEI), que causan el calentamiento global) no puede darse el lujo de elevar su dependencia de los combustibles fósiles. Por eso, el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) se fijó como meta generar la mayor parte de electricidad a partir de fuentes renovables, como agua, geotermia y energía eólica.
La complementariedad y diversificación de fuentes energéticas es una estrategia frente a los escenarios de cambio climático, que podrían agravar los periodos secos y, con ello, estresar el sistema eléctrico.
Vulnerabilidad. Variaciones en el clima siempre han existido. Empero, los escenarios de cambio climático proyectan una agudización de los eventos extremos. Eso quiere decir que los periodos húmedos vendrán con lluvias más intensas, y los secos, con escasez de precipitación. Además, serían más frecuentes.
Los modelos climáticos no pueden anticipar una tendencia y, al no poderse pronosticar la cantidad de lluvia que va a caer en un periodo determinado, es imposible predecir cómo serán los caudales de los ríos.
Esa es la vulnerabilidad de un sistema eléctrico que depende de las plantas de filo de agua, las cuales aprovechan los caudales de los ríos como vienen.
“Hay periodos de sequía que ponen en un gran estrés a los sistemas eléctricos”, comentó Javier Orozco, del Centro de Planificación Eléctrica del ICE.
El país ya los ha tenido. El periodo entre 1976 y 1995 presentó una hidrología desfavorable para la generación eléctrica.
Entre 1996 y el 2010, se recuperó y, a partir del 2011 y hasta la fecha, volvió a ser desfavorable.
“Los sistemas eléctricos están diseñados previendo que eso sea así, que exista esa alternancia”, dijo Orozco, quien agregó: “El ICE trabaja con planes de expansión a 20 y 30 años plazo, haciendo ajustes año con año”.
Esa vulnerabilidad se agrava cuando la electricidad no se utiliza eficientemente, ya que los costos de operación para el ICE aumentan con tal de llenar la demanda energética. “Lo óptimo sería tener más bienestar para la población empleando menos unidades de energía; es decir, ser más eficientes”, manifestó Orozco.
Estrategia. Las fuentes renovables, como el agua o el viento, dependen de la naturaleza, y su energía tampoco se puede almacenar porque la electricidad se aprovecha en el momento.
A la fecha, la única fuente renovable que logra dar la seguridad energética que brindan los combustibles fósiles es la geotermia, ya que no depende de las variaciones del clima.
Según Orozco, en este proceso de fuentes complementarias y diversas, el ICE trabaja en Pailas II y Borinquen. Estos dos proyectos entrarían en funcionamiento en el 2018 y tendrían una operación de 30 años.
En el plazo intermedio, las plantas hidroeléctricas y eólicas son la apuesta del ICE. En este 2015, el ICE terminará con la ampliación de las plantas Río Macho (6 MW) y Cachí (60 MW). Además, se prevé que empiecen a funcionar cuatro plantas privadas: dos nuevas eólicas llamadas Tilawind (20 MW) y Orosi (50 MW), así como las hidroeléctricas Torito y Chucás (50 MW cada una).
Otra ventaja es que las fuentes hidráulicas y eólicas se relevan. Los meses en que hay agua, no hay viento, y viceversa.
Además, el ICE apuesta a El Diquís. “La ventaja de los embalses es que se tiene energía potencial almacenada. Usted guarda energía en un embalse o en un tanque lleno de combustible”, comentó Orozco.