La solución para la desnutrición en Haití o para las deficiencia de proteínas y vitaminas en niños de la zona norte costarricense podría encontrarse en unos pequeños insectos.
Así lo consideran 12 alumnas de Ingeniería de Alimentos de la Universidad de Costa Rica (UCR), quienes proponen el uso de insectos para generar una fuente de proteína amigable con el planeta, de fácil adquisición y económica producción.
Gloriana Herrera, Ximena González, Yock Mai Acón, Ana María Quirós, Valeria Brenes, Valerie Rangel y Marcela Rodríguez son las mentes detrás del Molibannan. Esta es una nutritiva mezcla seca a base de harina de plátano y larvas del escarabajo Tenebrio molitor , también conocido como gusano de la harina.
Mientras, sus compañeras Cristina Azofeifa, Gloriana Hernández, Pamela Malavassi, Daniela Kopper y Krissia Villalta desarrollaron una galleta a base de harina de grillo y puré de camote, llamada Criketa.
“La primera vez que yo llevé un curso en esta carrera nos decían que nuestro deber era asegurarle alimento a la gente, algo que no se cumple porque ¿cuánta población tiene hambre en el mundo?”, reflexionó Kopper.
Esa fue la motivación para que ella y sus otras 11 colegas vieran una oportunidad de oro en el concurso internacional “Desarrollando soluciones para países en desarrollo”, organizado por la Asociación de Estudiantes del Instituto de Tecnólogos de Alimentos (IFT, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos.
Finalistas. El certamen retó a las muchachas a desarrollar productos nutritivos y deseables al consumo, utilizando insectos como ingrediente principal. Ahí empezó para ellas esta aventura.
Tres equipos de la UCR enviaron sus propuestas y dos de ellas clasificaron a la final, que se realizará entre el 11 y 14 de julio en Chicago, Estados Unidos.
Los equipos ticos competirán con una universidad de Malasia, dos de EE. UU. y una de Canadá, seleccionados entre 60 diferentes proyectos que participaron.
“Cabe mencionar que los insectos no son un tema que esté incluido dentro del plan de estudios. El reto para ellas fue aprender sobre insectos comestibles y llegar a cultivarlos. Ahora son unas especialistas”, destacó Jessie Usaga, una de las profesoras que asesora estas iniciativas.
Romper barreras. “Actualmente se ha visto que la población aumenta y la distribución de alimentos no es ideal. Por esa razón, instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) promueven el consumo de insectos”, destacó Herrera, una de las creadoras de Molibannan.
La misma FAO cuenta con un libro sobre insectos comestibles, que en los últimos meses se convirtió en una especie de “biblia” para estas universitarias.
Entre las ventajas del consumo de insectos están las nutricionales, ya que son fuente de fibra, grasa, proteína y vitaminas. A esto se suma que su impacto en la naturaleza es menor, si se compara con el costo de la proteína animal, como pollo o res.
Por ejemplo, para producir un kilo de proteína de insecto, se requieren dos kilos de alimento, mientras que para un kilo de proteína de pollo se necesitan 2,5 kilos de alimento y para uno de res, 10 kilos, comentó Rangel, otra de las impulsoras.
Las jóvenes escogieron Haití como el país meta para introducir su harina de escarabajo, pues ahí la deforestación y aridez del terreno dificultan la producción de proteína animal. Además, debido a los problemas económicos, la tasa de desnutrición, sobre todo entre la población infantil, es muy alta en ese país.
Su plan es que la harina, elaborada con escarabajos molidos, ajo, sal, plátano, camote y hojas de camote, se utilice para hacer tortas fritas, que se acompañarían con arroz y frijoles.
El consumo de tales granos suele ser la única comida diaria que reciben los niños en esa isla.
Las universitarias escogieron como público meta a los infantes, pues ellos son los más apropiados para impulsar un cambio cultural, como lo sería el gusto por consumir escarabajos.
Para saber si la harina sería bien recibida, organizaron grupos focales con haitianos residentes en el país y a ellos les gustó. Además, indagaron si la materia prima con que se crea el producto se consigue en esa nación.
En esto no habría inconvenientes, pues el escarabajo está presente en Haití, así como los otros productos como el camote, por lo que confirmaron que la producción de harina es viable.
Criketas. En el caso de las galletas de grillo, las jóvenes también decidieron dirigir el producto a niños vecinos de localidades menos favorecidas, como Upala, Los Chiles, Guatuso y La Cruz.
La idea es que las galletas se utilicen como bocadillos y logren suplir las deficiencias de vitamina A, hierro y proteína que presentan los pequeños.
Según Malavassi, una de las mentes detrás de Criketas (galletas de grillo), se enfocaron en Costa Rica, pues acá también hay necesidades que se pueden suplir con ayuda de los insectos.
Entre los ingredientes de su producto, aparte de los grillos y el camote, destaca el cacao, sabor escogido por los niños encuestado como su preferido.
Kopper aseguró que esta idea se distingue del resto, pues brinda nutrientes a sus consumidores, contrario a las galletas tradicionales que únicamente ofrecen calorías vacías, sin aportes nutricionales para los pequeños.
El equipo universitario enfatizó en que no cualquier grillo es apto para fabricar las galletas.
La profesora Usaga resaltó el esfuerzo de sus alumnas, quienes durante tres meses desarrollaron la iniciativa para participar.
Además, combinaron este plan con sus labores universitarias, proyectos finales de graduación, asistencias en la UCR e incluso, la maternidad.