Los pastos marinos son las únicas plantas verdaderas que pueden vivir completamente sumergidas en el mar. Se diferencian de las algas porque los pastos poseen flores, frutos, tallos, raíces y hojas, en cambio, las algas son organismos vegetales más simples.
"Existen otras plantas que toleran salinidad, como los mangles, pero necesitan tener una parte fuera del agua", explicó Jimena Samper, investigadora del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
En el país, los pastos marinos están a una profundidad de hasta tres metros en el Caribe y hasta 10 metros en el Pacífico. Conforman praderas que asemejan a los pastizales terrestres, allí convergen diversidad de especies dado que los pastos constituyen la base de la cadena alimenticia.
No es tan fácil ubicarlos con exactitud porque son ecosistemas dinámicos: en un año están en un sitio y al siguiente en otro. Además, son estacionales: durante seis meses se observan a plenitud y el resto del año yacen como banco de semillas.
En el planeta se calcula que existen entre 60 y 72 especies. Se cree que en Costa Rica hay unas siete.
Averiguar dónde están es el cometido de los investigadores del Cimar, liderados por Samper. Ellos están mapeando las praderas de pastos marinos en el país y, con ello, buscan identificar los servicios ecosistémicos que estos ofrecen. Entre estos: ser ambiente de crianza de especies marinas como peces y crustáceos, alimento de tortugas, consolidación de sedimentos y prevención de erosión, filtración de aguas y secuestro de carbono, entre otros.
A través de dos tesis asesoradas por Samper, ya se lograron describir dos praderas de pasto trébol (Halophila bailloni), especie catalogada como vulnerable por la Lista Roja de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), en golfo Dulce. De hecho, los científicos reportaron consumo de este pasto por parte de peces y tortugas marinas.
LEA: Golfo Dulce es clave en la alimentación de tortugas
Proyecto de investigación
En el 2016, el Cimar estrenó un proyecto de investigación para identificar dónde están las praderas de pastos marinos en el país, cuál es su extensión y su estado de conservación.
Para ello, los científicos recurrieron a las comunidades con el fin de que los vecinos reportaran los sitios donde han observado este ecosistema. Se elaboraron láminas de identificación de especies y se impartieron talleres de capacitación con este cometido.
Según Samper, la respuesta de las personas fue positiva, incluso contribuyeron con muestras y fotografías.
Con esa información, los investigadores se dieron a la tarea de verificar en campo esos reportes.
En estas giras, se recolectan muestras de pastos marinos que posteriormente se analizan en el laboratorio del Cimar para identificar la especie, determinar la biomasa (cantidad de tejido) y el área de cada hoja.
Durante la recolecta se toman datos como temperatura, salinidad, organismos asociados a ese pasto y tipo de sedimento.
Aparte del mapeo, esas muestras servirán para conocer genéticamente las poblaciones en Costa Rica, así como para realizar comparaciones entre organismos en el Caribe y en el Pacífico.
En cuanto a estado de conservación, los científicos están trabajando con una pradera ubicada en Cahuita. Esta pradera había sido monitoreada en 1999 por el investigador Jorge Cortés y actualmente se están evaluando los mismos parámetros para comparar los datos.
De esta manera, y según Samper, se podrá conocer la tendencia de cambio en esos parámetros, por ejemplo, si esta pradera aumentó o disminuyó su extensión o si existen variaciones en la biomasa.
Calidad de agua
Los pastos marinos son considerados filtradores de agua. De hecho, y según Samper, estudios científicos han reportado que, en zonas donde hay influencia de aguas negras y existen pastos marinos, hay menos patógenos que en zonas donde no hay pastos.
Sin embargo, estos ecosistemas son vulnerables a la calidad de agua. Como son organismos bentónicos, que viven adheridos al sustrato (suelo), pues dependen de que la luz logre atravesar la columna de agua para poder realizar fotosíntesis.
Por esa razón, cuando el agua está turbia, desaparecen los pastos marinos. Pero, antes de que desaparezcan, se pueden observar cambios a nivel fisiológico en cuanto a la cantidad de carbohidratos que almacenan en sus rizomas (tallos) y contenido de clorofila.
La segunda etapa conlleva cambios en la morfología, es decir, se notan variaciones en la forma y tamaño de las hojas así como en la cantidad de biomasa.
Por último, y en la etapa previa a su desaparición, se ven cambios en la estructura poblacional.
"Ese deterioro paulatino permite monitorear para alertar y tomar acciones tempranas", comentó Samper.
Como parte de la investigación, los científicos están monitoreando la calidad de agua de las praderas que visitan para identificar y cuantificar contaminantes, así como valorar el estado de salud del ecosistema.
Para ello, se toman muestras de clorofila, salinidad, temperatura, nutrimentos, plaguicidas y metales pesados, entre otros.