“A los 20 años el cerebro no ha terminado de madurar, mucho menos a los 14 o a los 15. Lo malo es que lo último en desarrollarse es el juicio y la percepción del riesgo. Por eso, los adolescentes no miden el riesgo de tomarse unos tragos”.
Con estas palabras, Gerardo Tálamo, especialista en adicciones, habló a un grupo de asociados del Club La Nación en un foro sobre cómo hablar con los adolescentes sobre el tema.
“Si a un adulto lo puede afectar el licor, a un joven todavía más. A esas edades el consumo es prematuro y exagerado. Esto hace que sea mayor la posibilidad de una adicción en el futuro”, señaló.
El experto agregó: “Los adolescentes no distinguen el champán más fino de la bebida más básica; también tienden a tomar con el estómago vacío. Si hubiera alimentos en el estómago, no pasan tan directo a la sangre, se diluyen mejor y no afectan tanto”.
¿Cómo hablar con ellos? ¿Qué sucede si su muchacho tiene mucho interés en tomar o si ya lo ha visto bajo los efectos del licor?
Para Tálamo, un evento aislado no es un problema, sino una oportunidad para tocar el tema.
El especialista asegura que la actitud del padre o la madre es vital para sacarle el mayor provecho a la oportunidad, porque la actitud es la que lleva a hablar o a cerrar las puertas.
En esto, la reacción es vital. Según el psicólogo egresado de la Universidad de Stanford, no puede tenerse una reacción muy emotiva, ni evasiva ni tolerante; tampoco una confrontativa o autoritaria, sino más bien una abierta a la escucha y a resolver posibles dudas.
“Para atender las dudas mejor, es necesario que el adulto esté informado de los riesgos del consumo de licor en los jóvenes”, expresó Tálamo.
El experto fue enfático en que la forma de abordar el tema es vital, porque no se puede ser autoritario ni negligente, tampoco en extremo cariñoso. “Hay que demostrar amor por la persona, sí, pero no justificarla; los padres no somos amigos de los hijos; creer eso es un grave error”, explicó.
Para Tálamo, el ejemplo de los padres es imprescindible pues el ser humano desde niño observa a sus padres y se comporta como ellos, por lo que no puede pretenderse que tengan una conducta responsable con el licor si ellos tampoco la tienen.
Finalmente, para hablar de esto se debe buscar el momento adecuado, cuando tanto el adolescente como el padre ya estén calmados y haya tiempo suficiente y un buen lugar para hablar. No puede forzarse. Se debe reflexionar sobre lo que se va a decir y escuchar atentamente. Lo más importante es llegar a acuerdos y cumplirlos.