“Ese día esta muy claro en mi mente. Mami nos llevó donde el vecino que tenía una ‘tele’ en blanco y negro. La imagen no era muy clara, pero sí se veían los astronautas y, por supuesto, que oíamos sus voces. Yo estaba completamente absorta por lo que estaba viendo y me preguntaba: ‘¿cómo es posible que personas puedan estar en la Luna en este momento?’. Me impresionó tanto que le dije a mi mamá que yo quería trabajar haciendo eso algún día”.
Ese es el recuerdo que la ingeniera Sandra Cauffman tiene sobre aquel 20 de julio de 1969.
Ese fue el día en que se produjo “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, en palabras de uno de sus protagonistas: el astronauta estadounidense Neil Armstrong.
Desde una humilde casa en Hatillo, la pequeña Sandra fue una de las cerca de 530 millones de personas en todo el mundo que presenció ‘en vivo’ la llegada del hombre a la Luna. La magia de la televisión trajo a la Tierra un espectáculo fuera de este mundo: la misión Apolo 11 de la NASA cumplió con su objetivo de realizar la primera caminata en suelo lunar.
Aquel acontecimiento dejó una profunda huella en la vida de Cauffman y la motivó a dar su propio gran salto personal hasta convertirse en lo que es hoy: la subdirectora de la misión Maven (Atmósfera de Marte y Evolución Volátil) .
Hoy hace 45 años, el comandante Neil A. Armstrong, el piloto del módulo de comando Michael Collins y el piloto del módulo lunar Edwin “Buzz” Aldrin cumplieron el sueño estadounidense de conquistar la Luna. Era un objetivo de alcance nacional definido por el propio expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy.
A pesar de sus escasos 7 años, Cauffman también asumió su reto: “Desde ese día me puse como primer objetivo estudiar todo lo que pudiera y no perder el tiempo”. Ahora la científica está rumbo a esperar los resultados de la exploración en el Planeta Rojo.
Pugna espacial. Al otro extremo del charco geográfico e ideológico, en Tiflis (capital de Georgia) una niña de 7 años participaba en una conferencia organizada por profesores de Astronomía para escolares de todos los niveles.
“Este tipo de reuniones no eran comunes en los centros educativos. Normalmente, los alumnos hasta de 12 años de edad y los mayores se reunían por separado. Nos explicaron la importancia de la misión Apolo 11 y los planes de futuras misiones planificadas por la Unión Soviética”, rememora Lela Taliashvili, nacionalizada costarricense y directora del Centro de Investigaciones Espaciales (Cinespa) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
La niñez de Taliashvili coincidió con el auge de la carrera espacial soviética, y este fue un factor que influyó en su decisión de involucrarse con la astronomía y la astrofísica.
“Recuerdo que pensé que tal vez algún día yo también podría viajar al espacio y visitar no solo la Luna sino otros planetas. La propaganda espacial era muy fuerte en todos los países de la antigua Unión Soviética y el éxito de la ingeniería espacial se consideraba garantizado”, relató.
Casi medio siglo después de ese momento, Taliashvili aspira una mayor inversión para la investigación espacial y sueña con naves más veloces y eficientes para llegar en menor tiempo a otros destinos como Marte.