Cada máscara que se talla en madera lleva consigo siglos de tradición. Los artesanos borucas saben que su obra pertenece al tiempo y a las personas que, antes que ellos, habitaron esas tierras y nutrieron con su cultura los diseños que hoy se ven plasmados en el objeto.
Por ello, los borucas –pueblo indígena que vive en el sur del país– buscan proteger las máscaras bajo normas de propiedad intelectual.
La iniciativa nació de las mismas organizaciones comunitarias del pueblo boruca, cuyos miembros tocaron las puertas de la Comisión Nacional de Gestión de la Biodiversidad (Conagebio).
Lo hicieron así porque ya existía un acercamiento con esta entidad pues, durante la elaboración de la Estrategia Nacional de Biodiversidad, se había tomado en cuenta la visión indígena tanto para la formulación de los inventarios de biodiversidad, como para conocer sus usos culturales.
"Dentro de la Ley de Biodiversidad existen los derechos intelectuales y comunitarios que reconocen la autoría intelectual plasmada en una obra, danza u alimento que viene de la biodiversidad, pero cuya autoría es compartida.
"Queremos promover mecanismos que integren a la comunidad para que no se genere división y desigualdad", comentó Alejandra Loría, antropóloga de Conagebio.
Estas máscaras son utilizadas durante la fiesta tradicional del Juego de los Diablitos, que se realiza del 30 de diciembre al 2 de enero de cada año. Este festejo recuerda la lucha de los borucas (simbolizados por los diablitos que se visten de gangoche y hojas de plátano y lucen una máscara de balsa), para defender su territorio de los españoles (representados por el toro).
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Aparte de la máscara del diablo, también existe otra con motivos ecológicos cuyo diseño incorpora figuras relacionadas con la biodiversidad costarricense que también forman parte de la cosmovisión boruca como mariposas, serpientes, tucanes y jaguares, entre otros. Este objeto refleja la relación armoniosa que existe entre el indígena y la naturaleza, donde uno protege al otro y viceversa.
Para Loría, el país incursiona en el reconocimiento de los derechos colectivos. "Tenemos todo un régimen de propiedad intelectual, pero generalmente estos mecanismos son individuales, por ejemplo, están los derechos de autor que reconocen al creador de una obra musical o literaria.
En el caso de los pueblos indígenas, esos reconocimientos tienen que ser compartidos porque esa obra se ha generado desde tiempos ancestrales, a partir del conocimiento que se pasa de generación en generación", destacó la antropóloga.
Esta es la primera vez que se trabaja en el reconocimiento de los derechos colectivos con un pueblo indígena, pero ya existen ejemplos de denominación de origen como es el caso del queso Turrialba.
Reto
Precisamente, la inquietud de los borucas se derivó cuando los artesanos estaban inmersos en el proceso para conseguir la denominación de origen. "Entonces vinieron las preguntas, ya que este proceso no exactamente va a proteger el tema de la intelectualidad de los derechos colectivos y esto se ocupa para fines comerciales.
"Si bien el beneficio económico es una parte –pero no es la más importante, porque el conocimiento tradicional es más amplio– sí debe existir respeto porque este no es un producto cualquiera, nace de la cosmovisión del pueblo. Entonces, la autoría tampoco se puede individualizar a nivel local, porque si bien existen artistas, ellos se nutren de esa cosmovisión", explicó Magaly Lázaro, asesora de asuntos indígenas de la Universidad Nacional (UNA).
Buscar la protección intelectual del conocimiento generado por la colectividad es un tema complejo y, en el mundo, solo existe un ejemplo referido a pueblos indígenas.
Los indígenas Guna, en Panamá, lograron proteger sus molas (arte textil tradicional) y ahora se debe pedir permiso a la comunidad para reproducir los diseños.
"Los parámetros que se establecieron para las molas tienen que ver con los instrumentos legales que ellos tienen en Panamá, pero en Costa Rica existen otros mecanismos y eso imposibilita estandarizar el proceso. El otro tema que representa un reto es que existen diferencias del producto como tal, desde los materiales que se utilizan hasta su forma de elaboración. Ese es un tipo de expresión cultural y la nuestra es otra", manifestó Lázaro.