Christian Thompson es entomólogo de Instituto Smithsonian en Washington DC (Estados Unidos). "Desde los inicios del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio), en 1990, empecé a utilizar sus colecciones para mi investigación en moscas de flores. A la fecha he escrito más de dos docenas de artículos científicos basados en parte en este material de las colecciones y probablemente escribiré muchos más", manifestó Thompson.
Para el entomólogo, estas colecciones biológicas - que alcanzan los 3,5 especímenes de insectos, plantas y hongos, entre otros- son de las mejores en el mundo. "En términos de cobertura, sin duda alguna hay más especímenes de insectos en Costa Rica que en cualquier otro lugar y eso hace a las colecciones de INBio la mejor documentación de la biodiversidad tropical en el mundo", destacó.
Michael Grayum y Barry Hammel son curadores del Jardín Botánico de Missouri en Estados Unidos y utilizan el herbario tanto del INBio como del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR).
"Si no hubiéramos tenido la seguridad del acceso a las colecciones del país (que en gran parte estimulamos y ayudamos a agrandar), no habríamos podido ni empezar el proyecto del manual de botánica. Para los entómologos que trabajan principalmente con los insectos de Costa Rica, las colecciones y la base de datos asociada del INBio es prácticamente el único portal para sus proyectos. Es imprescindible continuar con el acceso a estas colecciones y a su base de datos, que refleja una curación diaria", manifestó Hammel.
Carlos De la Rosa, director de la Estación Biológica La Selva de la Organización para Estudios Tropicales (OET), es uno de esos entomólogos cuya investigación depende de las colecciones biológicas.
"Mi especialidad son los insectos acuáticos (de aguas dulces). Estos insectos, aún muy pobremente conocidos en el país, poseen características únicas para el monitoreo de la salud ambiental, de la calidad de las aguas superficiales (ríos, arroyos, lagos, etc) y del estado de la biodiversidad nacional. Los registros en las colecciones de INBio pueden ayudar a determinar cambios a largo plazo en la diversidad regional de la fauna acuática y medir los efectos de las actividades humanas y del cambio climático en la integridad de estos importantes ecosistemas", explicó De la Rosa.
Eduardo Galante, investigador del Centro Iberoamericano de la Biodiversidad en España, no solo consulta la colecciones para sus estudios sino que también ha ayudado en la identificación de los especímenes. Ha descrito más de 100 especies a lo largo de 14 años.
"Una colección como la INBio no es algo que se puede custodiar simplemente guardando en unos almacenes. Es algo vivo que tiene que ser cuidado con esmero y vigilado su estado de conservación por personas especializadas, que a la vez conocen los grupos de insectos y las plantas, están en contacto con los investigadores internacionales y les facilitan su estudio y consulta. Si esto no se cumple, será un fracaso más de esta sociedad que cada vez valora menos la ciencia no tecnológica, desprecia valores a veces intangibles como la naturaleza y sus bases de información y lo que es, pero no reconoce la labor callada de grupos de profesionales como los que han gestionado el INBio y sus colecciones", declaró Galante.
Quien quizá mejor conoce estas colecciones es el mismo que ayudó a hacerlas: el ecólogo de la Universidad de Pensilvania, Daniel Janzen, cuya labor de investigación se centra en la biodiversidad del Área de Conservación Guanacaste (ACG).
¿Por qué estas colecciones son tan importantes para su investigación? "Para intender taxonómicamente las 375.000 especies del ACG y entenderlas en el contexto de las 600.000 especies en Costa Rica. Para eso, necesito todo la contribución taxonómica que se encuentra en la colección y este es el referente para todo el país, que está ligada a bases de datos, literatura, Google, la base de datos de INBio que se llama Atta y a mentes humanas de la taxonomia mundial (...). La colección, en el sentido amplio de la palabra que involucra a INBio, MNCR, UCR y centros en el extranjero, y su información es sencillamente la punta de referencia taxonómica para la biodiversidad de Costa Rica. Y sin esto, cualquier tipo de desarrollo de la biodiversidad de Costa Rica es renco, bloqueado, dañado, atrasado o imposible", dijo Janzen.
Asimismo, el ecólogo apuntó: "Sin las colecciones vivas (es decir, en constante curación) de INBio, mis investigaciones en Costa Rica serían reducidas a lo tradicional de un biólogo turista que visita el país unas semanas a conducir su investigación particular, yendo a un restaurante, comiendo, pagando al cajero y saliendo. ¿Y qué gana el país con esto? ¿Qué gana la biodiversidad de su país con esto? ¿Y qué gana la biodiversidad tropical con esto? Casi nada".
Para De la Rosa, una colección biológica es más que el animal resguardado en una gaveta. "La colección es los especímenes biológicos; los datos e información (metadata) asociada a cada uno de esos especímenes; y el conocimiento íntimo y detallado que está en las manos del personal curatorial de la colección y en las cabezas de los especialistas que trabajan con ellos (...). Esta combinación es lo que le da valor incalculable a la colección. Poder trabajar en las colecciones con el personal capacitado que las ha mantenido ha sido y continua siendo uno de los grandes atractivos para los científicos del mundo", explicó.
A partir del 27 de marzo, las colecciones custodiadas por INBio pasarán a manos del MNCR. La decisión se derivó de la imposibilidad de INBio de seguir manteniéndolas económicamente.
Las autoridades del MNCR están trabajando para que esta transición no afecte a los usuarios de las colecciones y garantizaron el acceso tanto a los especímenes como a la base de datos que les acompaña.
"La información y el acceso a las colecciones debe ser ágil, expansivo y eficiente para que siga atrayendo el interés y el intelecto de la comunidad científica nacional e internacional. Cerrar o limitar su acceso puede ser muy deletéreo al avance de la ciencia en el país", comentó De la Rosa.