No solo afecta la memoria: el alzhéimer es una enfermedad progresiva y degenerativa, que también limita las capacidades mentales de quien lo sufre y hasta cambia su personalidad.
Precisamente, hoy se celebra el Día Mundial del Alzheimer.
En el último año se avanzó como nunca antes en la búsqueda de una solución a un mal que aqueja a 36 millones de personas en el mundo, según datos de la organización Alzheimer’s Disease International .
Por ejemplo, esta última semana fue particularmente importante para el estudio de la enfermedad. En España se autorizó el ensayo en humanos de una vacuna contra el alzhéimer. La llamada ABvac40 es la más reciente de cuatro vacunas en desarrollo.
Apenas se probará su tolerancia y seguridad, no su eficacia. Sin embargo, neurólogos españoles la califican desde ya como una opción “muy prometedora”.
Otra vacuna desarrollada en Canadá probó, en enero, su potencial de inmunizar contra la proteína beta-amiloide que, al acumularse a manera de placas en el cerebro, deteriora sus funciones cognitivas, lo que ocasiona el mal de Alzheimer.
Por su parte, el Gobierno de Estados Unidos destinó $33 millones para el estudio en humanos de una droga preventiva (aún sin nombre) y funcionaría en personas con riesgo genético de sufrir este padecimiento. El experimento se denomina Banner trial.
Mejorar el diagnóstico. Como la cura definitiva todavía no llega, y los casos de la enfermedad siguen en aumento, un fuerte componente de las investigaciones hechas durante el pasado año se enfocan en la prevención y el diagnóstico temprano del alzhéimer, incluido un estudio que se desarrolla actualmente en Costa Rica.
Así, una investigación conjunta entre Gran Bretaña y China, encontró, en julio pasado, cómo detectar señales del mal antes de que se diagnostique su aparición. La pérdida de materia gris en el hemisferio izquierdo del cerebro advertiría de un elevado riesgo de sufrir de alzhéimer en el futuro.
Nuevos enfoques. Este año también ha traído una mejor comprensión de qué es el mal de Alzheimer. Los fármacos existentes solo contrarrestan la formación de placas de proteína beta-amiloide, que degenera las funciones cognitivas.
Por ello, hasta ahora solo pueden aliviarse sus síntomas de manera corporal, y no curarlos.
Sin embargo, la Universidad de California, en Los Ángeles (Estados Unidos), identificó, en julio de este año, que la problemática no serían estas placas, sino grumos de la misma proteína que se forman años antes de las placas.
Añadiendo a esto, una investigación de las universidades de Harvard y Stanford, publicada ayer en la revista Science , encontró que los grumos de la proteína beta-amiloide tienen la capacidad de adherirse fuertemente a los receptores en las neuronas. Esto desencadena la erosión de sus conexiones con otras células nerviosas, incluso antes de que se formen las placas.
Las conexiones, llamadas sinapsis, son vitales para retener recuerdos, procesar pensamientos y emociones, y dirigir las funciones del cuerpo.
Escollos en el camino. Este año, la carrera contra esta enfermedad degenerativa no ha estado libre de reveses. Por ejemplo, la moda de los suplementos a base del Gingko biloba –un árbol de uso medicinal milenario– acabó cuando un estudio de la Universidad de Hertfordshire desmintió que tuvieran efecto alguno en la memoria de quienes los consumían. Esos investigadores, incluso, llegaron a calificar su uso como “una pérdida de tiempo y dinero”.
Otra sustancia química llamada bexaroteno, usada para tratar el cáncer de piel, se posicionó en el 2012 como la nueva promesa contra el alzhéimer. Un estudio aseguraba que el medicamento redujo a la mitad, y en tres días, las placas amiloides causantes del alzhéimer en ratas de laboratorio.
Inmediatamente, pacientes con el mal y sus familiares exigieron a los médicos tratantes que se les recetara el fármaco. No obstante, otros laboratorios no pudieron replicar los resultados del estudio, lo que llevó a pensar que se trató de un fraude.
El alzhéimer es un mal degenerativo. En Costa Rica se calcula que afecta a una de cada cinco personas mayores de 70 años.
En el mundo hay más de 70 millones de pacientes de Alzheimer. En el 2050, según se estima, este número crecerá a 100 millones de personas.