Los científicos ticos cuentan ahora con un nuevo laboratorio, que les permitirá descifrar el ADN de especies acuáticas, tanto marinas como de agua dulce.
El Laboratorio de Genética y Biología Molecular de Organismos Acuáticos se ubica en el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
“Este laboratorio no solo nos permitirá hacer estudios biológicos, sino desarrollar otras aristas relacionadas con la genética forense o tráfico de especies marinas. Ejemplo de eso sería el aleteo de tiburones. Ya no habría quite si hacemos una prueba genética para saber a cuál especie pertenece una aleta decomisada”, comentó Álvaro Morales, director del Cimar.
La inversión de $200.000 (¢108 millones) fue realizada por la Rectoría y la Vicerrectoría de Investigación de la UCR. También se contó con donaciones del Centro de Genomas Comparativos de la Academia de Ciencias de California.
Si bien el Cimar tiene una trayectoria de 35 años, desde hace una década detectó la necesidad de contar con un laboratorio de este tipo.
“Cuando se comparan aspectos genéticos, se pueden ver procesos relacionados con la evolución y patrones geográficos de distribución, por ejemplo”, explicó Morales.
El recinto está a disposición de otros investigadores de México y Centroamérica. Esas colaboraciones permitirían crear bancos de datos de carácter regional, cuyos datos podrían dilucidar relaciones entre poblaciones y especies.
“Estamos hablando de recursos que migran y poblaciones que se mezclan. Desde el enfoque de la sostenibilidad, es importante conocer qué poblaciones se están explotando y qué características genéticas tienen estas poblaciones que las hacen más resistentes a la presión de pesca”, dijo Morales.
Aparte de pesquerías, otro tema a estudiar de forma colaborativa es el cambio climático. La genética revelaría los mecanismos de adaptación de las especies a las nuevas condiciones de temperatura, por ejemplo.
Ejes de investigación. Actualmente, existen cinco proyectos que utilizarán esta nueva plataforma tecnológica, entre ellos, los liderados por Cindy Fernández (macroalgas), Yolanda Camacho (moluscos) y Mónica Springer (insectos acuáticos).
Fernández y Camacho trabajan en taxonomía, principalmente en la generación de códigos de barra para organismos marinos.
“Con una secuencia pequeña de ADN, se puede identificar un organismo. Entonces, uno ingresa ese código genético en una base internacional y lo compara con otros; así se puede saber si es nuevo”, explicó Fernández.
Ella está describiendo las macroalgas, las plantas marinas presentes en el Pacífico de Costa Rica, tanto morfológica como genéticamente.
“Hay especies que se ven exactamente iguales, pero genéticamente son diferentes o viceversa. La combinación de genética y morfología permite descifrar exactamente la especie con que se está trabajando”, explicó Fernández, quien agregó: “¿Cuál es la importancia de todo esto? Conocer realmente cuál es la biodiversidad de nuestro país”.
Springer, por su parte, asociará las larvas de insectos acuáticos con sus adultos. Sin importar el estadio de madurez, el ADN de una especie no varía.
Eso es relevante porque los insectos acuáticos se utilizan para medir contaminación en cuerpos de agua como ríos.
“Este laboratorio nos permitirá llegar a una frontera que llamo ecología marina molecular y se complementa muy bien con otra área emergente que venimos desarrollando desde hace cinco años, la microbiología marina”, comentó Morales.
El director del Cimar se refiere, por ejemplo, al estudio del golfo Dulce que posee características particulares de escasez de oxígeno.
“Podríamos hacer análisis moleculares para responder a preguntas fisiológicas de adaptación (especies que logran vivir con poco oxígeno) y así entender algunos procesos”, dijo Morales.
Equipo. El nuevo laboratorio dispone de un equipo moderno como un transiluminador que permite, gracias a una luz ultravioleta, observar la muestra de material genético asentada en gel.
También se cuenta con termocicladores, los cuales regulan las distintas temperaturas que posibilitan la clonación del ADN.
Además, el recinto tiene una incubadora, dos centrífugas para extraer y asentar el material genético en la muestra, dos refrigeradores (uno especial que mantiene las muestras a una temperatura de menos de 80 °C) y equipo de cómputo dotado de software especializado.