Desde octubre del 2014, los costarricenses han sentido el impacto de las erupciones del Turrialba en sus ojos y garganta.
No es para menos. El volcán ha sumado más material particulado (ceniza) y dióxido de azufre al ambiente, lo cual ha incidido en la calidad del aire del Valle Central.
Esas partículas finas y el dióxido de azufre son, precisamente, causantes de enfermedades cardiorrespiratorias, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Sin embargo, el volcán no es el único culpable de la tos, la irritación de garganta y el lagrimeo padecidos por la población en los dos últimos años.
Un monitoreo de calidad de aire realizado entre julio y setiembre del 2016, en la ciudad de Heredia, reveló que las concentraciones de contaminantes parecían tener horario.
La conclusión es que “esas concentraciones se aducen a la actividad antrópica (del ser humano), en la cual vehículos, industria, agricultura y quema de residuos fungen como fuentes importantes de dichos contaminantes”. Así se lee en el informe elaborado por Daniela Alvarado, investigadora de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA).
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Por ejemplo, la concentración de partículas PM 10 (llamadas así porque miden 10 micrómetros de diámetr o menos –un micrómetro equivale a la milésima parte de un milímetro–) empieza a aumentar progresivamente a partir de las 4 a. m., y alcanza valores máximos entre 6 a. m. y 7 a. m., así como entre 9 a. m. y 10 a. m., horas de gran actividad humana.
Luego, esas partículas finas disminuyen y vuelven a incrementarse progresivamente a partir del mediodía, hasta las 5 p. m., cuando alcanzan nuevamente valores máximos.
Estudio
Para el monitoreo de calidad de aire, Alvarado utilizó la estación de gases y aerosoles volcánicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
Además, esta estación cuenta con instrumentos meteorológico que facilitan medir la dirección del viento, por ejemplo, lo cual incide en la distribución de la ceniza.
Los volcanes expelen dióxido de carbono y dióxido de azufre, así como, en menores cantidades, sulfuro de hidrógeno, hidrógeno, monóxido de carbono, cloruro de hidrógeno, fluoruro de hidrógeno y helio.
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Sin embargo, el monitoreo de calidad de aire se enfocó en dióxido de azufre y en las partículas PM 10 y PM 2,5 (cuyo diámetro es igual o menor a 2,5 micrómetros), dadas sus implicaciones en la salud.
La inhalación de dióxido de azufre en altas concentraciones puede provocar asfixia, tos, dolor de garganta, bronquitis, náuseas, fatiga, opacamiento de la córnea e irritación ocular por formación de ácido sulfuroso sobre las mucosas húmedas.
En cuanto al material particulado, la OMS señala que existe una estrecha relación entre las partículas finas (PM 10 y PM 2,5) y el aumento de la mortalidad en el largo plazo, ya que la persona puede desarrollar cardiopatías y neumopatías.
“Entre más pequeña sea la partícula, más fácilmente ingresa a nuestro organismo a través de las vías respiratorias”, explicó la investigadora.
Según Alvarado, se escogió Heredia por estar en el área de influencia del volcán debido a la dirección de los vientos.
Los datos diarios que se generan del monitoreo se cotejan con la información obtenida por vigilancia volcánica (sismología y geodesia, entre otras), para conocer cuál fue la actividad que tuvo el volcán ese día.
Dicho estudio es el primer esfuerzo de este tipo que se realiza en el actual peiodo eruptivo del Turrialba, pero la investigadora aclaró que constituye un estudio preliminar y se requiere recolectar más datos para generar conclusiones vinculantes.
De hecho, se quiere mover la estación a Coronado, cantón muy afectado por la ceniza.