Unos 3.000 ticos aprovechan la diversidad de aves con que cuenta el país para salir a pajarear por reservas privadas y áreas silvestres protegidas.
Para la mayoría, su interés en la observación de aves se despertó hace cinco años. Un 19% tiene entre cinco y 10 años dedicados al aviturismo y 25% tienen más de una década en ello.
“El aviturismo ha crecido mucho como actividad y es una afición que se ha profesionalizado. Ahora, existe una oferta de giras organizadas por agrupaciones de pajareros”, comentó Sergio Arias, autor del informe Perfil del observador de aves costarricense .
Esta investigación, basada en una encuesta en línea, fue realizada por Arias para Costa Rica Birding Hotspots y contó con la colaboración de la Asociación Ornitológica de Costa Rica (AOCR), la empresa Wild Travel Central America y Álvaro Cubero Fotografía.
Según el estudio, el 69,5% de los observadores de aves se ubica en la categoría softcore , es decir, dedican al menos 40% de su tiempo libre a esta actividad.
El 17,1% es un pajarero ocasional (dedica menos del 40% del tiempo) y el 13,3% se ubica en el segmento hardcore , donde el aviturismo es prioridad.
De hecho, el 87% hace viajes con estos fines y el 98% aprovecha el tiempo libre de otros viajes para practicarlo.
El 71% de estas personas desembolsa ¢100.000 por viaje, mientras que 25% gasta entre ¢100.000 y ¢200.000.
“Esta es gente que invierte en su afición y puede llegar a gastar más de ¢500.000 al año en viajes de aviturismo.
”Esta es una afición que retribuye a las comunidades rurales porque los ticos se quedan en hotelitos, comen en los restaurantes de la zona y eso ayuda a dinamizar la economía”, comentó Diego Quesada, guía de aviturismo y directivo de la AOCR.
Jóvenes y curiosos. Según el estudio, el 49% de los pajareros ticos tiene edades entre los 19 y los 30 años. A este grupo etario le siguen, en un 36%, personas con edades entre 31 y 50 años.
“Esta es una generación formada en conservación. Costa Rica vivió un cambio cultural en el que se pasó de ver la tala y cacería como algo normal a una mayor conciencia ecológica”, comentó Arias a La Nación .
Otro dato relevante es que el 60,5% de los observadores de aves proviene de la Gran Área Metropolitana (GAM).
“Es gente que busca el contacto con la naturaleza. Hay personas en el Valle Central que, por ejemplo, nunca han visto un perezoso o un quetzal”, dijo Arias.
Para el investigador, las cortas distancias entre la ciudad y las reservas o parques nacionales favorecen esta afición.
“La mayoría son pajareros de fin de semana porque es cuando la gente tiene tiempo. Suelen caminar entre cinco y siete kilómetros por día, sin darse cuenta, con tal de ver pájaros”, dijo Arias.
¿Qué los motiva a salir a pajarear? La mayoría respondió que le interesa la conservación de la naturaleza; aduce que pajarear es divertido, se muestra interesado en conocer el comportamiento de las aves y considera que la observación de avifauna es una experiencia educativa.
“Empiezan identificando un yigüirro o un pecho amarillo, que son aves que se ven en la ciudad, y, a partir de ahí, su conocimiento comienza a crecer y crecer. Cuando uno los ve, se compraron una cámara y empezaron a salir fuera de San José e incluso fuera del país”, manifestó Arias.
Los pajareros ticos aducen haber llegado al aviturismo a través de la visita a áreas silvestres protegidas, impulsados por el interés en la fotografía, por formación académica o trabajo relacionado con el tema o por una mayor conciencia en conservación.
“Muchos son pajareros porque su profesión los vincula a la actividad. Son guías de ecoturismo o agroturismo, estudiantes de biología o fotógrafos de naturaleza. Algunos observadores de aves son personas de la comunidad que trabajan en un hotel y en el tiempo libre se van a pajarear”, describió Arias.
Asimismo, el investigador agregó: “Estas son personas apasionadas, que buscan conectarse con la naturaleza por lo que contribuyen con la conservación del ambiente y están ansiosas por aprender algo nuevo”.