La prevención de males crónicos en la adolescencia debe comenzar desde temprano, incluso desde antes de que el bebé nazca.
Investigadores internacionales señalan dos momentos cruciales en la vida en los cuales la nutrición marca un punto definitivo en la salud de la persona para el resto de sus días: durante los primeros 1.000 días de vida y, antes del ingreso a la escuela.
Sobre el primer momento, una edición completa de la revista médica The Lancet publicada en junio pasado, se dedicó a abordar la nutrición de la madre y el bebé en los primeros 1.000 días de vida, y se remontó hasta la nutrición en el embarazo.
“La malnutrición lleva secuelas para el resto de la vida”, afirmó en un comunicado de prensa Robert Black, uno de los científicos.
La nutricionista tica Xinia Fernández, especialista en alimentación infantil, opina igual: “No todo es dar el ejemplo: Hay factores biológicos que se forman en el vientre y siguen con la lactancia. Si una mujer come sanamente en su embarazo, protege a su hijo de enfermedades. Lo mismo pasa con la lactancia los primeros seis meses de vida”, dijo.
Fernández explicó que la dieta de la madre, si es insuficiente o excesiva, puede provocar obesidad.
“Si una mujer está malnutrida, el organismo del bebé se acostumbra a tomar todo lo que tiene a su alcance”, explicó. “Si la mamá come muchas grasas, le llegarán más grasas al feto y se ‘acostumbrará’ a eso”, añadió.
Escolaridad. El otro momento clave, según los investigadores, se da al llegar a la escuela primaria.
Un estudio publicado en el 2010 en la revista New England Journal of Medicine halló que los padres ejercen mayor control sobre la alimentación y actividad física de sus hijos durante los primeros siete años, antes de que comiencen la edad escolar.
Adriana García, nutricionista de la Clínica del Adolescente del Hospital de Niños, coincide: “En los primeros siete años de vida, el niño responde al ejemplo y a los hábitos que le inculcan sus padres, incluso si van al maternal. Ya al llegar a la escuela, lo que no se hizo por ellos va a costar mucho inculcarlo porque entran en contacto con otras costumbres y hábitos”, señaló.
Para Fernández, varios puntos hacen que la etapa sea clave.
“En preescolar, los padres y las maestras están más pendientes de lo que el niño come y la actividad física es mayor, pero cuando llegan a la escuela pasan más tiempo sentados, las mamás les dan plata para que vayan a la soda y tienen la presión de pares sobre lo que es rico comer”, aseguró.
Por este motivo, Fernández insiste en que los primeros años debe educarse a los niños para que aprendan el gusto por la comida sana y sepan tomar decisiones que protejan su salud.