Hace 23 años, Julio Badilla se dedicaba a la pesca. Un día, se le ocurrió que, en su bote, podía llevar turistas a la roca Ballena y enseñarles lo que veía en sus horas pasadas en el mar: delfines y ballenas jorobadas con cría.
“En aquella época cobrábamos ¢1.000, y, aun así, eso era más rentable que la pesca”, comentó.
Hoy, Badilla es propietario de Dolphin Tour, una de las 19 empresas de Bahía Ballena, en Osa, que ofrecen viajes para observar cetáceos (ballenas y delfines).
“Cuanto más se cuide el recurso natural, más futuro tiene y más beneficio nos da”, destacó Badilla.
Esta comunidad prosperó de la mano de los turoperadores y su visión de conservación, así como de la ampliación del Parque Nacional Marino Ballena (PNMB) que dio protección al recurso natural.
Según Javier Rodríguez, director de la Fundación Promar, los tours de cetáceos generaron a Bahía Ballena unos $700.000 en el 2007.
Eso fue previo al despertar turístico que vivió la zona en el 2008. De hecho, el PNMB fue la cuarta área silvestre protegida más visitada en el 2013 con 143.861 personas y en mucho se debe al turismo de avistamiento de cetáceos.
Además, la temporada alta de migración de ballenas coincide con el período más bajo de visitación turística en el país, ofreciendo así una alternativa a los empresarios del Pacífico Sur.
En promedio, y en esta época que se extiende de julio a octubre, cada turoperador de bahía Ballena realiza entre dos y tres viajes diarios de 3,5 horas.
Cada lancha transporta entre 10 y 18 pasajeros, generando una visitación de alrededor de 200 personas al día. El costo del viaje oscila entre $75 y $80.
Así, el 90% de la economía local depende del turismo, y la observación de ballenas y delfines es su base. “Nos genera recursos para la misma comunidad, y están surgiendo empresarios de la zona que dan empleo”, dijo Fernando Guerrero, de la Asociación de Guías del Parque Nacional Marino Ballena.
Ese es el caso de Eduardo Quesada, quien tiene ocho años de ser capitán de una de las seis embarcaciones de Dolphin Tour. “Con la pesca me iba regular, en cambio este trabajo es más estable y más bonito”, manifestó quien antes fuera pescador.
“En la asociación de turoperadores tenemos el plan de comprar un tractor para meter las embarcaciones a la playa, para así solo usar un vehículo y no hacer tanto daño ambiental. Y también le damos trabajito a un señor que es pescador, el último que queda”, contó Badilla.
El beneficio viene por el pago directo del tour , pero alrededor de este se encadenan también otros negocios, como hoteles, restaurantes, tiendas y ventas de artesanías.
Asimismo, con los turistas llegaron otros servicios a la comunidad. “Cuando empecé a venir, no había casi nada. Ahora hay tres bancos, farmacias, supermercados y ferreterías”, destacó Rodríguez.
“El pueblo va creciendo al ritmo que la gente de aquí quiere: sin megaproyectos. Queremos que todo vaya de acuerdo a la naturaleza y la conservación”, enfatizó Badilla.
Para Erick Ross, biólogo de la Fundación Mar Viva, esa visión de sostenibilidad beneficia a las comunidades costeras, pues suelen estar olvidadas por las políticas públicas y exhiben los índices de desarrollo humano más bajos del país.
“Son comunidades con una gran riqueza ecológica a la par y pueden sacarle provecho a través de la conservación”, dijo Ross.
Bahía Ballena quiere seguir en bonanza; por ello, sus turoperadores procuran certificarse para ofrecer un mejor servicio, garantizarle al turista que el impacto al ambiente es mínimo y, con ello, diferenciarse de otras compañías.
Certificación. Cuando empezaron, apenas eran dos turoperadores. A Badilla lo siguió Maximino Vásquez (más conocido como Chumis), también pescador y propietario de la empresa Ballena Aventura.
“Cambiar la mentalidad de pescador a turoperador no es fácil. Sin embargo, los que hemos apostado por este proyecto nos ha ido bien”, comentó Badilla.
En el 2001, la Fundación Promar se acercó a brindarles apoyo para regular la actividad y hacerla más favorable al ambiente.
“En Puerto Jiménez había más turoperadores, y en bahía Ballena eran apenas dos, pero muy entusiasmados por mejorar. Hablaron con tres personas más y, aunque no tenían lancha, se sumaron a la capacitación”, dijo Rodríguez.
De esta manera, se prepararon tanto los dueños como los capitanes y los guías de turismo.
Según Rodríguez, el trabajo entre biólogos y turoperadores fue la base para el reglamento de avistamiento de cetáceos (número 32.495), vigente desde el 2005.
