Salud

La ciencia confirma el poder de la música

En el Día Internacional de la Música, repasamos algunos de los comprobados beneficios de la música en la vida cotidiana

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Thinkstockphotos (stokkete)

En esencia, es perturbar el aire para que el cerebro capte melodías, armonías, ritmos y matices, pero para cada quien es un arte con significado particular.

Hoy, en el Día Internacional o Fiesta de la Música, millones de artistas celebran con cuerdas, vientos, teclas y percusión al arte que les transforma la vida.

No es para menos: la ciencia ha demostrado con creces que recibir constantes dosis de música tiene efectos positivos en la vida de las personas.

Universidades estadounidenses comprobaron hace poco que escuchar música religiosa o gospel mejora la autoestima y la satisfacción de vida de los adultos mayores creyentes, al tiempo que reduce su preocupación en torno a la muerte.

Tener más música en los hospitales podría favorecer la pronta recuperación de los pacientes.

Según la Universidad Caledoniana de Glasgow, “recetar” música podría ayudar a aliviar dolores físicos y emocionales, al acelerar su recuperación.

Otras instituciones han visto que la música baja el dolor y ansiedad de los pacientes conectados a un ventilador, y que mejora la función del tejido del endotelio en quienes sufren enfermedades cardiovasculares.

Los musicoterapeutas ticos José Pablo Valverde y Max Terán han sido testigos de cómo niños con problemas de habla, muchachos en riesgo social y personas con depresión logran, al ritmo de guitarras, tambores y teclados, mejorar su condición.

Según Valverde, el proceso de musicoterapia tiene el poder de dar a los pacientes una manera de expresarse, con lo que arroja pistas sobre la manera idónea de intervenir en la situación de forma integral.

“Para nosotros, la música es un medio, no un fin. No interesa si la persona canta afinada, si sabe o no tocar un instrumento. Simplemente, es un medio para intervenir y solucionar ese motivo de consulta”, explica Valverde.

Mejor desarrollo. Las mismas zonas cerebrales procesan tanto el lenguaje como la música, según halló la Universidad de Georgetown. Por su parte, la Universidad Northwestern encontró que aprender música mejora las habilidades verbales aun más que el estudio de la fonética.

Muchos abogan por la enseñanza de la música desde edades tempranas para estimular la mente y mejorar el rendimiento académico.

La pianista y compositora costarricense Pilar Aguilar, por ejemplo, asegura que sus buenos estudiantes de piano suelen ser excepcionales en la escuela y el colegio.

Una investigación de la Universidad Estatal de Ohio respalda este hecho, pues determinó que la educación musical mejora la lectura y las destrezas matemáticas en los adolescentes.

Según Aguilar, además del ejercicio cerebral que implica tocar un instrumento, la práctica diaria y constante desarrolla la autodisciplina en el niño, y aprender música clásica en particular le facilita la apreciación de cosas complejas.

“Para mí, es muy claro que toda la gente que ha estudiado música, no solo tiene ese desarrollo mental, sino un refugio a posteriori. La música clásica hay que entenderla para que te guste, y después ya nunca te aburre”, asegura Aguilar.

Inclusive, recibir de uno a cinco años de educación musical en la niñez favorece las funciones auditivas, que son vitales en la comunicación.

“Al ser algo metodológico, que requiere disciplina, entrega y dedicación, tiene un efecto en cualquier otra profesión que uno ejerza”, sostiene Guillermo Madriz, director general del Centro Nacional de la Música (CNM).

Universal. La música es verdaderamente un lenguaje universal y sin fronteras, como lo confirmó un estudio realizado en el 2009.

Está presente en todas las culturas y puede transmitir emociones hasta entre quienes no hablan el mismo idioma.

Pieter Schlosser, compositor costarricense de música para cine, televisión y videojuegos, subraya el indiscutible poder de la música como medio para unir a las personas.

“Uno puede tocar con alguien de China, Bangladesh, Escazú, Santa Ana… La música no se pelea con nadie”, asevera.

Dice Schlosser, quien es también saxofonista, que él no concibe su vida sin la música, e insta a las personas a escuchar géneros variados y a disfrutarlos sin prejuicios, “desde reguetón hasta (Gustav) Mahler, o Pitbull, o lo que sea”.

Tanto Schlosser como Madriz consideran que la música solo aporta beneficios, tanto para los ejecutantes como para las audiencias.

“La música trasciende por sí misma a la misma música. Basta con apreciar el efecto que tiene en una comunidad la visita de la Orquesta Sinfónica Nacional, o el impacto de la Orquesta Sinfónica Infantil en los niños y sus familiares y amigos. Es sumamente importante en el plano humanístico”, comenta Madriz.

Para Aguilar, abrir más espacios en el país para el disfrute de la música desde edades tempranas –como lo hace actualmente el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem)– es vital para que la población aproveche los beneficios que otorga la práctica y el disfrute de este arte.

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