Cuando la investigadora María Alejandra Maglianesi y su equipo iniciaron los estudios en los cerros Las Vueltas, Sákira y Buena Vista, esperaban encontrar cuatro especies de colibríes típicas del páramo tico.
Sin embargo, tras ocho meses de análisis, empezaron a contabilizar individuos de dos especies que suelen vivir en ecosistemas de menor altitud.
Las especies esperables en ese lugar eran el colibrí orejivioláceo (Colibri thalassinus), chispita volcanera (Selasphorus flammula), colibrí magnífico (Eugenes fulgens) y colibrí garganta de fuego (Panterpe insignis).
Mas la sorpresa la dieron las especies montañés coligris (Lampornis castaneoventris) y el colibrí gorginaranja (Selasphorus scintilla).
Esas dos especies no son comunes en ecosistemas de alta montaña (superiores a los 2.800 metros de altura), sino que se encuentran en zonas de menor altitud. Entonces, ¿qué hacen ellos allí?
“No podemos decir que es a causa del cambio climático, por el incremento de la temperatura, pero sí es un indicio de que las poblaciones se están movilizando hacia arriba y aún no sabemos por qué”, dijo Maglianesi, quien aclaró que se requieren más estudios para determinarlo.
Esa es una de las primeras observaciones derivadas de un proyecto de investigación más amplio, que es financiado por el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES), del Consejo Nacional De Rectores (Conare).
El equipo de investigadores reúne a profesionales de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), Universidad de Costa Rica (UCR), Universidad Nacional (UNA) e Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR). Su objetivo es analizar el grado de vulnerabilidad de las interacciones entre plantas y polinizadores en el páramo, por el cambio climático.
Polinización. El ecosistema de páramo alberga especies de flora y fauna que evolucionaron para adaptarse a altitudes que superan los 2.800 metros, alta radiación ultravioleta, escasez de oxígeno, temperatura variable entre día y noche (incluso puede llegar a cero grados) y mucha humedad, así como suelos pedregosos y pobres.
Ese proceso de adaptación derivó en un alto endemismo, es decir, muchas especies solo habitan en el páramo.
Para sobrevivir en condiciones tan extremas, los organismos han desarrollado interacciones mutualistas, en las que ambas especies se benefician. Ese es el caso de las plantas y sus polinizadores. Las aves e insectos obtienen alimento por parte de la planta, y estos les ayudan a transportar el polen a otros vegetales, favoreciendo la fecundación.
En el páramo, las interacciones pueden ser tan específicas que una planta depende de una especie particular de polinizador, por lo que sincronizan sus ciclos biológicos para coincidir.
Sin embargo, con el aumento de la temperatura y variaciones en los patrones de lluvias, a causa del cambio climático, puede darse una desincronización o desacople en la polinización.
Según Maglianesi, las plantas pueden florecer más tempranamente en el año y su polinizador puede no estar allí en ese preciso momento.
Lo mismo les puede ocurrir a los insectos y aves, los cuales pueden adelantarse o retrasarse en cuanto a la floración.
“Los organismos que son más especializados en el uso de los recursos, como polinizadores que utilizan unas pocas especies de plantas, podrían estar más sincronizados con la floración de las plantas que visitan. Por lo tanto, estos organismos podrían desacoplarse más fácilmente si las plantas modifican sus periodos de floración en respuesta a las variaciones ambientales inducidas por el cambio climático”, explicó Maglianesi.
Eso es lo que los investigadores quieren estudiar y, para ello, cada 15 días registran las visitas de aves o insectos a plantas.
También, y con ayuda de redes de niebla, capturan colibríes para determinar las especies que están llegando al páramo y posteriormente los liberan.
Asimismo, colocaron una estación metereológica para conocer datos de temperatura y precipitación, entre otros.
A este proyecto de investigación aún le resta un año. Finalizará en el 2017.