La dislexia es la dificultad para aprender a leer de forma fluida. En nada tiene que ver la inteligencia pues afecta a personas con niveles normales de intelecto.
Esta una condición que se hereda del padre, madre o de un tío o tía. No se salta una generación; es decir, no pasa de los abuelos al niño o a la niña.
Las personas que la tienen se caracterizan por leer más despacio que el promedio, a registrar una ortografía pobre, a invertir la dirección de los números u omitir letras cuando escriben; además, tienden a distraerse fácilmente con los sonidos o ruidos de fondo.
No es algo que ponga en apuros a pocos. Según el Departamento de Salud de los Estados Unidos, aqueja a cerca de un 10% de la población mundial.
En Costa Rica no se cuenta con estadísticas sobre el tema pues “es algo muy difícil de contabilizar”, por lo que se trabaja con los estimados de EE.UU., reconoce Hilda Aguilar, asesora de la Dirección Curricular del Ministerio de Educación (MEP).
Sin embargo, y felizmente, la dislexia es una condición que puede superarse, de acuerdo con la evaluadora y especialista en dislexia Vivian Soto.
Según un estudio del Laboratorio de Neurociencias Auditivas de la Universidad de Northwestern, publicado en febrero, la “inconsistencia con la que los niños con una limitada habilidad para leer codifican los sonidos, puede arreglarse mediante una suerte de entrenamiento”.
A los niños que formaron parte de esta investigación se les colocó, durante un año, un aparato de audición asistida que les transmitía la voz del maestro directamente a sus oídos y disminuía drásticamente las distracciones o sonidos externos.
Al cabo de 12 meses, los estudiantes mostraron una mejora no solo en la lectura, sino también en el hecho de que sus cerebros lograban codificar los sonidos del habla, sobre todo las consonantes, de forma mucho más consistente.
El uso de estos dispositivos hizo que los menores enfocaran su cerebro en aquellos sonidos “significativos” (que provienen del maestro) y no de otras distracciones.
Cómo descubrirlo. Aunque la mayoría de los casos de dislexia se hace evidente en los niños cuando comienzan a aprender a leer, cada vez hay una mayor conciencia de que se puede detectar y trabajar desde edades preescolares.
De acuerdo con un estudio de la Escuela Normal Superior de Francia, publicado en diciembre del 2011, las tres principales señales de este déficit son: dificultad para ponerles atención a sonidos individuales del habla, una habilidad limitada para repetir una lista de “pseudopalabras” (palabras que no existen, pero que se usan para evaluar y trabajar la dislexia) o números y un desempeño lento a la hora de identificar una serie de colores, imágenes o números.
Tal y como sostiene Soto, una de las señales fundamentales en los preescolares es el retraso y dificultades en el lenguaje. “Al niño no se le entiende lo que dice, enreda las palabras o no pronuncia bien las letras o sonidos. Algunos ejemplos pueden ser ‘anananao’ , en lugar de anaranjado, o ‘estuata’, en vez de estatua. Otra señal es que, a los tres años de edad, aún no estén hablando”, explicó la experta.
Apenas se detecta que un niño es disléxico, el trabajo por seguir se centra en la conciencia fonológica (unidades de sonido que forman palabras individuales); es decir, en aspectos tales como con qué sonido empieza y termina alguna palabra (la primera o última letra o sílaba) y qué sonidos riman, entre otros, para educar al cerebro a que transforme los códigos auditivos en códigos visuales. Estos son los que necesitará después para leer y escribir.
“Con este proceso, que dura tres años, se logra superar la dislexia. Cuanto más temprano se comience, mejor, porque ya cuando está en 2.° o 3.° grado, debe lidiar con más carga académica”, dijo Soto.