Proveer un ambiente seguro a sus visitantes, en el caso de los que funcionan como sitios de reunión pública, o bien, a sus habitantes, cuando se trata de una vivienda, debería ser norma para los edificios con declaratoria de patrimonio histórico y arquitectónico del país.
Sin embargo, representa todo un desafío, pues, en su gran mayoría, estas estructuras tambalean en asuntos básicos como un sistema eléctrico apropiado y mecanismos de protección contra incendios y, por lo tanto, no cumplen con los códigos eléctrico y sísmico.
En Costa Rica hay 386 estructuras con declaratoria patrimonial. De estas, 53 no corresponden directamente a inmuebles, sino a lugares de otra índole como ruinas, muros, aceras, calles, fortines, entre otros.
Es decir, que otros 333 urgen adaptarse en aras de proveer protección a las personas en caso de emergencia.
Dos de estos ya emprendieron ese largo recorrido: el Teatro Popular Melico Salazar y el Teatro Nacional. *Ver nota 'Dos grandes joyas empiezan a resguardarse'.
Otros más pequeños, como iglesias y museos de menor escala también hacen lo suyo.
Cada estructura es un caso aparte
Volver seguro a un edificio tan grande y viejo, como lo son la mayoría de inmuebles patrimoniales en Costa Rica, no es un imposible, explicó Hernán Hernández, arquitecto especialista en temas de seguridad humana.
"Todo edificio se puede proteger. Por ejemplo, en el CUNA (Colegio Universitario de Alajuela), que es todo de madera, se ha hecho. No se va a llegar a conseguir el 100%, pero se logra una protección razonable", afirmó.
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En lo que sí es enfático Hernández, es en que sería mezquino medir a todos los inmuebles de la misma manera, pues cada uno presenta sus particularidades.
Algunos son mucho más grandes y sus técnicas constructivas son de mayor cuidado, como el Teatro Nacional. Otros, como la iglesia de Copey de Dota –consumida por el fuego producto de una falla eléctrica el pasado 6 de agosto– requieren otro tipo de intervención.
"Los edificios patrimoniales tienen sus excepciones. A una edificación de 125 años yo no le puedo pedir demasiado", expresó el experto.
A esto se suma la delicadeza que requiere una intervención en un edificio patrimonial, que debe velar por no interferir con su tejido histórico.
Blindaje indispensable
Varios elementos son necesarios para que un sitio reúna las condiciones propicias de seguridad, profundizó el arquitecto Hernández.
El principal de ellos es un sistema eléctrico en perfecto estado. Otro, que los materiales de los que esté hecho el edificio y los objetos que estén dentro de este no sean combustibles. Además, deben existir los mecanismos que den aviso de la emergencia y, hasta donde sea posible, la contengan. Uno más son los protocolos de la institución o empresa propietaria del inmueble para atender sismos, incendios, inundaciones o cualquier desastre.
"Lo primero que debe tener un edificio para proveer seguridad humana es una instalación eléctrica adecuada, que cumpla con el código, que la haya diseñado bien un ingeniero y que la haya construido una persona que sepa lo que hace, bien supervisada. Ya con eso tiene el 50% del problema resuelto", aseveró.
Sin embargo, prosiguió, se trata de una ecuación en la cual cada uno de los factores son determinantes.
"En caso de incendio, por ejemplo, además de comprobar que la instalación eléctrica está bien, debo estar seguro de que lo que esté adentro no causará combustión... Otro tema es que lo que contenga el edificio para protección esté útil. De nada sirve que me pongan rotulitos de salida y rutas de evacuación si no se cumple lo esencial, como escaleras y ductos abiertos", añadió.
¿Cómo es una instalación eléctrica segura?
Luis Fernando André, coordinador de la Comisión de Ingeniería Eléctrica del Colegio de Ingenieros Electricistas, Mecánicos e Industriales (Ciemi), del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA), apuntó varios aspectos al respecto.
Uno de estos es que haya tableros de distribución (o cajas de breakers), los cuales permiten detener la energía en caso de corto circuito.
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Asimismo, es preponderante que los cables estén entubados y que, además, estos tengan la capacidad para soportar el consumo energético requerido.
Según explicó André, el mantenimiento es indispensable para alargar la vida útil de una instalación eléctrica, la cual puede andar entre 30 y 40 años.
La recomendación, comentó el especialista, es revisarlas al menos una vez al año, porque estas tienden a aflojarse por condiciones como el paso del tiempo y el calor de los techos.
"Por ejemplo, en las uniones de los cables se usa el conocido tape (cinta adhesiva), como un forro para evitar electrocutarse. Ese tape hay que estarlo sustituyendo, porque se desgasta", argumentó.
