Una bebida fermentada extraída de la pulpa del café, controladores de plagas producidos a partir de microorganismos y un producto biológico para el control del hongo que causa la enfermedad sigatoka negra en el banano, son algunos de los proyectos que se echaron a andar en el Centro Nacional de Innovaciones Biotecnológicas (Cenibiot) y que hoy se enfrentan con un rumbo incierto.
Este proyecto –que tuvo su origen en un convenio de cooperación firmado entre la Unión Europea y el Gobierno de Costa Rica en diciembre del 2005– atraviesa una etapa de transición que preocupa a unos sectores a la vez que da esperanza a otros.
Un cambio en su modelo administrativo y una aparente desviación de sus objetivos originales, son los dos puntos que despiertan la discordia entre las partes.
“El Cenibiot fue conceptualizado para ser un puente entre la investigación biotecnológica desarrollada en las universidades del país y el sector productivo. Es un enfoque distinto que busca complementar –no competir– con el trabajo que se hace en los centros de investigación de las universidades”, dijo Marta Valdez quien fue su directora entre el 2006 y el 2012.
La biotecnología es el empleo de células y moléculas biológicas para para la fabricación y mejora de productos. Esta tiene aplicaciones en la agricultura, medicina, industria farmaceútica y alimentaria.
Según Valdez, el Cenibiot nunca fue pensado como un laboratorio científico más, sino como un centro tecnológico al servicio de las empresas para ofrecer el escalamiento de productos.
Como su nombre lo indica, “el escalamiento consiste en convertir un proceso biotecnológico de la escala de investigación en un laboratorio a la escala preindustrial”, declaró Valdez.
El costo total del proyecto fue de 14,9 millones de euros, de los cuales 10,9 millones de euros (cerca de unos ¢7.612 millones al tipo de cambio actual) fueron financiados por la Unión Europea y los otros 4 millones de euros (¢2.768 millones) fueron la contraparte nacional.
Historia. El 7 de diciembre del 2012 finalizó ese proyecto de cooperación con la Unión Europea, de modo que se firmó un nuevo convenio entre el Ministerio de Ciencia y Tecnología (Micit) y el Consejo Nacional de Rectores (Conare).
Entonces, el centro pasó a ser administrado por un consejo directivo integrado por autoridades académicas, empresariales y gubernamentales ticas. Posteriormente, Conare tomó la decisión de adscribir el Cenibiot al Centro Nacional de Alta Tecnología (Cenat).
Según explicó Eduardo Sibaja, actual director del Cenat, ese modelo de administración de era muy complejo y requería altos costos, tanto para pagar la planilla de trabajadores como en el mantenimiento de los equipos científicos, que son únicos en el país.
Por eso fue que Conare tomó la decisión de adoptar un esquema administrativo distinto “de modo que el funcionamiento de Cenibiot fuera más ágil, dinámico y sostenible en el largo plazo”, dijo Sibaja.
“Conare observó que había muchos años acumulados de pasivo laboral y se decidió liquidar a todos los funcionarios, con la posibilidad de ser contratados de nuevo bajo otro esquema que no incluye anualidades y otros pluses . Sin embargo, se les ofrecerá salarios muy competitivos”, declaró Sibaja.
Quienes objetan este nuevo modelo, critican despedir a funcionarios muy preparados, pues se invirtieron 1,26 millones de euros (unos ¢871 millones) en capacitación de personal para usar los equipos y apoyo a proyectos piloto.
Además, el Centro de Investigación en Biotecnología del TEC también objeta que convertirlo en un centro nacional interuniversitario en biotecnología “cambia radicalmente la idea por la que fue concebido y negociado el proyecto Cenibiot ante la Unión Europea”.