Los dermatólogos los llaman “adoradores del Sol”, y pueden distinguirse fácilmente en las playas o lugares de recreo.
Son personas, en su mayoría jóvenes, que buscan un bronceado tumbándose al sol por horas.
También están quienes rinden culto a un “sol sintético” y visitan frecuentemente centros con cámaras de bronceado.
Las consecuencias no solo son el cáncer de piel, también están envejecimiento prematuro, arrugas, manchas, deshidratación y efectos emocionales, como ansiedad o depresión.
Para varios dermatólogos las principales víctimas de la “adoración del Sol” son adultos que, durante su juventud, se expusieron al sol por motivos estéticos. Estas personas, años después, desmejoraron su apariencia y dañaron su salud. “Tengo pacientes de 60 años que tienen la piel que debería tener alguien mucho mayor. Las consecuencias del sol se ven en manchas, arrugas, irritación de la piel y el mayor riesgo de cáncer”, explicó la dermatóloga Aída Lara.
“Es posible que el 80% del daño en la piel del adulto se haya producido antes de los 18 años debido a la afición a asolearse”, añadió.
El tiempo en las cámaras de bronceado es aún más dañino. Un estudio, publicado el año pasado en la revista Lancet Oncology, señala que el riesgo de este tipo de cáncer crece un 75% con la exposición al bronceado artificial, y, si esta se da antes de los 30 años de edad, el riesgo sube un 85%.