Lindau, Alemania. “Hay cuatro cosas fundamentalmente importantes en la vida: salud, familia, trabajo y hobbies , en ese orden”.
Así lo dijo a La Nación el Premio Nobel de Química, Ei-Ichi Negishi, un japonés, quien, junto al estadounidense Richard Heck y al también nipón Akira Suzuki, obtuvo el galardón en el 2010 porque sus descubrimientos “permitieron a cientos de científicos sintetizar numerosas sustancias presentes en la naturaleza en todo el planeta, desde mares italianos hasta océanos de Filipinas, pasando por la jungla de Borneo”.
En la ciencia, Negishi tiene hasta una reacción química que lleva su nombre –esta permite la creación de elementos químicos cada vez más complejos y es vital para la búsqueda de nuevos medicamentos–, pero también para su vida, el nobel ideó su propia ecuación inalterable.
Negishi ha sido uno de los participantes en el encuentro anual de laureados en Lindau, al sur de Alemania.
Frente a un lago y tomando un respiro de sus charlas y ponencias, aceptó compartir sus trucos de vida.
Para él, la prioridad número uno es la salud y ningún esfuerzo es mucho si se hace para mantenerla o conseguirla.
“Si uno pierde su salud, no se puede construir ninguna felicidad. Y es que olvidé decirle que en mi mente, todos los seres humanos estamos buscando ser felices. En eso andamos”, asegura.
¿Cómo lograr esa felicidad? Negishi se aventura a añadir el segundo elemento de su ecuación: la familia. Hace una pausa, se acomoda en el asiento de una cafetería frente al lago y habla del valor de rodearse de cariño y de gente positiva, de apoyo y del amor de una esposa, hijos... en fin, una familia.
Él habla de construir vida y recuerdos, pero admite que, por ser alguien muy conservador, no apoya el matrimonio gay. “Tampoco lo critico. O bueno, quizás sí lo estoy haciendo, pero es que no es en lo que yo creo”, sostiene.
Después de salud y familia, viene el trabajo. No antes. Nunca. “Aunque gané un premio Nobel, a la profesión la pongo hasta en el tercer lugar. Desde la profesión, uno debe tratar de devolver más de lo que ha recibido. Si todos hicieran eso: ¡qué mundo tan feliz tendríamos! Mi consejo es que uno encuentre lo que lo apasiona y trate de dar más de lo que recibió, mucho más. Yo apenas siento que quizá me estoy acercando a hacer una contribución a la humanidad, como la que deseo”.
Negishi confesó que el Nobel era un sueño para él desde hace 50 años, y que antes de ganarlo trabajó muy duro, enfocándose en que era posible. Empero, incluso en ese momento, su trabajo nunca superó en importancia al cuidado de su salud ni al disfrute de su familia.
Diversión. Finalmente, pero no menos importante, el Nobel concluyó: “No puedo imaginar una vida sin hobbies . Para mí, mi hobby número uno es la música”.
Después de bromear sobre el internacionalmente conocido método japonés Susuki para aprender música, él sonríe y reconoce que en Japón ve por la calle a muchos jóvenes cargando sus instrumentos musicales, “aunque tengo la impresión de que el aprendizaje de la música quizás haya bajado un poco”, lamenta.
“La vida sin diversión no tiene sentido. De verdad, no puedo imaginarme mi existencia sin buenos hobbies ”.
Y añade: “Yo no diría que toco o que sea un músico. Lo que hacía, principalmente, era cantar como barítono, y en un coro. Diría que toda mi vida he estado cerca de la música de una forma u otra. No diría que sé tocar piano, pero toco las teclas. Esto pasa al menos dos o tres veces por semana. Algunas veces, por varias horas”.
Con un piano de media cola en la casa, asegura que alejarse del trabajo para crear arte constituye casi un reto diario.
“Yo pongo el calentador del baño diariamente y el agua tarda unos 45 minutos en calentarse. Entonces, uso ese tiempo para tocar piano. Me gustan todos los tipos de música. Claro que me gusta Chopin, pero también me gusta mucho la música tradicional japonesa, las arias de la ópera alemana y la música rusa. Toco algunas piezas simples de Mozart y Beethoven”, confiesa.
El golf es otro de los pasatiempos de este Nobel japonés, quien ha sido profesor de Química durante más de tres decenios en la Universidad de Purdue, en Indiana, Estados Unidos.