Cada mes, el Parque Nacional Volcán Poás recibe la visita de 49.000 personas. Mientras, al Parque Nacional Piedras Blancas apenas llega a los 30 turistas.
“De vez en cuando, uno ve que vienen. Pagan la entrada y siguen su camino”, comentó el [[BEGIN:INLINEREF LNCPGL20140822_0007]]guardaparques[[END:INLINEREF]] Ólger Jarquín, quien labora en Piedras Blancas.
Costa Rica posee 28 parques nacionales. Sin embargo, los turistas van a unos pocos.
Según el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), cuatro parques nacionales concentran el 64% de las visitas.
Poás, Irazú, Manuel Antonio y Marino Ballena acumularon 1.037.441 ingresos en el 2013, mientras que Piedras Blancas, Barbilla, Guanacaste, Juan Castro Blanco y Diriá registraron 965 visitantes a lo largo del año.
El riesgo de tener alta afluencia en unos parques es que el turismo, en lugar de ser beneficioso para el área silvestre y las comunidades, se convierte en una amenaza.
“Un turismo no planificado causa un impacto grandísimo porque va a afectar los ecosistemas y las relaciones entre las especies”, comentó Jorge Castrillo, administración del Parque Nacional Diriá.
El acoso de las lanchas para observar ballenas, el encandilamiento de tortugas durante el desove y las caries que afectan a los monos por comer alimentos procesados fueron ejemplos dados por Jenny Asch, gerente de Áreas Silvestres Protegidas del Sinac, sobre las alteraciones causadas por el turismo.
“Es ponernos a pensar hasta dónde la cantidad de personas puede resultar dañina para los mismos ecosistemas. De ahí, la estrategia de trasladar a los turistas de las áreas más visitadas a otras que tienen mínima visitación”, manifestó Deiver Conteras, administrador del Parque Nacional Barbilla.
Con ello, se estaría ayudando a los parques de baja visitación que están atrapados en un círculo vicioso: la falta de ingresos frena la inversión en infraestructura para atender a las personas que no llegan porque, precisamente, no encuentran en esos sitios las condiciones básicas.
Aunque el Sinac es solidario (las 10 áreas protegidas que generan más fondos ayudan al mantenimiento de las otras 159), el cobro de entradas es el mecanismo con que se capta la mayor parte del dinero.
“Por ejemplo, la planilla de guardaparques se paga en parte con los recursos que se generan por visitación”, detalló Asch.
Los funcionarios no son los únicos afectados por la poca visitación. Las áreas protegidas son motor de desarrollo para las comunidades aledañas.
“La zona sur del país es una de las más pobres y si se lograra establecer una estrategia para desahogar esos parques que son muy visitados y mandar gente a estos otros, creo que sería bueno”, opinó Julio Solano, administrador del Parque Nacional Piedras Blancas.
Medir cargas. Esa estrategia para desahogar unos parques y beneficiar a otros requiere de estudios técnicos para que la solución no se vuelva un problema
Actualmente, el Sinac utiliza la metodología de capacidad de carga para definir el límite de visitantes que soporta un ecosistema para así evitar un impacto ecológico irreversible.
“A la hora de establecer un sendero, nos enfocamos en los objetos de conservación que son la razón de ser del área protegida y funcionan como ‘elemento sombrilla’. De manera que si protejo al jaguar, me aseguro de que otras especies menores que están debajo de él también estén bien”, explicó Asch.
Sin embargo, la institución está en el proceso de aplicar otra metodología que incluya más variables, las cuales permitan definir capacidades de carga según la estación del año y el evento natural asociado a esta, como migraciones y época reproductiva de especies.
Asimismo, el sistema de parques nacionales ha alcanzado una madurez tal que lo vuelve complejo en su manejo e incluso se están revisando las categorías de las áreas silvestres protegidas.
“Sí considero que hemos alcanzado una madurez que nos permite que hayan áreas que nunca estarán abiertas al turismo, porque estaríamos poniendo en riesgo la razón de ser de ese parque, refugio o reserva”, indicó Asch.
Ejemplo de ello es Barbilla. El río San Miguel abastece de agua a Siquirres, esto lo convierte en un ecosistema frágil.
“Hay una razón de peso, técnica, para no permitir el acceso a ciertas zonas. Hay sitios muy sensibles a los que nunca podremos ingresar porque tienen un propósito de conservación”, señaló Contreras.