El código eléctrico existe desde hace más de 100 años, pero no era vinculante. Fue acogido apenas en el 2012, cuando se convirtió en decreto ejecutivo. Por ese motivo, muchas edificaciones en el país se levantaron fuera de su amparo.
"La mayoría de edificios patrimoniales se construyeron hace muchos años, cuando los criterios de construcción y de diseño no eran tan rigurosos como ahora. Por eso, tocarlos es muy complejo", afirmó.
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A paso lento pero firme
William Monge, director del Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura, considera que aunque la labor de los dueños de inmuebles (estatales o privados) es pausada, algo se ha avanzado al respecto.
"El código eléctrico nuevo, el del 2012, marca un cambio de paradigma... El avance es lento pero no se ha detenido. No ha sido al ritmo que yo desearía, pero eso no es solo con los edificios patrimoniales, sino también con los que no lo son. Pasarán 20 o 25 años, como sucedió con la Ley 7600 (de Igualdad de oportunidades para personas con discapacidad), para llegar al punto en que todos los edificios cumplan", aseveró.
Según el funcionario, si se trata de adaptar edificios patrimoniales a las normas de seguridad, los prioritarios son los que funcionan como sitios de reunión pública, tales como centros educativos, templos y hospitales.
En ese sentido, indicó, aparte de los teatros Melico Salazar y Nacional, otros más pequeños han ido asumiendo su cuota de responsabilidad.
El Museo Juan Santamaría es una de las instituciones más proactivas en ese aspecto, aseguró Monge.
"Ellos han ido haciendo muchas mejoras en lo eléctrico, lo arquitectónico, lo estructural, lo mecánico, en cuanto a accesibilidad universal... y los siguen haciendo", contó.
Estructuras menores que también han incorporado mejoras desde el punto de vista de seguridad humana son el Teatro de Alajuela, la Casa del Artista de Limón y el Museo Municipal de Liberia, dijo el director de Patrimonio.
En cuanto a los centros educativos, que en total hay 62 con declaratoria, Monge aseguró que han estado en contacto con el Dirección de Infraestructura y Equipamiento Educativo (DIEE) del Ministerio de Educación Pública (MEP), para conformar una comisión que vele por esas estructuras.
"Todos los proyectos de mejora los arman y los planifican los propietarios con sus arquitectos. Nosotros (el Centro de Patrimonio) brindamos el acompañamiento, que consiste en establecer conceptualmente los criterios de intervención; decir qué se puede hacer y qué no", concluyó.
Dos grandes joyas empiezan a resguardarse
Como las dos joyas arquitectónicas que son, tanto el Teatro Popular Melico Salazar como el Teatro Nacional marcan pauta y empiezan a adaptarse para brindar seguridad a sus invitados.
En el caso del primero, este emprendió la remodelación completa de sus sistema eléctrico en el 2009, lo que correspondió a una etapa inicial. La se segunda fase de tal pendiente se llevó a cabo entre el 2013 y el 2014.
Según dijo Marielos Fonseca, directora ejecutiva del Melico Salazar, aunque ya tiene buena parte del terreno ganado, todavía faltan obras importantes.
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"Hay que efectuar un reforzamiento estructural en el último piso del teatro. Este es uno de los temas mas invasivos y que merece la pena planificar con mucha anticipación, ya que habría que cerrarlo al público y lo ideal es que, si eso sucede, se aborden otros temas pendientes, como cambiar el techo, la reparación del piso de la galería Dinorah Bolandi, y reforzar el piso de muchos espacios dentro del teatro", afirmó.
En cuanto al Teatro Nacional, debido a que urge su intervención para convertirlo en un espacio seguro, se creó el Programa Integral de Seguridad y Conservación del Monumento Histórico: Teatro Nacional de Costa Rica.
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Por ejemplo, en julio de 2017 se pintaron las estructuras metálicas ubicadas tanto debajo como encima del escenario, con coberturas especiales, las cuales, ante un incendio, alargarían la resistencia de estas piezas hasta por dos horas.
Este es solo un el inicio de un largo recorrido, pues esta icónica estructura requiere un remozamiento total que incluye, entre otras cosas, un nuevo sistema eléctrico, un seguro contra incendios, una nueva concha acústica para el escenario y una nueva tramoya.
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Una tramoya es una estructura de madera de la cual se sostienen los dispositivos para crear efectos escénicos.
Según había confirmado la oficina de prensa del Teatro a La Nación, estas obras no empezarían antes de abril del 2019.
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