“Si usted quiere tener un niño inteligente y creativo, dele tiempo para aburrirse; de ahí salen las mejores ideas. No lo tenga todo el tiempo en clases, o en clubes de deportes o de artes, en los que está sometido a horarios y tareas estructuradas. También permítale disfrutar de ratos en que no tenga nada que hacer en particular. Será cuando ponga a prueba su creatividad para mantenerse entretenido con lo que tiene a su alrededor”.
Con esa explicación, la psicóloga Andrea Acosta describió una de las desventajas que tienen los niños sobreestimulados desde pequeños, esos que se mantienen atados a un horario que no les da espacio para descansar, jugar, compartir con sus hermanos o primos, e incluso aburrirse.
La psicopedagoga Laura Ureña es de la misma opinión: “La sobreestimulación es una castración creativa. Estimular a los niños está bien, pero todo tiene sus límites. Los niños no pueden vivir expuestos a un sistema donde todo se les califica desde que son bebés, se les exige perfección y no se les permite jugar”, señaló.
Para Acosta, algo que deben tomar en cuenta los padres es que, aunque la estimulación sí ayuda, no es determinante para el éxito en la vida adulta. “Cuando usted va a una entrevista de trabajo, nadie le pregunta a qué edad aprendió a caminar. Por eso, no tenemos que forzar a nuestros niños”, sentenció.
“Los chicos se sobrecargan y se enferman. Cuando la estimulación es demasiada y son muchas las órdenes, las actividades y el tiempo estructurado con tal de aumentar el ritmo del aprendizaje, aumenta la ansiedad en el menor”, dice Ureña.
La ‘dosis’ correcta. ¿Qué hacer entonces? Tanto Acosta como Ureña son defensoras de una tendencia llamada “crianza con apego” o “crianza respetuosa”, que busca, primero, establecer un vínculo fuerte con el menor y que los papás pasen más tiempo con ellos, que haya más contacto físico y cero gritos, golpes o castigos.
Eso no quiere decir que no haya límites o reglas, sino que estas se le comunican al niño de manera diferente, en su propio lenguaje, y se le hace entender que un “no” es un “no”, porque hay un motivo. También se le enseña que sus acciones tienen consecuencias.
“A veces están muy alfabetizados en letras, pero no en emociones. O nos dejamos influenciar por eso que nos dicen: ‘No alce al chiquito si llora; déjelo llorar porque, si no, se hace dependiente’. ¿Ustedes dejarían a un adulto llorar sin preguntarle si le pasa algo y si pueden ayudarlo? Entonces, ¿por qué lo hacemos con un bebé”, cuestionó Ureña.
En esta tendencia, lo ideal es que la madre o el padre se mantengan con el hijo el mayor tiempo posible; sin embargo, eso no siempre es posible, pues la mayoría de los hogares necesitan de ambos salarios.
¿Qué hacer? Para los expertos, es válido que los cuiden los abuelos, siempre que ellos puedan pasar tiempo con el niño.
“Si lo van a dejar viendo televisión todo el día y sin muchas posibilidades de jugar, no es buena idea que se quede con los abuelos”, comentó Acosta.
En el caso de quienes no tienen la opción de un abuelo o abuela, se recomienda elegir un buen centro de cuido. “Si tiene a su hijo en un kínder o guardería, asegúrese de que las maestras lo traten con amor y sean cálidas, que no pretendan forjarlo solo en logros académicos yque respeten su nivel de desarrollo, sin forzarlo”, dijo Acosta.
Ellas no son las únicas en apoyar este tipo de enfoque. El pediatra español Carlos González es defensor de este estilo de crianza y de que la estimulación fluya de manera natural, porque esto hace menores menos frustrados y más creativos.
“La primera infancia es, probablemente, la época más determinante en lo que a desarrollo emocional se refiere. Los niños también se estresan, y cuanto más lo hagan de pequeños (llorando sin ser atendidos o sintiéndose solos, por ejemplo), peor gestionarán el estrés y la ansiedad en la edad adulta y peor autoestima tendrán”, sostuvo González en una entrevista con la cadena Televisión Española (TVE).
Nuevas tendencias en materia de centros educativos infantiles, proponen tratar al niño como lo que es: un ser humano que nace competente para aprender, para relacionarse y para vivir; esto es, niños que sean investigadores activos, creativos y críticos, que aprenden por medio del juego.
Este enfoque ve la educación como un proceso continuo y constructivo, pero no lineal. Se valoran los tiempos de los niños, su individualidad y su diversidad, así como sus relaciones con la familia, docentes, materiales y ambiente.