Cuando el magma sube a través de los conductos de un volcán, esa roca fundida con gases y vapor ejerce una presión tan grande que el macizo comienza a inflarse.
Tal inflación provoca que la corteza terrestre se deforme y, eso es, precisamente, lo que estudian en el volcán Turrialba, Enrique Hernández, Marino Protti y Cyril Muller, investigadores del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
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Los instrumentos instalados, tanto en ese volcán como en el Irazú , son capaces de detallar movimientos horizontales y verticales. Por ejemplo, verticalmente, el Turrialba muestra una tendencia de inflación calculada de entre dos y tres centímetros.
El punto de mayor inflación va a coincidir con el momento previo a una erupción y, por ello, la geodesia constituye una herramienta más de la vigilancia volcánica.
“En el momento de máxima inflación, a esa corteza se le hacen estrías y es cuando aparecen los deslizamientos, los cuales son considerados peligros volcánicos.
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”Por ejemplo, la pared del oeste (donde está el cráter activo del Turrialba) está tan fracturada que esperamos un deslizamiento; por eso, la monitoreamos”, explicó Hernández.
Estaciones. Turrialba comparte base con el volcán Irazú, por eso se dice que son hermanos.
Como los investigadores en geodesia estudian las deformaciones en la corteza, colocaron estaciones de GPS en ambos macizos volcánicos.
En total se han instalado 13 estaciones de GPS desde el 2005. En el caso del volcán Turrialba, el instrumento se pone a unos tres o cuatro metros de profundidad.
“El objetivo es que esos puntos de medición perduren en el tiempo”, destacó Hernández.
Esas estaciones de GPS proveen de datos (vectores) que indican la longitud y la dirección en que se mueve la corteza. De esta forma, los investigadores pueden calcular la velocidad de ese movimiento.
Dicha información permite observar cómo el edificio volcánico del Turrialba se transforma en el tiempo y también posibilita registrar los cambios geomorfológicos que sufre.
“Hay vectores más grandes que otros, lo que puede reflejar dos cosas: ruido propio del lugar o, como hemos observado en el sector de Irazú, deslizamientos cerca de las antenas de transmisión de radio y televisión”, explicó Hernández.
Ovsicori también utiliza un dron para realizar imágenes en tercera dimensión. “Cada cierto tiempo, el dron toma fotografías en el mismo lugar y a la misma altura. Entonces, se van acumulando esas capas de información (imágenes) que permitirán ver cómo se deforma la corteza a través del tiempo”, detalló el científico.
Los investigadores también se apoyan en imágenes satelitales para observar cambios.
“Cuando veo que el movimiento de la corteza aumenta su velocidad, llamo a los compañeros de sismología volcánica para comparar datos”, manifestó Hernández.
Comportamiento. Gracias a la cantidad de datos recolectados a lo largo de 50 años, los investigadores italianos que estudian el volcán Etna, ubicado en Sicilia, fueron capaces de modelar ese proceso de inflación y deflación por el que pasó el coloso.
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“Nuestra meta con el Turrialba es reunir los datos que sean posibles y hacer un modelo de comportamiento.
”Aunque el Turrialba se las trae. Tiene periodos de relativa calma pero con sismos en la base y, cuando recurrimos a la geodesia, vemos que se empieza a inflar hasta que hace erupción”, comentó Hernández.
En esos momentos de relativa calma, los investigadores intensifican sus esfuerzos por colocar más instrumentos que les ayuden a recolectar datos.
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“Con el actual periodo eruptivo del Turrialba, estamos viviendo un momento histórico para recopilar datos que les van a servir a las futuras generaciones de vulcanólogos.
”Solo entendiendo los procesos es que vamos a aprender a convivir con el volcán”, destacó Hernández.