Poco a poco fueron sumándose más empresas, y en el 2008 se dio un boom turístico . De hecho, en ese año se realizó el Primer Festival de Ballenas y Delfines , cuyo fin era dar a conocer esta actividad de turismo marino y situar a la comunidad como destino.
“El festival fue todo un éxito: se agotaron todas las opciones de hospedaje y tours . Esperábamos unas 1.000 personas, pero llegaron unas 7.000”, contó Walter Brenes, dueño de Bahía Aventuras.
Los empresarios se agruparon en la Asociación de Operadores de Turismo de Bahía Ballena (Asotu), y 10 de ellos se sumaron al proyecto de buenas prácticas promovido por la Fundación Keto y Conservación Internacional (CI).
Así fue como se inició el Sea Star System , un sistema de buenas prácticas que garantiza que el servicio brindado cumple con estándares de calidad y no perjudica el ambiente.
Entre todos se ayudaron a mejorar en las técnicas de navegación para no afectar a los animales, así como a implementar medidas para el manejo de residuos sólidos que incluyen el reciclaje y la correcta disposición del aceite de los motores, entre otros.
“Este sistema fue una buena base para el proceso actual”, destacó Brenes.
Desde febrero, 37 turoperadores desean lograr la Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST) del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), aprovechando la nueva norma diseñada para empresas marinas, que contó con el apoyo de la Fundación Mar Viva (proyecto BID Golfos ).
Para Ross, la inclusión de la norma marina dentro del programa de CST viene a oficializar que sí existe un turismo marino que va más allá del sol y arena.
De los 37 turoperadores, solo tres están próximos a certificarse, y precisamente son de Bahía Ballena: Dolphin Tour , Bahía Aventuras y Ballena Infocenter .
“Muchas cosas que nos pide el CST ya las hacíamos; pero ahora procuramos evidenciarlas. Muchas agencias de viajes tienden a trabajar con empresas que son sostenibles”, recalcó Brenes.
“El CST nos da la posibilidad de situarnos mejor en el mundo”, añadió Paula Ramírez, dueña de Ballena Infocenter.
Además, al tomarse medidas más proambientales se bajan los costos para las empresas en luz y agua, agregó Marlene Badilla, administradora de Dolphin Tour.
Las ventajas de la certificación no son solo para ellos; el primer ganador es el turista. “Quien hace un tour con una empresa certificada tiene la garantía de que lo realizará con buenas prácticas, y esto la diferencia de otras comunidades donde los tours no cuidan el ambiente”, mencionó Juan Luis Sánchez, administrador del PNMB.
“También hay un asunto de seguridad; por esto, en la asociación peleamos porque haya una tarifa mínima. Muchas empresas no pagan patentes ni pólizas, no tienen capitanes certificados y, por esto, cobran baratísimo”, dijo Brenes.
El otro beneficiario es el área protegida. “Las certificaciones nos ayudan mucho porque los empresarios solitos se controlan. Esto nos sirve para bajar los costos de operación dentro del parque nacional”, dijo Sánchez.
Dar el ejemplo. Al ver a Bahía Ballena, otras comunidades se sumaron a la “fiebre de las ballenas”, pero sin mecanismos que garanticen el cuidado del ambiente.
Por ello, el PNMB reforzará la vigilancia en estos meses, dado que no todos los turoperadores son conscientes del impacto ambiental que causan.
Por ejemplo, el acoso de las lanchas ahuyenta a las ballenas de la zona, y estas pueden no volver, lo cual afectaría el negocio de todos.
“Si las ballenas se estresan van a escoger otros lugares y los boteros van a tener que trasladarse más lejos para poder observarlas, lo cual aumenta los costos por gasolina”, dijo Frank Garita, biólogo de la Coalición Costarricense por las Ballenas.
También se corre el riesgo de encallamiento. “Una de las formas en que las orcas océanicas acosan a las crías de jorobada es siguiéndolas y acosándolas. Entonces, la mamá va a incitar a que la cría nade más rápido y como apenas está aprendiendo a respirar y fortaleciendo los músculos, esta puede agotarse hasta ahogarse”, explicó el biólogo.
Para Frank Garita, de la Coalición Costarricense por las Ballenas, el turista puede ayudar a la conservación al escoger empresas que opten por buenas prácticas.
Lo ideal sería replicar el modelo de Bahía Ballena en otras comunidades costeras. “La comunidad de bahía Ballena está muy organizada y esto hace que la observación de ballenas surja como una actividad rentable y ecológica, y pone la protección del parque nacional en primer lugar”, enfatizó el administrador del PNMB.
“Nosotros quisiéramos que nuestro ejemplo se repita en otras comunidades cercanas a parques nacionales o áreas protegidas”, dijo Badilla mientras terminaba de afinar detalles para el festival.