Todo lo anterior conlleva a la necesidad de diferenciar el turismo y establecer categorías de visitantes.
“Por ejemplo, acá la topografía es bastante inclinada y eso hace que los senderos sean para un turismo más de montaña, gente con experiencia para caminar”, añadió Contreras.
Los planes de manejo, que actualmente están en revisión en varios parques nacionales, son la herramienta técnica que permitirá definir cuánto turismo se permitirá, qué tipo de turistas y cuáles sitios se podrán visitar.
“En una misma área protegida pueden haber ecosistemas más frágiles que otros y cuando se diseñan los senderos, se piensa en el público que los puede visitar. Algunos senderos serán para público general, otros solo permitirán investigadores y funcionarios”, detalló Asch.
Eso requiere un mayor nivel de conciencia por parte de los turistas. Lo primero que tendrán que hacer es informarse antes de visitar un área silvestre protegida.
“Cada parque tiene su cosa. Vea, por ejemplo, Chirripó. Esa es una caminata muy dura y si alguien no está preparado físicamente puede dañarse las rodillas. Por eso es importante mucha información y conciencia del visitante”, comentó Solano.
Asimismo, el administrador de Piedras Blancas agregó: “Le doy otro ejemplo. Es muy de los ticos pensar que, por estar en Costa Rica, no nos va a pasar nada y se van sin agua a caminar por la montaña. Creo que eso se da por no preguntar y las recomendaciones que damos es para seguirlas, porque están ideadas para que la persona esté bien”.
Para Contreras, un turista consciente aprovecha la infraestructura que le ofrece el parque. El establecimiento de un sendero o mirador no es antojadizo, obedece a un criterio científico.
“Si se tiene un sendero de aves, pues tengo que ir tranquilo y en silencio para poder verlas. No salirme de lo que el parque ya me ofrece, porque tiene una razón de ser. Si me salgo, ya estoy afectando ecosistemas y estoy infringiendo reglas que me exponen a sanciones”, añadió Contreras.
Entre más consciente y responsable sea la persona, puede beneficiar más a los esfuerzos de conservación, porque se vuelve fiscal de la actividad recreativa dentro del área silvestre y gracias a sus elecciones ayuda a descartar a operadores turísticos con prácticas insostenibles.
Alianza con comunidades. En muchas partes del país, las comunidades se vuelven la mano derecha de los guardaparques.
“Cuando el parque se alza en llamas por los incendios forestales, ellos son los primeros que nos apoyan”, comentó Castrillo y agregó: “Por el momento, no tenemos forma de retribuirles y el parque ahorita no está recibiendo suficiente visitación, que es la forma en que ellos pueden verse reconocidos monetariamente por su apoyo”.
Al mejorar la visitación de los parques nacionales, estos ayudan a la economía de las localidades vecinas y, a su vez, estas se involucran en la conservación del área silvestre porque perciben un beneficio de esta.
“La idea es involucrar a la comunidad con el parque, para que vean un beneficio y así baje la cacería que es la mayor amenaza que tenemos”, aseveró Solano.
Aunque es uno de los parques menos visitados, Barbilla viene trabajando con las comunidades cabécares para ofrecer el servicio de guía por senderos y desarrollar un turismo rural comunitario donde los visitantes se hospeden en el pueblo, para así contar con más tiempo para explorar el parque.
“Hemos capacitado a los indígenas para que puedan aprovechar el área. Ellos guían a los turistas por los senderos del parque y por las reservas”, manifestó Contreras. “Estamos listos, lo que falta es que llegue la gente”.
En el caso de Diriá, los guardaparques cuentan con el apoyo de la Fundación Costarricense para la Protección de la Naturaleza en Guanacaste (Fundecongo). Juntos estarían desarrollando la parte dedicada a turismo en el plan de manejo.
Asimismo, y en alianza con la Universidad Nacional (UNA), un grupo de 15 vecinos están capacitándose para emprender proyectos de turismo rural comunitario.
El siguiente paso será acreditarse ante el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) como guías para así poder ofrecer el servicio en los senderos del parque.
“Todo apunta a crear capacidades en las comunidades para que ellos puedan realizar esa actividad turística y esa es la nueva modalidad en áreas silvestres protegidas bajo la etiqueta de servicios no esenciales, que consiste en delegar la atención al turista, la recreación y el servicio de guiado en las comunidades para que los guardaparques puedan concentrarse en funciones propias de su cargo”, declaró Castrillo.